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El argentinazo según Kirchner

 Por Diego Rojas (@zonarojas)

Docentes golpeados por la patota kirchnerista en abril de 2002 cuentan cómo actuó el gobierno para sostener el ajuste y detener la rebelión popular. Última nota de la serie publicada por el 10º aniversario del 19 y 20/12/2001.

 

Rudy Ulloa dirige una patota contra marcha docente

Rudy Ulloa dirige una patota contra marcha docente

 

 

 

“Vamos a correrlos. ¿Quiénes se creen que somos? Se terminó. Tenemos que salir al frente. ¡Si van a la casa de un compañero a agredirlo o molestarlo, vamos a ir doscientos, trescientos, quinientos o mil a la casa de ellos! Que les quede absolutamente claro.”

 

Así se manifestaba Néstor Carlos Kirchner en marzo de 2002. En Santa Cruz, su provincia, un numeroso grupo de ciudadanos de Río Gallegos se había plegado a la ola de rebelión que recorría la nación y había instalado su propia asamblea y sus propios cacerolazos. En la tierra patagónica que gobernaba, Kirchner se enfrentaba a la acción colectiva contra los ajustes que llevaba a cabo su gobierno. La situación lo enojaba. Decidió que la situación debía parar. Días después de su arenga, realizada en una unidad básica en la capital santacruceña, una patota paraestatal embocó a los caceroleros y les propinó una golpiza que conmovió a la ciudad. Las patotas. Una forma de tercerizar la represión que Kirchner inauguró durante los calientes días de 2002 para cortar los impulsos a la rebelión de los santacruceños.

 

 

 

 

 

 

 

Ricardo Mercado vive en Córdoba su retiro. Llegó a ser secretario general de ADOSAC, el sindicato docente de Santa Cruz, desde donde provocó varios dolores de cabeza a los Kirchner. “Fui secretario general del sindicato desde 1997 hasta 2001. El sindicato se había convertido en el principal factor de oposición al gobierno de Néstor Kirchner porque los radicales y otros opositores habían sido neutralizados –recuerda Mercado–. Después de que se hicieran los cacerolazos en Buenos Aires realizamos el primero en Río Gallegos, que fue pequeño. Pero luego fue creciendo. Nos movilizábamos, hacíamos escraches. En una sesión del parlamento que trataba el presupuesto ingresamos y pedimos que no se tratara el tema sin discusión, o que se trataran algunos puntos que habíamos llevado. También reclamábamos por la plata que Néstor Kirchner había recibido en compensación histórica petrolera, que se había llevado al exterior según dicen para depositar en una cuenta en Suiza, y cuyo destino Néstor Kirchner no explicaba. Pedíamos que se abrieran los libros, porque sabíamos que esa plata podía servir para pagar las deudas, construir viviendas, mejorar las vidas de los habitantes de la provincia. En un momento me dirigí hacia uno de los diputados para decirle que parte del presupuesto que le atribuían a bomberos en realidad truchos porque ya los habían pasado en el presupuesto anterior. El diputado me agarró de las solapas y se armó un trompeadero tremendo. Nos empezaron a golpear, se cortó la luz, un compañero le quitó a Héctor Icazuriaga, actual jefe de la SIDE, el micrófono y gritó: ‘Le están pegando a Mercado’. Era todo un quilombo. Habíamos desnudado la falsedad del presupuesto que votaban los diputados y lo habíamos hecho los caceroleros, porque los radicales no hacían nada, la oposición no hacía nada. La oposición éramos nosotros. Eso indignaba a Néstor Kirchner”.

 

Mercado se había convertido en un enemigo explícito de los Kirchner. “Sacaban volantes sin firma que repartían en la escuela de mi hija donde decían que había robado plata al sindicato”, cuenta. En su arenga de marzo, Néstor Kirchner no se olvidó de mencionarlo explícitamente.

 

Mercado continua su relato: “Las asambleas decidían ir a repudiar la acción de algún diputado llevando las cacerolas hasta su casa, por ejemplo. Según cuentan, Uzacuriaga fue llorando a contarle a Kirchner que lo habían caceroleado en su casa, que estaba muy dolido, que no podía ser. Ahí es cuando Kirchner decidió atacarnos. Por eso convocó al partido para que nos sacuda. Ahí pronunció su arenga”. La acción escarmentadora de los caceroleros había sido tomada desde el más alto poder del Estado provincial. Mientras tanto, a la asamblea se habían sumado trabajadores del carbón y del hospital, además de los docentes y vecinos de clase media que constituían su núcleo. “El día del ataque Miguel Bonasso estaba en Santa Cruz para presentarse en la Feria del Libro. Decidimos aprovechar su presencia para llevarle los reclamos que le hacíamos al gobierno y nos movilizamos hacia la Feria. Bonasso no nos quiso recibir. Alguien sugirió que fuéramos a escrachar la radio de Rudy Ulloa, que quedaba cerca. Decidimos hacerlo. La zona había sido liberada, no había ni un policía. Entonces fue que nos atacaron. Nos golpearon ferozmente. En la patota había militantes del kirchnerismo y funcionarios, estaba el subgerente del banco provincial, el gerente de la empresa de energía, había funcionarios del gobierno que le pegaban a todos, incluso mujeres y niños”.

