El 24 de febrero de 1946 la historia patria tuvo una bisagra. Las siguientes referencias serán documentales y testimoniales.
Desde 1928 cuando ganó Yrigoyen por paliza (800.000 votos contra 400.000) el país careció de elecciones libres. A partir de 1930 transcurría un período que inesperadamente inmortalizó un periodista cordobés por ponerle un título que pasó a ser un suerte de marca: “la década infame”. Un año posterior hubo un simulacro de elecciones “piloto” en la Provincia de Buenos Aires que se desenvolvieron con normalidad (el 5 de abril de 1931) pero, habiendo ganado la fórmula del Partido Radical, simple y llanamente se anuló el acto. Los triunfadores eran los patricios Honorio Pueyrredón y Mario Guido, ni obreros, ni sindicalistas, ni plebeyos, pero se empezaba a inaugurar lo que Joaquín V. González en el Centenario definió como “la ley del odio”. Desde allí el 17 de octubre de 1945, setiembre de 1955, y todo lo que vino después se rigió por esta ley. ¿Cuándo llegará la hora de derogarla?
El tratamiento de las cuestiones económicas en ese período divide a los estudiosos de la historia y no es éste el lugar para entrar en la polémica. Pero hay un hecho que nadie discute, la adulteración de la voluntad popular mediante un escandaloso fraude (cambio, robo y quema de urnas; compra de votos; votantes amenazados con armas; clientelismo; voto cadena; adulteración de padrones y otras prácticas que convertían a la ley Sáenz Peña en papel mojado) sobre todo en el NOA, el NEA y en la Provincia de Buenos Aires. Un importante dirigente y caudillo fascista conservador bonaerense, Manuel Fresco, lo llamó cínicamente “fraude patriótico”.
En el recordado febrero de 1946 la sociedad argentina estaba totalmente politizada. La guerra que había terminado y el golpe de junio del 43 permeaban todas las discusiones que recorrían el cuerpo social. En un hogar judío como en mi caso, los horrores del nazismo que comenzaban a conocerse (las pruebas documentales de los campos de exterminio) crispaba y atemorizaba. Y eso que aún no se sabía que el país albergaba entre sus pliegos a los siniestros Eichmann y Mengele, cuya presencia y currícula era también ignorada. Para colmo en enero de 1944 el gobierno militar –de fuerte corte fascistoide- rompe relaciones con el Eje y en un acto farsesco le declara la guerra en 1945, un mes antes de la rendición alemana.
Febrero se presentaba tórrido en mi recuerdo. Por entonces, sólo un sector de las clases altas veraneaba. Su destino era básicamente Mar del Plata, donde aún se conservan algunas de las mansiones que los alojaban (el palacio Ortiz Basualdo, la casa de Victoria Ocampo, de los Peralta Ramos, etc.). Las clases bajas se conformaban con los picnic de los domingos. Algunos de las clases medias con dinero y diverso origen social y formación cultural preferían Uruguay, eligiendo Carrasco, Atlántida y Piriápolis. Todavía existe el hermoso Hotel Argentino en la ciudad creada por el Ingeniero Piria, el lugar elegido básicamente por las colectividades judías de ambas orillas, y se la llamaba irónicamente Priapolski . Tanto es así que hay una anécdota que se transformó casi en leyenda. Se dice que en 1948 representantes de la colectividad uruguaya entrevistaron al Presidente don Batlle Berres (que provenía de la mejor tradición liberal colorada) pidiéndole el voto de Uruguay en Naciones Unidas por el reconocimiento del estado de Israel y el mandatario, luego de escucharlos en silencio, contestó: “Les doy Israel si me devuelven Piríapolis”.
Retornando al tema, en febrero de 1946 la sociedad estaba crispada y dividida. En mi hogar (yo tenía doce años y caminaba a los trece) y en el de todos los amigos y conocidos se descontaba el triunfo de la Unión Democrática antiperonista donde estaban –entre varios partidos- el socialismo y el comunismo siendo el principal de sus lemas la derrota del nazismo. La totalidad de la prensa escrita (obviamente no había ni informática ni televisión) era completamente pro Unión Democrática, el partido que se oponía al peronismo. Los diarios matutinos La Prensa, La Nación, El Mundo, el recién aparecido Clarín, y todos los vespertinos Crítica, La Razón y Noticias Gráficas, más los partidarios como La Vanguardia (socialista) y La Hora (comunista) eran absolutamente militantes de la Unión Democrática. Calcula Félix Luna en el clásico libro “El 45”, que los principales diarios dedicaban casi el 80% de su espacio a la política nacional y, de ese total, solo un diez por ciento al peronismo, estando la mayoría de las noticias destinadas a las rencillas internas de esa fuerza. Sólo La Época recién aparecida apoyaba al oficialismo. A partir del gobierno peronista que asumió en junio de 1946, todos estos medios fueron cerrados, expropiados o ahogados por falta de papel. En su tercera presidencia, recordó Perón con exacta reflexión: “en 1946 con todos los medios en contra, ganamos; y en 1955 con todos a favor nos echaron”.
