Grabois derrocha palabras, hasta autosatisface su ego filosofando sobre la «postverdad» y enfatiza con pretensiones de desmentida que «Luca» en realidad no se llamaba Luca sino que era así como lo llamaban, o haciendo disquisiciones sobre cuál era el nombre correcto de la agrupación que lideraba. Pobres recursos para contrarrestar hechos que no se anima a desmentir ni testimonios como los de la madre de Luca, del ingeniero Abdala, de Juan Maidana (al que pretende invalidar con argumentos ajenos al caso en cuestión), de Antolín Zenón y de varias personas más que trabajaban en la repartición pública donde tuvo lugar la brutal golpiza perpetrada por Milagro Sala y sus secuaces de «la vagancia»
Grabois desprecia no sólo a ellos, sino también a muchas personas más que, superando sus temores, dieron testimonio de la violencia, la arbitrariedad, el poder de Milagro Sala con la anuencia de sus protectores y facilitadores políticos: desde Cristina Kirchner, pasando por los ministros Julio De Vído y Alicia Kirchner, el gobernador jujeño, Eduardo Fellner, y sus ministros, hasta llegar a la policía provincial.
Que Grabois sea «consultor pontificio» ayuda a entender la desafortunada intervención del Papa Francisco en el caso Sala, poniéndose del lado de quien, a partir del manejo arbitrario de dinero público y por medio de la violencia y el miedo, se erigió en dueña de la vida y las esperanzas de tantos pobres jujeños, cuyos testimonios decidió ignorar.
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11/06/2017 By