Por Alejandro Bercovich (@aleberco)
A cinco años de la intervención del ente y del inicio de las patoteadas contra sus técnicos, un ejercicio de actualización de precios revela hasta dónde llega la manipulación.

En el reino del INDEC, un kilo de cuartirolo no vale los 38 mangos promedio que cobran el avaro de Coto y los estafadores chinos en la lejana Buenos Aires sino la bagatela de $18,90. Y un kilo de pategrás, que va tan bien con el Campari a la hora del vermú, se consigue por $33 y no hay que desembolsar los $55 que pide cualquier almacenero abusador en Argentina.
En la Atlántida morenista, ese paraíso extraterrenal donde el ministro de Deportes es el kickboxer “Acero” Cali y el canciller es el expolicía Hernán Brahim, sentarse a cenar en una parrilla no pasa de 40 mangos con un vino decente. A nadie se le ocurriría cobrar un almuerzo ejecutivo a $75, como hacen tantos gorilas apátridas en el microcentro porteño. Y no es extraño, porque la tira de asado sale de las carnicerías a $12,30, la paleta a $12,50 y la nalga a $16,90.
Un vino común –pongamos un Vasco Viejo o un Termidor, si uno no es exigente– cotiza $5,30 en las góndolas. Una Quilmes fresca, $4,80. Sí, la mitad que en Almagro y un tercio de lo que piden los almacenes palermitanos. Una docena de facturas ronda los 7 mangos y un kilo de pan no pasa de $3,70. ¿La leche? Una ganga, $2,40 el sachet de primera marca. Nadie sería tan antiperonista como Disco, que en esta margen del Plata, en este verano de 2012, te roba 5 pesos por la más barata.
El pollo está siempre en oferta, a $4,80. Es uno de los platos preferidos de los habitantes del Reino, porque ¡vale más barato que en 2008! Sí, señores, en los dominios de Guillermo I también hubo deflación. En algunos rubros, claro, porque en promedio hay inflación. Poca, siempre del 0,7% o del 0,8% mensual, pero hay.
Los precios de Morenolandia no son inventados. Surgen de actualizar algunos de los últimos precios de referencia que publicó el INDEC, en abril de 2008, aplicándoles los incrementos que experimentó cada rubro alimenticio de la canasta desde entonces hasta noviembre de 2011. El cálculo lo hicieron los técnicos del ente estadístico nucleados en ATE, que denuncia desde hace exactamente cinco años los aprietes, las presiones y las manipulaciones de datos que ordena el ‘Napia’, como le decía Néstor Kirchner al hombre más poderoso del equipo económico de Cristina. Los valores de referencia dejaron de publicarse justamente porque desnudaban el ridículo.
Los retoques no se limitan a la canasta básica. Ningún balneario del Reino del INDEC cobraría entre 3 y 4 lucas por el alquiler de una carpa, como se vio en este último enero en Punta Mogotes. Mucho menos los $5.175 que vale un toldo con dos sillas en la playa del hotel Provincial, en plena Bristol. Pero claro, todos saben que el Provincial es para gorilas y lleva el sello de la multinacional imperialista NH. Aunque lo administre en sociedad con el gobierno del justicialista Daniel Scioli.
En enero de 2007, cuando Moreno tomó control del INDEC, la ministra era Felisa, quien poco después pasaría a poblar el selecto panteón de los funcionarios que robaron, huyeron y los pescaron. Todo por un mísero bolso, 240 mil dólares y una solapada interna con otro ministro, Julio Miguel, el principal interesado en que ese bolso se convirtiera en tapa de diario.
En el Reino del INDEC, gracias al dibujo del Índice de Precios al Consumidor, la economía creció casi 10 puntos más de lo que registran para Argentina los macroeconomistas, incluso los más afines al Gobierno. Y la pobreza afecta a sólo el 8,3% de la población, y no al 20,9% que estimó acá el año pasado el archioficialista Artemio López ni al 22,9% que calculó la CTA de Hugo Yasky, de fuertes lazos con el kirchnerismo.
En la Argentina, ese país ingrato, los gremios se las ven en figurillas para pedirles a los empresarios que les suban un 20% o un 25% los sueldos. Lo hacen de angurrientos, porque la inflación nunca superó el 10% anual. Si se mantienen en esa tesitura, claramente golpista, el “fifty-fifty” se va a quedar corto y vamos a ir por el “sixty-forty”. En un “toch an gou”, como diría la Presi.
¿Qué diferencia hay entre Argentina y el Reino del INDEC? Casi ninguna. Cinco años. Y cinco millones de pobres. Nada, bah.