Pocas veces tenemos la posibilidad de conocer el sabor del aire. Sacamos fotografías mentales con otros sentidos, sin utilizar la vista. Parece difícil, pero lo vivido en este lugar no se olvidará nunca. Los primeros minutos avanzaba con miedo. El guia te decía, “seguí caminando, seguí mi voz”. En pocos segundos tenía que sacar habilidades de la galera y arreglármelas sola.
Diálogo en la oscuridad es una experiencia fácil de acceder en el centro cultural Konex. Pagás una entrada e ingresas a un espacio donde te explican el tipo vivencia de tus próximos minutos.
Dejé mis pertenencias en un locker. Y me quedé con algunos billetes en el bolsillo. Me dieron un bastón blanco, me explicaron como usarlo y me dijeron que comience a caminar por un pasillo. A medida que avanzaba la oscuridad se hacia más profunda, hasta quedar en el negro total. Mis manos buscaban desesperadamente una pared.
Pero el diálogo fue con uno mismo, con tus sentidos. No importa como haya estado, cerca o lejos, desnudo o vestido. Toda persona que ingresaba al lugar estaba en las mismas condiciones, ciego.
Mi guía se llama Roberto: “este es el primer escenario, son cuatro”. Como podía avanzaba reconociendo los sonidos, los olores, los sabores, las texturas. Si escuchaba agua había agua para tocar, si tenía que cruzar un puente el puente se movía. Cada escenario representaba un hecho de la cotidianidad. Caminé por la selva, viajé en lancha, crucé una avenida con autos, compré fruta y verdura. Y por último me senté en un bar. Conté mis billetes de dos pesos (preparados en mi bolsillo) y me pedí una cerveza.
La sensación de ceguera podía descomponer a cualquiera. Se escuchaban risas nerviosas y pedidos de ayuda ante cualquier imposibilidad.
Roberto nos confesó, “Si te dicen que desarrollas los otros sentidos porque uno te falta es mentira eh. Lo que pasa es que ponemos más atención en los otros sentidos, pero no son mejores que los tuyos”. Los mitos urbanos sobre ciertas discapacidades son infinitos. Roberto estaba acostumbrado a explicar ciertas cuestiones, pero lo interesante es la difusión.
Roberto me preguntó como sentí. La angustia que podía tener en su totalidad se redujo a la mitad cuando terminó el recorrido, sabía que esto se acabaría pronto. Me encontraba perdida y confundida. Supuse que la calle para un ciego sería más fácil que esto. A ellos los preparan más, les dan tiempo. Pero no quedan exentos del miedo.
Una vez sentados Roberto me habló sobre su vida, presté mucha atención, trataba de retener todo lo que me contaba sobre su discapacidad.
El no es ciego un %100 sino que padece de Retinosis Pigmentaria. Una enfermedad que le diagnosticaron cuando el tenía 7 años. Consiste en ceguera nocturna y reducción del campo visual de día. Es decir, de día ve como si cualquiera permaneciera espiando por una cerradura, o sea que su campo visual es mucho más acotado que el mío. Roberto puede ver la puerta del colectivo, pero no ve los escalones, por eso el bastón. La gente se ríe cuando lo ve con el bastón por la calle, mientras el se para frente a una vidriera. “Cuando escucho frases como: «este que se hace el ciego» trato de explicarles, pero ya lo hago poco, porque comentarios así escucho seguido”.
De noche no ve nada. No distingue. Las personas con una visión normal se adaptan rápido a la oscuridad, sin embargo si Roberto va al cine, podría ver parte de la pantalla, pero no la gente que se encuentra dentro de la sala.
“ – ¿Cómo se dieron cuenta tus padres?
– Fue difícil, imagina que yo de chico podía leer un libro, pero después, a la noche, me chocaba con todo. No entendían que me pasaba. A la noche me llevaba puesto un auto , pero a la mañana había visto la televisión”.
La Retinosis Pigmentaria es poco común. De hecho, pocos especialistas la detectan. Es genética le dijeron, por parte de su abuela, solo las mujeres la transmiten de generación en generación. El sabe que sus hijos no la van a tener, pero quizás las hermanas de Roberto la transmitan.
A las 26 años Roberto se operó en Cuba, esta operación permitió que su discapacidad no avance. Es por eso que el siente que su corto campo visual evitó varias caídas sobre las veredas rotas, pero no evitó llegar a su casa sin la billetera. “Me robaron varias veces, pero ¿Qué puedo hacer? Agradezco que no me caigo tan seguido por la calle”.
Todas las personas que guían en Diálogo en la oscuridad tienen una discapacidad visual. En su caso, Roberto usa bastón verde. Ya que su ceguera no es %100.
Frente los estímulos las personas videntes atenemos a cerrar lo ojos para relajarnos, en este lugar no hacía falta. Era un truco. Era todo oscuro de igual manera. El deseo de contagiarnos de la ceguera se concretó en segundos, y fueron suficientes. Luego de una hora volví a la superficie. Donde todo era igual que antes. El bombardeo de colores se nos volvió a hacer costumbre.