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De la Rúa el señor de las valijas

Luego de más de 10 años, comenzó el juicio oral al ex presidente por la famosa Banelco. Ni lento ni perezoso, De la Rúa califico de «absurda» a la causa y dijo que es producto de un complot peronista.

El hombre va, siempre de traje. Y allí está. Siempre puntual. A veces se duerme. O eso parece, al cerrar los ojos por un lapso varias veces superior al del parpadeo. El destino no es precisamente agradable. Comodoro Py 2002. Juicio oral. El es uno de los acusados, el más encumbrado. El tribunal le dio la primera fila. Lugar privilegiado para ver y escuchar a los testigos, a medio metro, y frente a los jueces, a un par de metros de ellos. Y no puede sacarse de la cabeza que es el primer ex presidente que afronta un juicio acusado de sobornos. No debe quedar grato para él ese lugar en la historia argentina, aunque seguramente termine absuelto de culpa y cargo.
¿Qué otra fila podía corresponder para un ex primer mandatario? Lo curioso es que está acusado de haber pagado coimas y no de haberlas cobrado. Eso es Fernando de la Rúa por estos días, enjuiciado por el caso de presuntos sobornos a senadores opositores durante su gobierno para que le aprobaran una ley, la de reforma laboral. Lo más curioso de todo es que los abogados que lo rodean son los mismos que hace poco salvaron al vicepresidente Amado Boudou del escándalo Ciccone, y con él a todo el gobierno de Cristina Fernández viuda de Kirchner.

La defensa de De la Rúa es oficialmente ejercida por un viejo amigo, Jorge Kirszenbaum, ex presidente de la Delegación de Asociaciones Israelitas (DAIA), y Valeria Corbacho, de quien se dice que integra un estudio “satélite” del que encabeza el ex número dos de la Secretaría de Inteligencia (SI, ex SIDE) en tiempos del gobierno de la Alianza UCR-Frepaso, Darío Richarte.

Este último estudio es el que oficialmente defiende en el mismo juicio al número uno de la SIDE en esa época, es decir al ex Señor 5 y ex jefe de Richarte, Fernando de Santibañes, el multimillonario amigo de De la Rúa, el ex dueño del Banco de Crédito Argentino. Se trata del mismo estudio de abogados que defiende a Boudou en sus entuertos por la ex Ciccone. ¿Los abogados que salvaron al kirchnerismo ahora intentan salvar al extinto delarruismo? Los sushi en acción, pero ahora contra el kirchnerismo y no en su defensa.

A propósito, Aíto, el hijo mayor de De la Rúa y miembro conspicuo de los sushi, estuvo en la primera fila del público mientras declaraba su padre, a la par que el hijo menor, Antoñito (qué feo apodo, y qué feo nombre, Antonio), le iniciaba un juicio a su ex novia, la cantante colombiana Shakira, por su rol de socio-representante de su carrera artística. Quizás Antoñito fuera más sushi que Aíto. En cualquier caso, el pescado ya estaba podrido.

El ex jefe de la Alianza fue históricamente defendido –no sólo en esta causa sino en otras denuncias penales que le hicieron durante su paso por la gestión pública- por el estudio encabezado por su amigo Miguel Almeyra. Dicen en Tribunales que Almeyra planteó su imposibilidad de acompañarlo en este largo juicio, sobre todo si se tiene en cuenta que lo haría sin cobrar honorarios, de amigo nomás.

Pero las mismas fuentes judiciales afirman además que Almeyra no compartía la estrategia del ex presidente de declarar ante el tribunal oral y dar su versión de los hechos, cosa que hizo con bastante solvencia, a su estilo lento y pausado, pero sin incurrir en papelones o contradicciones, como creía su ex abogado que podía pasar. Con precisión y memoria hilvanó su relato. En síntesis, dijo que la causa es “absurda” y haber sido víctima primero de un complot peronista –para instalar la versión de las coimas y luego forzar su renuncia- y años después del kirchnerismo, que apañó la aparición y “confesión” de Mario Pontaquarto. Los jueces lo dejaron hablar a sus anchas.

El ex presidente tiene una ventaja. Los magistrados que lo juzgan parecen creerle más a él que al “arrepentido” ex secretario parlamentario del Senado Pontaquarto, el mismo que hace ocho años y medio, con el kirchnerismo instalado en el poder hacía nueve meses, salió de la nada a “confesar” públicamente –primero ante una revista de capitales dudosos que sacó a su familia del país durante unos meses y que aún hoy solventa el pago de sus abogados- y luego ante la Justicia que él había sido el “valijero” de las coimas. Se autoincriminó, quizás confiado en que quien le tomaba declaración era el siempre dudable juez Norberto Oyarbide.

Pontaquarto dejó varios huecos en sus sucesivas declaraciones, primero ante Oyarbide, luego ante su colega Daniel Rafecas y ahora ante los jueces del tribunal oral, Gerardo Larrambebere, Guillermo Gordo, Guillermo Pons y Fernando Ramírez. Los horarios de los hechos que él describe –y su comparación con las llamadas realizadas o recibidas en los teléfonos de los imputados- son los principales. Pero hay otros, como la descripción del despacho presidencial en la Casa Rosada, cuestión que llevó varias horas durante la investigación y ahora ante el tribunal oral.

Da la sensación de que efectivamente se pagaron coimas, sobre todo si uno mira las caras, ropas y aditamentos de los supuestos coimeados, los ex senadores justicialistas Augusto Alasino (Entre Ríos, ex jefe de bloque), Alberto Tell (jujeño, ex presidente de la comisión de Legislación Laboral), Ricardo Branda (formoseño, luego director del Banco Central echado por el kirchnerismo cuando se supo que quedaría procesado) y Remo Costanzo (rionegrino).

Pero da la sensación también de que si hubo coimas, éstas no se pagaron de la manera en que lo cuenta Pontaquarto. Es como si él no hubiera estado presente en la supuesta reunión en la Casa Rosada en la que De la Rúa habría dicho “eso arréglenlo con De Santibañes”, cuando el fallecido jefe de bloque de la Alianza, José Genoud, supuestamente anotició al entonces presidente de las “otras cosas” que exigían los senadores justicialistas –además de retoques en el proyecto original- para aprobar la ley.

Pontaquarto sólo fue al juicio oral cuando debía estar allí. Declaró durante varias horas y en varios días. Reiteró su versión de los hechos. Que Genoud le dijo que tenía que ser el valijero, que fue a la SIDE, que retiró 5 millones de pesos, que se los llevó a su casa porque la sesión fracasó y que a la semana siguiente, una vez aprobada la ley, los trasladó hasta el departamento del ahora insano ex senador Emilio Cantarero, para que allí los fueran a retirar otros legisladores justicialistas.

Pero ahora “Ponta” va poco al juicio. Supuestamente trabaja en una empresa multinacional, según lo que les dijo a los jueces. Su empleadora, hace un par de meses, sería la firma del juego Codere, dueña de varios bingos. Apropiado destino para quien sus detractores acusaban justamente de ser aficionado a las carreras de caballos.

Comments

  1. Gustavo says:

    Eso demuestra lo lenta que va la justicia en nuestro pais. A esta altura con los problemas que hay en la actualidad. La corrupcion de los Kirchner, Macri, TN, 678, la inflacion, los subtes, YPF, el Vatayon, las mineras, la soja, etc ya todo esto suena medio comico. Solo para recordar viejos nombres de politicos que hace mucho no se escuchaban jaja