Cómo nació el Observatorio de América Latina impulsado por Néstor Kirchner en la New School de NY. Extracto de «El pequeño Timerman».
En 2003, durante el primer viaje de Kirchner a Estados Unidos, Ernesto Semán, periodista que había pasado por Clarín y Trespuntos y había ido a realizar un posgrado en la universidad de Nueva York, le dijo al jefe de Gabinete del canciller Rafael Bielsa, Eduardo Valdés, que el premio nobel de Economía, Joseph Stiglitz, “tenía ganas de hablar bien de la Argentina”. y, para que lo haga, ofreció armar un “Observatorio” en la “New School University” de Nueva York. Necesitaba un lugar desde dónde hacerlo. Ante la negativa de César Mayoral, entonces embajador ante Naciones Unidas, a sumarlo a su equipo, lo pusieron en el consulado en Nueva York.
El “Observatorio” se lanzó en septiembre de 2003, en un acto encabezado por Néstor Kirchner. La primera dama y senadora Cristina Fernández era la “presidenta honoraria”, Stiglitz integraba el “grupo académico consultivo” y la Fundación Ford había aportado los fondos para el lanzamiento.
Pero había que conseguir más. En febrero de 2004, durante otra visita de la primera dama, Javier Timerman y Marcelo Mindlin, hermano y primo de Héctor, le organizaron una reunión con empresarios y financistas. Fue la misma visita en la que, en un almuerzo en el Consejo de las Américas, Cristina le dijo a William Rhodes, mandamás de Citibank en América Latina: “Ni ahora ni en Santa Cruz Kirchner tomó una sola medida anticapitalista”.
La noche anterior, Semán había organizado un evento para juntar fondos en lo del argentino Diego Herbstein, prestigioso neurocirujano, coleccionista de arte y amigo de Javier Timerman, que también asistió. Cuando llegó la presidenta, le presentaron varios representantes de la progresía neoyorquina. Ricos, influyentes. “Cristina volvió impresionada; contó que en las paredes había Picassos, Dalís..”, recuerda el entonces jefe de Gabinete, Alberto Fernández.
Eva Pomice, la esposa de Javier, es experta en recaudación de fondos. Amén de haber sido redactora de Forbes y The Wall Street Journal y editora de George, la revista que hasta su muerte dirigió John Kennedy Jr, aconseja millonarios sobre cómo aportar a las buenas causas. Una nota suya, en “The American Benefactor”, revista de tirada limitada dirigida a los súper-ricos de EE.UU., cita, por caso, tours de 9 días por países subdesarrollados y alternativas para “dar” con beneficio fiscal. La tapa y nota central de esa edición es un conocido filántropo: Bill Gates. “The American Benefactor” es editada por “Capital Publishing”, a su vez sostenida por “Fidelity Investments”.
Dos meses después, en abril, la senadora volvió a Nueva York, a dar una “Conferencia” en el Observatorio. Mientras, en el consulado, Semán pudo saber que la esposa del cónsul, una noruega de apellido Fredriksen, a quien Vignaud había conocido en su paso por la embajada argentina en Oslo, tenía un negocio de plomería cuya sede era la residencia consular en las afueras de Nueva York (por la que la cancillería pagaba un costosísimo alquiler mensual) y listaba teléfonos también pagos por el estado argentino, incluido el celular del cónsul. Esos datos, y algunos más, ganaron la tapa de Página/12 del 3 de mayo de 2004, cuando Néstor Kirchner iniciaba otra visita a Nueva York.
En su extensa cobertura, el “enviado especial”, Martín Granovsky, notaba que el consulado en Nueva York es “un destino tan importante como una embajada para temas institucionales, económicos y culturales”, que Vignaud “nunca había sido consultado por organizaciones como HRW” (la que había “fundado” Héctor), que “no había sido clave en las visitas anteriores a Nueva York de la senadora Cristina Fernández de Kirchner, quien se las arregló perfectamente sin Vignaud para entrevistarse con académicos, dirigentes de derechos humanos y brokers de Wall Street” y que tampoco tuvo “relación alguna ni con el diálogo de Néstor Kirchner y Paul Krugman (programado para dos días después en el “Observatorio”) ni con la cena que le ofrecerá al Presidente, por el caso AMIA, el American Jewish Committee”.
Era una oda a la designación de Héctor Timerman, previa eyección de Vignaud, quien fue llamado a Buenos Aires, para no volver. Recordando aquel episodio, un diplomático de carrera, entonces destacado en Estados Unidos, comentó a esta investigación: “Vignaud nunca me gustó, pero lo de la esposa era una cosa menor, podían sancionarlo. Y para sacarlo, lo único que necesitaban es decírselo, no hacerle esa turrada. A un cónsul se lo puede remover en dos minutos”. Y si la excusa fue que la esposa de Vignaud usaba la residencia y los teléfonos consulares para su negocio de plomería, preguntó el funcionario “¿por qué no dicen que la esposa de Timerman usó después el consulado para hacer wine-tastings y promocionar su bodega?”
El sumario de Vignaud se cerró años después, sin prueba ni sanción. Timerman ya era canciller, Granovsky, docente del Instituto del Servicio Exterior de la Nación (ISEN, la escuela de la cancillería argentina) y Semán, “Asesor Técnico” de la misión argentina ante la ONU. “Estaban en algo pero no sabíamos qué, nos enteramos por el diario”, recordó de aquella jugada Eduardo Valdés, entonces jefe de Gabinete del canciller Rafael Bielsa. Este fue más elíptico. “Cuando uno integra un espacio político debe hacerse cargo de lo bueno y de lo malo, por eso de ese caballero no voy a hablar”, dijo de Timerman.
En cuanto al “Observatorio”, hizo un Censo de la comunidad argentina en Nueva York”, que en 2005 Timerman y Semán presentaron como una “Guía al inmigrante argentino”, y se quedó sin resuello. El único “documento” que lista su página Web es “La clase media, seducida y abandonada”, un libro de 2004 de Eduardo Anguita y Alberto Minujin. Las “actividades” se paralizaron después del diálogo de Kirchner con Krugman. En 2006, la iniciativa fue relanzada como “Observatorio de América Latina” (en inglés, OLA). Cristina retuvo la presidencia honoraria. Desde entonces hubo una charla de la presidenta de abuelas, Estela de Carlotto, una “Conferencia” del filósofo oficialista José Pablo Feinman y otra del ministro de Trabajo, Carlos Tomada, y se canceló una “Conversación Pública” con el secretario de Cultura, Jorge Coscia. El OLA otorga las “becas presidente Néstor Kirchner”. La primera fue para Lucila Rosso, militante camporista y autora de “Deuda, el FMI y la nueva izquierda latinoamericana”, un panegírico del kirchnerismo. Lo más “académico” del OLA es que Néstor Kirchner era hincha de Racing.