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De pie contra la muerte

Un recorrido por la vida y obra del gran poeta argentino. 

juan-gelman

 

 

«Es algo verdaderamente admirable, en estos tiempos mezquinos, tiempos de penuria, como los calificaba Holderlin, preguntándose: ¿para qué poetas? Que hubiera dicho hoy en un mundo en el que cada tres segundos y medio un niño menor de cinco años muere de enfermedades curables, de hambre, de pobreza. Cuantos habrán fallecido, pienso, desde que comencé a decir estas palabras. Pero ahí está la poesía, de pie contra la muerte (1). 

 

Murió el poeta. Murió Gelman.

 

Son las cuatro y 31 de la madrugada del 15 de enero de 2014. Hace unas horas llegó la noticia desde México. Se fue Gelman. Tenía 82 años. Desde que lo supe no pude dejar de pensar en Rainer María Rilke y en esas líneas que le escribió a aquel joven poeta: “Cuanto más nos creemos en medio de la vida, más la muerte se atreve a llorar entre nosotros». Miro por youtube algunas entrevistas que le hicieron. Escucho su voz, la gravedad de su voz. Me detengo en sus ojos. Tienen tragedia. Destino.

 

Me pongo a leer sus poemas. Anoto en el word versos sueltos. Anoto: “la muerte me enseñó que no se muere de amor. Se vive de amor”. Anoto: “Acá pasa, señores, que me juego la muerte”. Anoto: “Toda poesía es hostil al capitalismo”. Anoto: “Nunca fui el dueño de mis cenizas, mis versos, rostros oscuros los escriben como tirar contra la muerte”. No puedo dormir. La poesía me hunde sus manos.

 

Revolución, stalinismo y después

 

Mi padre llegó a la Argentina en el año 13. Le había tocado el servicio militar en el ejército zarista, en caballería. Hacían instrucción con silla de madera. Me contaba que terminaba la instrucción con todo el capote ensangrentado. Parece que aprovechaban a los soldados para alisar la madera de las sillas. Desertó a los siete meses. Él estuvo en la revolución de 1905 porque era social revolucionario, era obrero, participó en esa revolución (2).

 

Escapó de la Rusia zarista en el año 12 o 13. Consiguió un pasaporte con el apellido Hellmann, alemán, como el nombre de la mayonesa. Cuando llega a la argentina, le preguntaron cómo se pronunciaba; él dijo “hellmann” y le anotaron Gelman, tal cual suena. Pero ese no era el verdadero apellido de mi padre. Aquello inauguró la tradición de pasaportes falsos en la familia porque yo también recurrí a ellos las veces que entré clandestino a la Argentina bajo la dictadura militar.

 

El padre de Juan Gelman quiso regresar a Rusia en 1918. En esa país había dejado a su mujer y sus dos hijos, los medio hermanos del poeta aún no nacido. Pero no pudo entrar a causa de la guerra civil. Entonces planificó encontrase con ellos en Berlín, donde éste se había instalado. La señora y los hijos intentaron cruzar un río para llegar a la ciudad alemana. El bote se dio vuelta. Los rodeó la muerte: ella se ahogó y también el más pequeño de los hijos. Sobrevivió el mayor, Boris, 19 años mayor que el poeta argentino. Así lo contó Gelman.

 

Finalmente mi padre logró entrar en el año 22 o23. Se instaló en Moscú. Trabajaba en los ferrocarriles. Hizo un viaje a Ucrania, donde conoció a mi madre. Mi madre era hija, nieta y bisnieta de rabinos. En el año 28, mi padre decidió emigrar lo cual coincide con el cierre absoluto de toda oposición al partido comunista en el poder, el partido bolchevique en el poder. Lo que motivó esa decisión fue el destierro de (León) Trotsky; ya había muerto (Vladímir) Lenin, estaba (Iósif) Stalin en el poder; todavía se podía emigrar y lo hicieron. Emigraron a la Argentina. Soy el único argentino de la familia.

