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Un día con Enrique Symns


Una entrevista realizada por Gabriel Levinas a Enrique Symns, creador de Cerdos & Peces, figura emblemática del periodismo y de la cultura under.

 

 

 

Entró por la puerta como si fuese un lugar donde nunca estuvo, pidió un vaso de vino y un cenicero.

Lejos de las imagenes ideales, este artista alimentado de la calle y del deseo, decidió romper con lo ordinario. Observó a la gente, su vida peligrosa y rutinaria, afirmó que la vida de la mayoría se transforma en un guión constante, ya preescrito. “En el libro ‘La vida como un supermercado’ el autor compara la vida de cualquiera con la de un escritor, donde necesita para escribir la página 13, memorar la 12 y citar la 11, eso es la vida”.

Recordó cómo fue ése día en que se despertó del lado equivocado de la cama. Lleva en su memoria sus peores y mejores momentos. La cocaína, un polvo que se desgrana en cada palabra que comenta las maldades pasadas. Compañera, ya casi ausente, que anhela con la misma pureza que le impone a su química. El sexo, la masturbación, la imaginación, la maldad; son los condimentos que ella necesita. “Es fácil ser malo, por eso a veces se confunde al malo con el pelotudo”.

Un maldito, un extraviado, un amoral. Eso y mucho más es Enrique Symns. La disgresión es un camino constante en su extravío. Ningún tema es mejor que otro. Su discurso no admite jerarquías, ni ordenamientos. Y todas las ideas, sin importar cuán grandilocuentes quieran parecer, pasan por la misma guillotina. Sabe de la mentira y la traición, de actos delictivos anónimos y solitarios. “Como decía Mao, hay pactos parciales, pero el pacto debe ser roto”. Es así como se considera un amigo de nadie y enemigo de muchos.

Se sienta torcido, mueve sus piernas y da golpecitos ténues y compulsivos. No le importa hablar de lo que sea. Se siente parte de un linaje de profetas y es así cómo da su palabra, citando a Nietzsche como a  un amigo con el que recuerda por las noches, “siempre me sentí un extraterrestre, mientras caminaba por la calle a los 15 años miraba a todos como si estuviesen muertos, como si yo fuese el único sobreviviente, tenía un palpitar, una fuerza especial”. El escape de la rutinaria esclavitud al sistema, lo obligó a transitar en el límite: “Si salís del sistema hay cuatro maneras de sobrevivir: trabajás, o robás, o mendigás o te protituís; yo era un ladrón, ahora mendigueo”. Como un sobreviviente que nunca supo ganarse la vida, no fue a la escuela primaria, ni secundaria, nunca supo como ganar dinero: “yo nunca aprendí nada, por razones intelectuales y verdaderas. Las razones intelectuales: mi papá era anarquista, pero la realidad es que como no estaba casado con mi mamá, no querían que me enterara de que yo era hijo de una puta. Y al no hacer la primaria pasaron dos cosas: una, fui mejor persona, más loca, más extraviada; y fui peor persona porque no aprendí a convivir con los demás, no aprendí a sobrevivir. En el colegio te cagás a trompadas, aprendés a jugar al fútbol, aprendés a coger, aprendés todo”.

El sufrimiento siempre lo remite hacia un pasado de infancia y de juventud. Como un niño que juega a prueba y error, como un dogma que repite a lo largo de cada secuencia, su vida es una sucesión de accidentes, los sucesos más importantes están en todo lo que ha fallado: “La vida es eso que pasa mientras estás haciendo otra cosa”, dice, recordando las palabras de John Lennon. Allí está lo maravilloso; en esa desgarradora, brutal y salvaje libertad para descubrir lo extraordinario.

Symns vive así. No quiere contagiarse del sentimiento ajeno. Es un paranóico, pero desearía ser psicópata. Sin embargo algunos sentimientos pueden con él, y aunque lo niegue, la envidia está en sus noches más preciadas, en sus escritos, comparándose con Paul Auster y William Burroughs , quienes supieron mostrarle lo mejor de la literatura. “Burroughs era un tipo amoral. Yo siempre diferencié la moral de la ética, la moral es un intervencionismo sexual que no se va a satisfacer nunca. En cambio la ética es solidaria”. A esos envidia seguro. También envidia a otros que sabe que no le van a enseñar nada, pero que ganaron su dinero con facilidad, “eso también es envidia” repite Levinas detrás suyo.

 

“Los rockeros escriben sus canciones leyendo el diario”

Envidia a ese hombre que gana demasiado dinero como para merecerlo, encarnado en algunos músicos que él conoció de cerca. “Con Pergolini concluimos en que existe algo miserable de parte de muchos artistas musicales, ¿Por qué Mano Negra se separa? ¿Por qué Memphis se separa? ¿Por qué Los Piojos? ¿Por qué Bersuit? Porque el Rockero argentino es ambicioso, quiere llevarse la plata para él. Todos hacen eso, el Indio, Manu Chao, El pelado (Cordera), todos. Entonces, cuando eso los hace miserables no pueden dar lo mejor de sí”.

Por un momento Symns proyecta en el éxtasis el escenario del rock: “¿Y el éxtasis con qué se relaciona? Con consumo de drogas, con el sexo promiscuo”. Muestra en su mirada una desilución continua, oportuna cuando la relaciona con la música que alguna vez escuchó. “El Indio Solari era inteligente y después, cuando se fue el Indio, la Bersuit parecía inteligente, pero era la mitad del Indio; ahora es Pity (Álvarez), que es la mitad del Pelado (Codera). Imaginate como van bajando de nivel”.