Pero Perón tenía un arma letal como forma comunicativa: “la cadena nacional” que se usaba por primera vez en un país que sorprendía al mundo porque hasta los obreros tenían radio (en Brasil, por ejemplo, esto no existía). Todos los días había en horas de la noche (a las 20:15 hs) una cadena de quince minutos, precedida de una marcha militar, con las noticias del día que eran una propaganda gubernamental (nada descubrió el Cristinismo) más los frecuentes discursos de Perón.
Así fue inolvidable -y este es el meollo de estas líneas- el discurso de Perón del 22 de febrero de 1946 antes de la veda. Aún resuenan en mis oídos de adolescente casi adulto (en las vacaciones escolares trabajaba en changas, como cadete de farmacias y tintorerías) las palabras de El Líder (también fue el nombre de otro diario peronista aparecido con posterioridad): “…rompan los candados, corten los alambrados, salten las tranqueras… no entreguen a nadie la libreta de enrolamiento (único documento hábil para el sufragio de los hombres)… no se dejen guiar por el patrón… no concurran a fiesta alguna en comités… la pureza del acto la garantiza el ejército (con lo cual se apartaba a las corruptas policías provinciales)… LA ERA DEL FRAUDE HA TERMINADO…”. No es casual el recuerdo casi textual de ese discurso que pude entender en toda su dimensión con los años y las lecturas.
Las prácticas de adulteración de la voluntad popular (que he enumerado en sus distintas formas) replican durante un gobierno que se dice peronista en Tucumán y el Chaco. De ahí mi pregunta: ¿Dónde está Perón? el que llamaba y arengaba a votar sin trampas hace casi 70 años. El mismo que cambió la historia empezando con esta elección.
Luego de aquél 24 de febrero hubo una larga espera, ya que no había escrutinio provisorio en las mesas y las urnas se enviaban a la autoridad electoral central para el conteo que era definitivo. Recuerdo haber visto pasar las urnas en vehículos y con custodia del ejército y a los transeúntes aplaudir. Es que era cierto: “la era del fraude había terminado”. Pero varias semanas después, cuando comenzaban –en un proceso lento pero no cuestionado- a abrirse las urnas la sorpresa de todos los ámbitos cercanos a mi familia y los amigos era mayúscula: había ganado Perón y no lo podíamos creer. Había triunfado el Partido Laborista, nombre creado por Cipriano Reyes, dirigente del gremio de la carne de Berisso a quién luego Perón encarceló y fue torturado, pero que imaginó una partido como el inglés homónimo a partir de las organizaciones obreras. Y el triunfo no dejaba dudas: el 52 por ciento. A esa denominación la sustituyó Perón en 1947 por el de Partido Justicialista, nombre que se le atribuye al Dr. Eduardo Stafforini, quien fuera un importante funcionario de los organismos administrativos de trabajo y previsión por esa época.
Muchos años después Juan José Real en su libro “Treinta años de historia argentina” dijo –palabra más, palabra menos- que el 24 de febrero de 1946 no hizo más que reflejar en el voto lo que ya había dicho en la calle el pueblo el 17 de octubre de 1945.
Vuelvo a preguntar ante el panorama electoral que se avecina, ¿Dónde está Perón?
Se pregunta: ¿Dònde està Peròn? como si fuera un misterio. Le cuento,
Peròn y su doctrina estàn:
– Primero que nada, en nuestro corazòn e intelecto, somos millones y por siempre lo seremos.
– En los votos que iràn a Scioli y que le haràn ganar en primera vuelta.
– En algunos peronistas no kirchneristas que estàn -por ahora- con Massa, pero retornaràn.
Yo pregunto … y me respondo: ¿Donde està usted y sus mandantes?
Y digo que como siempre usted y sus iguales estàn en la nueva Uniòn Democràtica, oligàrquica y vendepatria.
Es una cuestiòn de estado de consciencia, ninguno lo puede evitar.
(El mejor arma del colonizador, es la mente del colonizado) Steve Biko.
Oscar Leyes. (Mendoza)