 

Nació el 3 de mayo de 1930 en Villa Crespo. Pasaron años, pero no pudo olvidar nunca cuando su hermano mayor le recitaba poemas de Pushkin en ruso. Gelman tendría 5 o 6 años, nomás. No entendía nada, pero lo conmovía el sonido que salía de las palabras, como un nacimiento. Todavía recuerdo algunos versos de esos poemas. Creaban una resonancia interior que nunca supe definir qué fue lo que me pasó, pero eso me pasó y con el transcurrir de los años pienso que esas marcas, por un lado, y el piano por el otro me llevaron a la poesía de algún modo.

 

De chico tocaba el piano. Su madre los hacía estudiar a él y a su hermana. Dijo alguna vez que mientras lo hacía miraba a los otros chicos jugar al futbol en la calle. Los miraba desde lo triste. En su corazón había calle, cuerpo. Dijo que eran humildes, por eso nunca supo cómo su mamá lograba llevarlos una vez por año al Teatro Colón. Los llevaba de noche. Esas noches, para él, eran el sueño. Tenía 6 años cuando llegó la Guerra Civil Española. Llegó a contar que en esos días, ellos, los chicos, juntaban el papel plateado de los chocolates porque se suponía que al fundirlos servían para hacer balas para la República Española.

 

Vuelvo al word, los versos sueltos. Anoto: “Si me dieran a elegir, yo elegiría  esta inocencia de no ser un inocente, esta pureza en que ando por impuro. Si me dieran a elegir, yo elegiría
este amor con que odio”. Anoto: “Entre tantos oficios ejerzo éste que no es mío,
como un amo implacable me obliga a trabajar de día, de noche, con dolor, con amor,
bajo la lluvia, en la catástrofe”. Son las 5.41 de la madrugada. Afuera se escuchan pájaros.

 

El oficio de poeta

 

Fue al Nacional Buenos Aires. Fue empleado, camionero de una fábrica de muebles, vendedor de autopartes de automóvil. Estudió química en la universidad. Abandonó. Él quería ser poeta. Su madre le dijo una vez que no se puede vivir de la poesía. Tenía razón, decía él. Cuando Juan publicó su primer libro, se lo fue a mostrar a su madre. Ella lo miró con una sonrisa, una ancha sonrisa. “No vas a vivir de esto, Juan”, le tiró. Pero estaba orgullosa. Juan llegó a publicar más de 30 libros. Ganó, entre otros, el Premio Nacional de Poesía, el premio Juan Rulfo, el Reina Sofía, y, en 2007, el Premio Cervantes.

 

Me abstengo de decir que la poesía es un oficio. No me parece un oficio. Yo sé que así se le dice, pero la voluntad para producirla no puede existir: nadie se puede sentar a escribir poesía; uno la escribe cuando ella te visita, cuando viene la señora, te golpea la puerta después de haberse acostado con medio mundo. Hay que abrir la puerta. Entonces ahí uno escribe, o es escrito, que es la mejor situación.

 

Gelman admiraba a César Vallejo y Raúl González Tuñón. Fueron los poetas de mayor peso en su formación. Alguien –el poeta José Emilio Pacheco- dijo que la poesía es la sombra de la memoria. Otro poeta norteamericano sostenía que la poesía es un “modo de interrogar a Dios para que hable”. Para Gelman la poesía “es un árbol sin hojas que da sombra”. Aunque dice que no se puede definir, que es indefinible, que es el lenguaje calcinado, último, un modo de interrogar la realidad interrogándose. Confiesa: “Creo que no podría vivir sin ella”.

 

Periodismo, comunismo y peronismo

 

A mediados de los años cincuenta, Gelman comenzó su actividad periodística. Fue redactor del semanario Orientación y del diario La Hora del PC Argentino. Estuvo también en  Panorama y La Opinión, la revista Crisis y, finalmente, en la jefatura de redacción del diario Noticias (1974). Fue columnista de Página 12 hasta el final de su vida. En esa década del cincuenta, fundó junto a otros poetas el grupo literario “Pan Duro”, y, en 1956, editó su primer libro “Violín y otras cuestiones” y tres años después “El Juego en que Andamos”. La revolución cubana del 59 hizo temblar las conciencias.