En el artista desligado del mundo,  alerta la paradoja: “Como decía Pettinato: los rockeros argentinos escriben sus canciones leyendo el diario”. Symns repite la frase, acierta con la cabeza e intuye que sabe más de lo que hablaría en este momento; sin embargo vuelve al tema, “Fito Paez vive en el hotel Sheraton tocando el piano, todos hacen eso y no tienen información de la vida”. Le suena standar, le suena obvio, recuerda sus aventuras para publicar. “Yo estaba viejo pero salir a la calle y respirar la nota era lo correcto, ir a Once y ver a las chicas llorando, que al tiempo las violaron, o son borrachas porque en invierno les venden las botellitas de vino que valen muy barato, y se toman 20 en la noche. Yo escribo mis poesías ahí. Soy como un pintor”.

Prende su cigarrilo número diez y pretende cambiar de tema. El solito va y vuelve, él solo conoce las calles y las gentes de ellas.

 

“Me repugna haber creído”

No se trata de un hombre aburrido de sí mismo, de lo que observa. El paso de los gobiernos hace que compare el pasado con el presente y que no calle lo que ven sus ojos, “No sé hasta qué punto la dictadura ha dejado una herencia. En cambio el kirchnerismo si la ha dejado en la clase media, trajo una palabra espantosa, como decía Erich Fromm, ‘La búsqueda de seguridad es el único enemigo del amor’. Estamos en una sociedad que busca seguridad, por lo tanto ha abandonado al amor. Porque si caminas por Once los que les dan algo a los mendigos son los pobres”.

En su mente saca fotografías que luego relacionará con lo leído, con lo aprendido. Haber descubierto que la filosofía trae problemas al mundo y no soluciones fue música para sus oídos. “Por eso el marxismo y mucho menos el peronismo nunca fueron filosofías;  porque buscaron soluciones, fueron más bien religiones”. Entonces ¿Cómo definiría Symns al hombre que quiere salvar al mundo? “Un hombre peligroso”. Mira a su alrededor, y repite, “¿Sabés qué es más peligroso? La masividad. Y aún peor, la masividad adherente. Pero te voy a decir lo que más me repugna, me repugna haber participado de todo eso, haber estado con Hebe de Bonaffini, haber creído…”.

 

“El periodismo militante es la peor vergüenza”

Crea nostalgia de un tiempo que fue suyo, destaca a la Argentinidad como una enfermedad, “Yo no tengo ni país ni patria, si me dicen Argentino me están insultando; yo nací en una calle y tuve mis amigos y ese país nunca se fundó. Esa es la gente que para mi son seres humanos, el argentino es algo tremendo”. Sarmiento decía: “¿Qué palabra se forma con la palabra argentino?, ignorante”, y el argentino es un ignorante. Dicen que peor es el uruguayo, porque es más perfecto, más suizo, si querés aburrirte, andá a Montevideo. Chile es otra cosa: yo lo llamo el triángulo de las bermudas de Sudamérica. Sudamérica es Bolivia, México, Brasil. Por ejemplo, ves un alcohólico a la mañana, en Argentina lo mandan a Alcohólicos Anónimos; en Brasil le das diez pesos para que se compre una botella de vodka. Es así, morite de lo que quieras. Me hace acordar de un reportaje a Jonathan Salk, el inventor de la vacuna contra la poliomielitis, que decía que las personas tienen derecho a vivir y a morir como quieren (hablando del sida), y es una elección muy difícil de tomar”.

Como si narrara una postal de un pueblo lejano, hace la mímica con las manos, se muestra en contra del periodismo jurisprudente. Indignado, molesto. “El periodismo militante es la peor vergüenza, la peor humillación que ha sufrido el oficio, un oficio que tiene un juramento hipocrático como el del médico, porque trata la salud mental de la población”. Afirmando después de unos minutos, que con el apoyo de los intelectuales estamos vamos a un rumbo a un país fascista. El verbo de la palabra poder es fantástica, pero no como sustantivo. “Un tipo que milita es un militar, ¡un milico!, y eso son los periodistas, son milicos”. “Marshall Mc Luhan sostenía que las carreteras no habían sido construidas para los autos, sino para los tanques, que todo lo que se inventa es para la guerra y que Internet iba a ser el peor enemigo del ser humano y de alguna manera lo es”.

 

“La vida es un sufrimiento”

La calificación de la memoria como lo peor que puede pasar en la vida no pasa desapercibida en el espacio. Entonces Symns mira reafirmando, “claro, porque el recuerdo es la mejor herramienta del olvido, el pasado es una especie de espectro que te acosa. ¿Qué recuerda la gente? Te acordas de lo que no hiciste, o de lo que hiciste y te duele. ¡O peor! te acordas de lo que vas a hacer y te duele y te acordas de lo que no vas a poder hacer y te duele. Es sufrimiento en el tiempo. La vida es un sufrimiento”.

Sin embargo, cualquiera que haya escuchando sus palabras se convence de lo fantástico que puede ser él, de su adaptación al sufrimiento permanente, y la humildad talentosa con la que la siente. Con una risa contagiosa afirma “esto ya es el colmo de lo que puedo sentir como ser humano”.

Como el entretenimiento y la sabiduría a domicilio, juntó sus cosas y se fue después de cuatro horas de conversación. Seguirá siendo un enigma que vive entre soles, no sombras. Seguirá siendo así como un secreto que de a saltos dejó de pertenecer.

 

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