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Sin importaciones, menos industria

Por Carlos Limardo

La receta mágica para equilibrar la balanza comercial puede despertar el peor de los fantasmas.

 

El 1 de febrero se ha puesto en marcha el sistema de Declaraciones Juradas Anticipadas de Importaciones (DJAI). Los importadores deben informar a la AFIP-DGA mediante el sistema informativo MARIA y un e-mail a la Secretaria de Industria y Comercio cuáles son los productos que se quieren importar y sentarse a esperar la tan preciada autorización. En algunos casos (los menos) son autorizadas y en la gran mayoría la no autorización hace contraer a las empresas un clima de incertidumbre y caos alarmante.

El periodo de espera puede extenderse a 14 días, lo cual hace que la desesperación y el grado de nerviosismo sea aún mayor debido a que las empresas tienen firmado contratos internacionales de venta con sus compradores, en donde se pautan plazos de entrega que no podrán ser respetados.

Estas desprolijidades contribuyen a instalar una imagen poco favorable en los mercados internacionales y las consecuencias son graves. Instala a la Argentina como un país problemático para realizar transacciones comerciales.

En el intento de esbozar una Nación más justa y equitativa para todos, con el mote de gobierno “Nacional y Popular”, se ha puesto en marcha un plan político de restricciones a las importaciones que, lejos de ayudar a la industria nacional, lo único que ha logrado es empezar a frenar el proceso productivo que durante años ha sido el motor de la economía y fuente de recurso para sostener planes sociales tan necesarios.

En un mercado mundial tan competitivo, con gigantes indrustializados como China, India y Brasil, Argentina se encuentra en una posición desventajosa a la hora de insertar sus productos. Si le sumamos, el problema de la crisis financiera europea y la baja del precio internacional de la soja resulta poco alentador el panorama que deben sortear las empresas radicadas en nuestra patria “Nacional y Popular”.

El gasto público elevado resulta insostenible cuando en un país no existe superávit comercial (el volumen de importaciones supera al volumen de exportaciones). Es esta problemática, sin dudas a la que quiere escapar el Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Tomar medidas restrictivas apresuradas que a largo plazo puede llegar a despertar el fantasma pasado de la desocupación, es el error quizá más infantil de los últimos años.

No es malo que un país se proteja con barreras arancelarias y para-arancelarias pero todo tiene que ser aplicado con sensatez y prolijidad. Proteger a las industrias nacionales, fomentar la producción y la mano de obra nacional es una medida que la gran mayoría de los ciudadanos apoyaría.

Pero frenar las importaciones para evitar egresos de divisas por el pago de las mercaderías y tratar de forzar la balanza comercial para poder sostener políticas sociales inclusivas no es la medida correcta. De hecho al frenar las importaciones, en algunos casos de materia primas, se está atentando contra el espíritu fundamental de las exportaciones. Muchas industrias necesitan las materias primas importadas para sostener la línea de producción constante de las mercaderías de industria nacional para exportar.

Otro cantar sería si las materias primas pudieran ser compradas en el mercado local, pero aún no existe en nuestro país un plan de desarrollo industrial adecuado. El error es “cerrar la canilla” a las importación necesarias para la producción de productos con inserción en el mercado internacional.

Sin exportaciones que inyecten al mercado nacional dólares frescos y sigan alimentando los engranajes de producción nacional. Sin nuevos puestos de trabajos que reaviven el consumo interno, el desafió será un tanto difícil. Poder sostener una economía estable e inclusiva para todos sin la reactivación de la industria no es viable.

No hay que olvidarse que las empresas no pierden casi nunca. Que ante problemas graves para desarrollar su actividad, la salida es fácil y está al alcance de sus manos. Los traslados de las empresas a países menos “problemáticos” y la variable de despidos son las primeras medidas que toman y los que pierden siempre son los mismos: la clase trabajadora.

Por lo tanto, y utilizando una frase “Nacional y Popular”. Queridos muchachos y muchachas que les hemos dado con el voto la responsabilidad de tomar decisiones importantes “QUE NO SE LES ESCAPE LA TORTUGA” Que si las empresas no producen por falta de materias primas, lo único que logran es que las empresas cierren y el gasto publico aumente. Menos empleados igual a más planes sociales.