 

Se había producido la revolución cubana que sacudió al PC de toda América Latina y del mundo. Ésta demostró que había otro camino para abrir las puertas al socialismo, para hacer la revolución. Esto impactó en una cantidad de jóvenes inconformes con las políticas reformistas del PC argentino. Abrió esperanzas, dio origen a grupos guerrilleros en el país, y en otros países de América Latina. Fue la revolución en castellano, no en ruso ni en chino.

 

Algunos intelectuales venían disconformes con la línea muy sectaria del PC argentina. Cuando se produce la ruptura, algunos formaron un movimiento sobre la base del movimiento estudiantil, otros crearon el Partido Comunista Revolucionario y otros nos quedamos un poco en el aire.

 

En 1967 se integró a las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). En 1975, con las FAR y Montoneros articulados en una sola organización, fue enviado al extranjero para denunciar la violación de los derechos humanos por parte de la Triple A. Gelman recuerda que en esa época ya se contabilizaban unos dos mil muertos. En 1976 fueron secuestrados sus hijos Nora Eva y Marcelo Ariel, junto a su nuera María Claudia Irureta goyena, quien se encontraba embarazada de siete meses. Su hijo y su nuera desaparecieron, junto a su nieta nacida en cautiverio. La pesadilla. La soledad. Sus cuervos, sus perros, sus pedazos. La presencia ausente de lo amado.

 

mi hijo marcelo ariel y
su mujer claudia, encinta,
fueron secuestrados en
buenos aires por un
comando militar.
como decenas de miles
de otros casos, la dictadura
militar nunca reconoció
oficialmente a estos
“desaparecidos”. habló de
“los ausentes para siempre”.
hasta que no vea sus cadáveres
o a sus asesinos, nunca los
daré por muertos.

 

Los restos de Marcelo fueron hallados a fines de 1989. Fue asesinado de un tiro en la nuca disparado a medio metro de distancia. Tenía 20 años. Estoy orgulloso de la militancia de mi hijo. A veces pienso que algo tuve que ver yo con ella y eso redobla mi orgullo y mi dolor. Mi hijo no era un “inocente”. Le dolían la pobreza, la ignorancia, el sufrimiento ajeno, la estupidez, la explotación de los poderosos, la sumisión de los débiles.

 

Así que has vuelto
como si hubiera pasado nada
como si el campo de concentración no
como si hace 23 años
que no escucho tu voz ni te veo
han vuelto el oso verde tú
sobre todo larguísimo y yo
padre de entonces
hemos vuelto a tu hijar incesante
en estos hierros que nunca terminan
¿Ya nunca cesarán?
ya nunca cesarás de cesar
vuelves y vuelves
y te tengo que explicar que estás muerto.

En 1978, ante lo que se llamó la “contraofensiva” montonera, Gelman y otros compañeros rompieron con la organización (“era una idea descabellada volver a la lucha armada”, señaló). Fueron condenados a muerte por la organización. También tenía la condena de la dictadura si pisaba el país. El poeta estuvo 14 años en el exilio. Y siete años sin publicar.

 

A pesar del retorno de la democracia, Gelman recién pudo regresar al país varios años después. Estaba con captura recomendada. El señor (Raúl) Alfonsín, tan embebido de la teoría de los dos demonios de (Ernesto) Sábato -equiparando a la dictadura militar con sus víctimas- no quería saber nada. Cuando en 1989 fue indultado por el ex presidente Carlos Menem, Gelman lo rechazó: «Me están canjeando por los secuestradores de mis hijos y de otros miles de muchachos que ahora son mis hijos».

 

El tiempo pasaba y la desaparición de su nieta era una sed quemándolo.

 

Mi mujer fue la que dirigió la investigación que permitió encontrar a mi nieta después de 23 años de su robo. Mi nuera que fue secuestrada con mi hijo en Buenos Aires. Mientras él era asesinado a principios de octubre del 76, ella era trasladada a un centro clandestino de detención uruguayo en Montevideo. Ahí dio a luz en cautiverio. La dejaron con su hija dos meses y algo y luego la sacaron de ahí. La asesinaron y entregaron a la beba a una familia que la crió.