 

No fue la primera ni la última vez. Cada vez que los docentes se movilizaban, una fuerza de choque kirchnerista hacía lo mismo. “Si había una marcha docente, los kirchneristas armaban una contramarcha que salía a confrontarnos -explica Mercado-. Quien lo conoce a Kirchner sabe que toda la vida ha sido un financista, un oportunista. Siempre ha estado pensando en la guita, ni siquiera en el peronismo. Y nunca fue progresista. Él se inició como intendente de Río Gallegos y debutó a los quince días metiendo a la policía y desalojando el galpón municipal donde los trabajadores estaban haciendo su reclamo. Cuando Hebe fue a Río Gallegos Kirchner no la quiso recibir. Que los kirchneristas quieran pensarse como símbolo del 19 y 20 de diciembre no solo no corresponde, sino que es una mentira”.

 

Miguel Del Pla es un histórico dirigente del Partido Obrero de Santa Cruz y dirigente docente. “Antes del corralito Kirchner había tomado medidas de ajuste en la provincia. Había largado una reducción y eliminación de asignaciones familiares y una eliminación de adicionales que percibían los trabajadores. Se produjo una primera movilización el 6 de diciembre bastante importante que confluyó con el gremio docente y con la CTA, que dirigía la izquierda. Luego, los acontecimientos nacionales tuvieron rebote. El 19 y 20 hubo unos cacerolazos, pero chicos. A nivel nacional empezaron a hacerse cacerolazos todos los viernes. En Santa Cruz comenzaron a replicarse. Adosac convocó al cacerolazo, colgó unos pasacalles reclamando que se acaben los recortes salariales y el lugar y horario de la convocatoria. Lo sorprendente fue que concurrieron 200 personas. Había clima como para movilizarse. Decidimos recorrer la Casa de Gobierno y la casa del gobernador. Más tarde votamos a hacer escraches en casas de funcionarios. Caceroleamos en la puerta de la casa de Carlos Zanini. El movimiento se desarrolló, las movilizaciones eran de 400 o 500 peronas, que para Río Gallegos es una cifra muy considerable. Además veníamos de una década muy difícil, con un Kirchner que había sido muy represivo. Había disciplinado a todo el mundo. Limpió el gremio estatal y a todos los sectores de oposición. Salvo el sindicato docente”.

 

 

–¿Cómo respondió el gobierno a la movilización popular?

 

–Comenzó a responder fortificando la Casa de Gobierno con sus militantes. Todos los viernes los militantes y contratados se apostaban en su perímetro, resguardándola. Siempre quedábamos al borde del enfrentamiento físico. Cuando evaluábamos que las fuerzas no eran suficientes, evitábamos la Casa de Gobierno porque no queríamos ir al choque. En ese marco de cosas Kirchner pronunció su arenga llamando a reprimir.

 

 

–¿Cómo fueron los hechos?

 

–Fuimos a la Feria del Libro. Dimos una vuelta alrededor del lugar y cuando estábamos desconcentrando alguien planteó que pasáramos por la radio de Rudy Ulloa. Habían montado un operativo esperándonos ahí. Se ve que el que planteó eso era un infiltrado del gobierno al que después detectamos. Cuando estábamos llegando a la radio nos atacó la gente que nos esperaba. Después llegaron varias camionetas con más gente desde la Casa de Gobierno que se sumaron a la golpiza y la policía que había estado en los alrededores desapareció. La patota la dirigía personalmente Rudy Ulloa.

Francisco Sevilla también era un dirigente docente en aquella época. “Para ese momento Kirchner ya había tomado medidas de ajuste –explica–. Veníamos de unos años en los que su gobierno no sólo había sido muy disciplinador, sino que también había tenido una política de coptación de los medios, tanto públicos pero también privados. Hubo persecusión a quienes se expresaban distinto. Cuando yo salí a reclamar por una ley sobre conciliaciones, fui intimado por Ricardo Jaime para que rectificara mis declaraciones contra el gobierno bajo el riesgo que, de no hacerlo, me iniciara una demanda judicial. Algo así nunca había courrido con un dirigente sindical. En ese momento Jaime ejercía el cargo de presidente de Consejo Provincial de Educación. Después se sumó al gobierno nacional de los Kirchner, que lo llevó a malversar la fortuna que hoy tiene”.

Sevilla también estuvo presente en la represión de la patota que aleccionó a los asambleístas patagónicos. El docente encuentra un rasgo que unifica el hecho con el accionar kirchnerista más actual. “La golpiza sucedió en abril de 2002, pero dejó una marca en el gobierno. No dejó de usar fuerzas de choque para intentar regimentarnos. Lo seguimos viviendo hoy. Como ejemplo más reciente, hay que tener en cuenta a la patota de la Uocra que molió a golpes a los docentes en la cuenca carbonífera cuando se realizaba la huelga blanca. Esa golpiza de 2002 era parte de una política global de presión que también ejercía sobre los medios y los sindicatos. Recuerdo que se fundó el sindicato Luz y Fuerza Santa Cruz, que era una instancia paralela al Luz y Fuerza Patagonia que respondía a Oscar Lescano. El gobierno de los Kirchner fue con todo contra ellos. Los persiguió, les sacó la personería jurídica, los diezmó. Era la forma política de actuar que ellos tenían”.

 

Algunos comentaristas de la realidad señalan que el kirchnerismo sería la expresión genuina de ese proceso que se conoció popularmente como el “Argentinazo”. Los testimonios precedentes indicarían que, en todo caso, Néstor Carlos Kirchner y su gobierno actuaron en contra de aquella rebelión popular. En todo caso, hay que intentar conocer y tratar de no olvidar. Para eso sirven los aniversarios. Para aprender de ellos.

 

 

 

 

 

 

 

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