Por Milva Benitez y Josefina López Mac Kenzie
Las fronteras son un enclave dilecto para los proxenetas. Puerta para importar víctimas extranjeras y exportar víctimas argentinas. Entrada para que los tratantes “vengan a comprar”. Posta en el camino de secuestros interprovinciales. Bien lo sabe Irene Cari, referente del Foro de Mujeres por la Igualdad de Oportunidades de la provincia de Salta.
La reforma a la ley argentina de prevención y sanción de la trata, el debate sobre la penalización al cliente-explotador, las clausuras y reaperturas de prostíbulos, las condenas a proxenetas, los pasos fronterizos, la trata de niños, los avisos clasificados, la capacidad de acción de las Justicias provinciales ante un delito federal y las nuevas modalidades en que se camufla el buen negocio del tráfico y la explotación de mujeres con fines de explotación sexual fueron los asuntos más nombrados en el Tercer Encuentro Internacional de Redes Sociales que Luchan contra la Trata y el Tráfico de Personas, que reunió en la municipalidad de La Plata a principios de este mes a organizaciones sociales y funcionarios judiciales, ejecutivos y legislativos.
En ese marco, la expositora Irene Cari, referente salteña de la Red Alto al Tráfico, la Trata y la Explotación Sexual Comercial de Niños, Niñas y Adolescentes (RATT) y del Foro de Mujeres por la Igualdad de Oportunidades de la provincia de Salta, dio cuenta del tenor de la problemática en las provincias del norte y de la falta de cooperación del Estado para combatirla.
En algunos lugares de Salta “las niñas desaparecen como si desaparecieran las gallinas —expresó la referente—. Desaparecen todos los veranos cantidad de niñas y la Policía no da una respuesta”.
Para retratar algunos circuitos, la referente contó el caso de una mujer de 28 años que terminó secuestrada y esclavizada después de una ilusión laboral. El anzuelo fue un aviso clasificado que pedía “mozas para ir al sur”. La mujer acudió, empezó a trabajar y después la llevaron a Perico, en Jujuy. Allí, contó después la víctima, había muchos extranjeros y niñas. “Porque a Perico llegan los que compran”, sintetizó Cari.
Esa mujer, que después logró escapar, contó que ella era rebelde y gorda, y por eso nadie la quería llevar, pero finalmente la tuvieron junto a otras veinte mujeres en el subsuelo de una finca que parecía de producción vacuna y adonde llegaban hasta vehículos oficiales… De acuerdo al relato de la víctima recogido por Cari, la finca era visitada por unas combis de Desarrollo Social de Perico y de Salta que trasladaban gente a la frontera. Los vehículos con patente oficial, explicó Cari, no son revisados, entonces “pasan sin que se vea qué llevan dentro”.
La referente salteña también contó que en este tipo de secuestros la comida se les da siempre a las mujeres que “no se resisten y se dan a los trabajadores golondrina”, y en el cautiverio suelen ser alimentadas por otras mujeres, también pobres, a las que les dan mucha plata para que no hablen. Una señora que les daba la comida a las secuestradas en Perico les dejó abierta la puerta del sótano un día y así esta mujer pudo huir y se conoció su historia. “No me podía parar de tan flaca que estaba cuando me escapé”, contó la víctima. Sucia y sin una moneda, se fue a la estación y le dijo a un chofer: “Yo sé que hace un año que me busca la Policía”. “¿Estás segura?”, le respondió el hombre… y le permitió subir y sentarse en el fondo del micro.
La mujer sobrevivió trasladándose de un lugar a otro y llegó a Salta a finales de 2006. Lo que no sabe es qué pasó con el resto de las secuestradas, “porque a veces escapaban y salían muertas”, contó.
“Nuestro objetivo es que las víctimas se empoderen”
“Habíamos tenido tantas desapariciones de mujeres… no teníamos ninguna respuesta para encontrarlas… y si las encontrábamos no teníamos qué hacer con ellas. A partir de 2010 hemos logrado comprometer al municipio de Salta para poder instalar un espacio de asistencia a las víctimas, pero aún no se ha podido lograr. ¿Por qué el municipio es renuente a brindarnos recursos mínimos como es un espacio físico?”, cuestiona la referente. Y vuelve sobre “la complicidad tan terrible” de la Policía y de los efectores de salud y de justicia”.
“En la Policía chocamos con un fuerte muro para que nos tomen una denuncia”, asegura, y cuenta que una madre fue a una comisaría y no le tomaron la denuncia porque la niña tenía 15 años. Es una chica, cuenta Cari, que había salido a comprar un poco de pimentón y desapareció. “En tres meses la encontramos, pero porque fue mucha la presión, había fundaciones que nos publicaban las fotos por todos lados y tiene que ver mucho con los medios de comunicación. Tuvimos que mentirle a la Policía, decir que se había fugado, porque de esa forma la denuncia sí es inmediata. Hay que rever eso de que son 24 hs… Nunca suena el teléfono si te quedás esperando una llamada. A esa chica la encontraron sus compañeros del colegio Normal. Tenía el cuerpo quemado y no recuerda nada de nada… En ese estado, la Policía de la provincia quiere que la niña vaya a declarar…”.
“Nuestro objetivo —asegura Cari, referente de una organización que además de militar contra la trata ejecuta programas nacionales de microcréditos para emprendedores y atiende guarderías infantiles y merenderos para niños desnutridos que les derivan los centros de salud— es siempre que las víctimas se empoderen. No dejarlas sola. El Estado no tiene asistencia. Por ejemplo, eso del 0-800 es mentira, yo llamo a las 3 de la mañana no hay nadie… ¿Quién puede hacer que se cumpla? Yo pienso que toda la sociedad. Las organizaciones no gubernamentales decimos: nosotros ponemos el 80% del trabajo pero le pedimos al Estado el 20%. Nosotros estamos capacitando, tenemos una radio hecha por adolescentes que trabajan contra la trata y todo lo que implica, tenemos también periodistas que trabajan con nosotros… Pero el Estado no responde. Nunca está. Llega tarde”.
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