 

Después de una lucha incansable, después de llevar adelante una campaña de búsqueda en la que participaron figuras como Eduardo Galeano y José Saramago, después de no claudicar la esperanza, Gelman pudo rastrear y reunirse en el 2000 con su nieta, quien decidió llamarse María Macarena Gelman García.

 

Ella comienza el mundo para que esto suceda.

 

Algunas conclusiones

 

En una entrevista publicada en 2004 (3), Gelman contestaba: “Yo creo que todo lo que se escribe es un largo fracaso en conseguir atrapar a la poesía. Se pueden escribir poemas, pero escribir poesía es otra cosa. Como decía Dylan Thomas, hay momentos raros de felicidad en que la vivencia, la imaginación que la interroga y la expresión resultado de esa interrogación, se juntan muy bien: la vivencia, la imaginación y la expresión, en mi caso, son momentos raros. Si uno insiste en este oficio ardiente que es la poesía es porque espera la aparición del milagro, pero como decía Dylan Thomas lo milagroso de los milagros es que a veces se producen”.

 

La poesía es un oficio ardiente, un ángel del instante. Bajo la época implacable en la que vivimos, en la que morimos, la poesía se abre como un nacer, como un grito. Es la materialización de la lucha por un mundo nuevo.

 

Gelman luchó por ese mundo.

 

Lo hizo desde la palabra. Desde el cuerpo. El frío del pasado no determinó su memoria.

 

Creyó que su compromiso revolucionario tenía asidero en el peronismo. Los años se encargaron de clarificarle esa caracterización: hoy, quienes se denominaron los herederos peronistas de los setenta, son los que le piden a los trabajadores moderación en los reclamos salariales con una inflación que rompe la barrera del 40% anual. Son los responsables de desaparecidos en democracia como Luciano Arruga. Son, junto a las privatizadas y a la burocracia sindical, cómplices del crimen político de Mariano Ferreyra, asesinado por una patota de la UF que amparaba el propio gobierno. Es el gobierno de la tercerización de la represión y de un muerto por día en gatillo fácil. No hay revolución posible bajo esa política.

 

Cuando recibió el premio Cervantes, Gelman dijo: Cada tres segundos y medio un niño menor de cinco años muere de enfermedades curables, de hambre, de pobreza. Son las 8 y 30 de la mañana. Pasaron 4 horas desde que comencé esta nota. Son 12600 segundos. Son más de 4.000 chicos que murieron en ese plazo.

 

Pero acá estamos, señores, de pie contra la muerte.

 

 

Años futuros que habremos preparado
conservarán mi dulce creencia en la ternura,
la asamblea del mundo será un niño reunido

 

1)       Discurso al recibir el premio Cervantes.

2)       TeveUnam Producciones (todas los testimonios en cursiva pertenecen a esa entrevista, salvo aclaración)

3)       Brecha, Uruguay [junio del 2004]

Comments

  1. Gustavo says:

    importante su aporte como poeta y el reconocimiento a su lucha por encontrar a su familia, viva o muerta; por otro lado no encuentro aún una explicación verdadera y un pedido de disculpas al país en general de Montoneros: el llevarse vidas humanas, propias o de los dictadores en nombre de una revolución es digno de mi más enfática reprobación xq nada justifica el matar a otro, por más q sus ideas nos resulten despreciables. Montoneros entra a la clandestinidad mientras gobernaba JD Perón, en un gobierno constitucional y como única manera, la violencia, de imponer su forma de pensar, creyendo q con las armas se conquistarían las almas….Gelman fué claramente responsable de haber llevado a la muerte a tantos compatriotas y su dolor no empaña sus graves errores (está claro q no fué el único), en hacer ir a una generación a la muerte inexorable. Los dictadores se merecen la cárcel y el repudio, Montoneros merece exactamente lo mismo, porque la violencia no hace q sus ideales, justos o no, sean merecedores de espacio. Aún hoy seguimos soportando los errores de la gente q eligió las armas y la muerte como manera de vivir y hacer vivir a los demás, pasa q los métodos han cambiado y la mayoría de esos ideólogos son millonarios funcionarios del gobierno de turno