La opinión de una tucumana sobre los saqueos y el reclamo de la policía.
Los barrios de Tucumán parecen una locura. Una película de barricadas, las esquinas de tu propio barrio con fuego y basura acumulada. Unas barricadas extrañas, porque hay vecinos que ves todos los días, los más piolas del barrio, que te bancaban en la lucha estudiantil, pero que esta vez están armados dispuestos a defenderse de “los saqueadores en motos”, de “los negros”. Pequeños comerciantes, en su mayoría familias, junto a vecinos, casi en su totalidad trabajadores, armados hasta los dientes dispuestos a bajar a cualquier pibe en moto que le parezca amenazante. Están dispuestos a matar. Los “negros”, son en su mayoría jóvenes que viven en los barrios más pobres de Tucumán, allí donde no existe la “vivienda para todxs” pero sí hay paco, clona y ubaína (las farmacias de los hospitales fueron un blanco), allí donde no hay trabajo digno pero sí mucha bala y gatillo fácil, allí donde no existe el acceso a la salud pero sí una cultura machista desenfrenada.
Allí donde la “déKada ganada” no dice nada, ni siquiera es una combinación de palabras. De allí, donde la pobreza estructural se hace carne de la manera más cruda que te puedas imaginar, generando una descomposición social profunda, provienen los “saqueadores”. Es muy distinto de otros saqueos porque predominan los ataques a pequeños comercios y solo unos pocos a algunos medianos y la gente no organizada que se suma es muy reducida.
Existió un reclutamiento previo, planificado, sistemático y deliberado, entre aquellos en los cuales abundan los bolsones en épocas electorales. La vida está reducida a la nada misma. Del corazón de esos barrios del Tucumán profundo, al igual que del corazón de los barrios del Oeste bonaerense (donde viví la mayor parte de mi vida), la fuerza armada del estado capitalista, devenida organizadora del “gran delito” (en primera instancia las policías provinciales) reclutan cotidianamente a la mano de obra del “pequeño delito”. Es una contradicción muy honda que fisura a nuestra clase en dos, o en muchas partes, la desgarra, de una manera muy difícil de recomponer. Pero no imposible. Hay que pensar como suturar esta vena abierta.
Tiros, fuego y humo que nubla la vista, corridas, griterío, sirenas, motos. Impensable hace 10 días atrás. El paro policial, seguido de acuartelamiento, saqueos pequeños y bien quirúrgicos al inicio, luego extendidos a casi todos los barrios, enfrentamientos y cuatro muertos, generó un gran pánico en toda la sociedad tucumana, incluso a niveles paranóicos. Son 12.000 efectivos afectados, una banda de lúmpenes armados, formados generaciones atrás por jefes como el Malevo Ferreyra, en la provincia de Bussi, en una de las provincias donde la impunidad se siente en el cuerpo, los que están en “huelga”. Ninguna huelga. Esto es una demostración de fuerza de parte del “partido policial”, para mostrar el rol que juegan (organizar el delito) y el poder que tienen (desatar una crisis total en el régimen) para golpear y negociar (una policía con método vandorista diría Rosso).
Mostrarle al PJ y a todos los bloques dominantes que son necesarios para sostener su estabilidad y exigirles que las valoren más económicamente y que no sean tan duros con los que se “portan mal”. $8.500 de básico para los ingresantes ¡imaginate un comisario! Y varios exonerados perdonados y reincorporados a la fuerza. Salieron fortalecidos como cuerpo. Pero enormemente desprestigiados socialmente. La misma gente de las barricadas, esa que lograron enfrentar a los más pobres, tiene mucha bronca contra la cana. Saben que es la principal responsable de todo esto y que lo hicieron deliberadamente para hacer su bolsillo mientras ellos mismos, sus vecinos y sus familias no llegan ni de cerca a un salario digno, mientras ellos mismos sufren la impunidad con la que se manejan, las redes de trata, los narcos y el gatillo fácil. Luego de cerrado el acuerdo, cuando volvió la presencia policial a los barrios, la gente los echó, en algunos casos a piedrazos.
Mientras tanto, en la Plaza Independencia se concentró la clase media. Era una convocatoria derechista con poca asistencia. ¿Y que pasó? Se reunieron unas cuantas señoras caceroleras del centro que quisieron entrar a la Casa de Gobierno y el gobierno, a través de su fuerza represiva, la policía, reprimió. Y hete aquí que entre las caceroleras y algunos fachos estaban también algunos estudiantes de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT) -que ya conocen muy bien como funciona la policía y que habían ido a la Plaza a manifestarse directamente en contra del reclamo policial. Entonces todo se hizo más evidente. La yuta negociando su tajada. La gendarmería mandatada por CFK queriéndola jugar de pacificadora pero poniendo palo a la gente para que no avance sobre la yuta (y por las noches entrando a los barrios a reventar pendejos).
El gobierno de Alperovich cediendo al reclamo para que no se prenda más fuego la provincia. Los empresarios contentos porque van a tener una policía más contenta y a los explotados y oprimidos, divididos. Porque la masa laboriosa continúa asustada resguardando lo poco que tiene, esperando que lleguen las “hordas” que nunca llegan. La burocracia sindical, otro aliado que tienen los de arriba, completamente silenciada, o en su defecto, alentando el temor. En los hospitales y en algunas fábricas se siente la bronca también contra el aumento a los represores… y ni un peso a los verdaderos trabajadores. Y la burocracia silenciada. En los supermercados permitiendo, perversamente, que los laburantes re mil precarizados se organicen con palos para defender el capital de su explotador.
Qué distinto sería si todos los trabajadores tucumanos estuviesen organizados desde sus gremios y pudiesen intervenir en semejante crisis provincial marcando la cancha. Organizados democráticamente y sin ataduras, señalando la verdadera naturaleza de esta mafia represiva y descompuesta, golpeando sobre el gobierno que se arrodilla ante la fuerza. Qué distinto sería si pudiesen tenderle una salida a los más golpeados y no un garrote. Por ejemplo si pudiesen organizarse para que en cada fábrica donde trabajan 12 horas, trabajen 6 y se dupliquen los puestos de trabajo, pero sin afectar el salario, solo haciendo que los ricos ganen la mitad de su riqueza (como para empezar). Qué distinto sería si esos universitarios de la UNT pudiesen por ejemplo diseñar los planes de vivienda que la gente necesita, si los desocupados de los barrios pudiesen construirlas y si el dinero que subsidia a empresarios parásitos fuese destinado a pagarles el sueldo a esos albañiles. Qué distinto sería si en vez de financiar la vida lujosa de los clérigos, las escuelas y universidades confesionales de los ricos, esa plata se usara para equipar los hospitales y escuelas y pagarle mejor a lxs trabajadorxs de la salud y la educación. Qué distinto sería si la policía no existiera, porque no habría propiedad privada que resguardar. ¿Tan difícil es de imaginar?