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Dólares y subsidios, una conexión gaseosa

Por Sergio Serrichio (serrichio@hotmail.com)

Límites para la compra de dólares y recorte en subsidios, dos medidas que van de la mano. El fuerte papel de las importaciones de gas en el equilibrio de la balanza comercial.

 

 

 

 

El virtual “corralito verde” que instauró la AFIP sobre la compra de dólares y la primera tanda de recorte de subsidios por 600 millones de pesos que anunciaron Amado Boudou y Julio De Vido son señales de que en su segundo mandato Cristina Fernández de Kirchner hará fuertes retoques a un “modelo” que empezó a chocar contra sus límites y al que le será cada vez más arduo resolver sus contradicciones.

 

Si, por caso, el Banco Central dice que comprar dólares fue en los últimos años “un mal negocio”, ¿por qué entonces el propio BCRA llegó a acumular reservas por más de 52.000 millones de dólares, y mantiene más del 90 por ciento de las que le quedan en activos denominados en dólares?

 

Es obvio que las trabas a la compra del billete no tienen nada que ver con el combate al lavado de dinero (argumento extraño en el gobierno que dispuso el más amplio blanqueo de capitales de los últimos 50 años e impulsó con llamativo entusiasmo el desarrollo de la industria del juego) y mucho con una potencial escasez de dólares.

 

Esta escasez resulta del efecto tijera de un saldo comercial menguante y un persistente aumento de la demanda de divisas (contrapartida de la huida del peso, asociada a la inflación y a la inexistencia de buenas alternativas de ahorro en pesos), a partir de que el dólar empezó a ser visto como “barato”.

 

Si la interrupción de la convertibilidad peso-dólar sorprendió por lo abrupta, el anuncio del recorte de subsidios fue, en cambio, una medida largamente demorada.

 

Según qué se incluye, la cuenta de subsidios para 2011 oscila entre 70.000 y 100.000 millones de pesos. La parte del león son los subsidios energéticos y de transporte. En el presupuesto 2012 que envió el gobierno al Congreso sólo esos dos ítems suman 61.000 millones de pesos.

 

Los principales receptores de esos subsidios son dos empresas desconocidas al gran público: Cammesa (Compañía Administradora del Mercado Mayorista Eléctrico S.A.) y Enarsa, la “petrolera” estatal creada por el kirchnerismo a partir de una idea de Guillermo Moreno.

 

Cammesa es una suerte de cámara compensadora entre el estado y las generadoras y distribuidoras eléctricas, el pilar sobre el que –a fuerza de subsidios- se asienta la “energía barata” (1). Enarsa es el otro; en la división de tareas le tocó pagar la compra de combustibles: gas natural de Bolivia, fueloil de Venezuela y, cada vez más, gas licuado de lugares como Trinidad & Tobago y Qatar, a precios carísimos.

 

La línea más directa entre la escasez de dólares y el recorte de subsidios es, precisamente, el gas, responsable del 50 % de la energía que consumimos anualmente.

 

Un primer dato curioso: este año la Argentina se unió al selecto grupo de países que importa más gas por barco que por gasoductos. Allí revistan países como Japón, Corea del Sur y Taiwán, sin conexión terrestre con zonas de producción, o España y Portugal, ubicados en el tramo final de la red de gasoductos europea, abastecida mayoritariamente desde Rusia (aún así, los ibéricos usan un gasoducto que, corriendo por debajo del Mediterráneo, les lleva gas del Magreb).

 

El hecho es que, pese a los declamados acuerdos con Bolivia, la Argentina ya le compra más gas a Qatar. Licuado y mantenido a temperaturas cercanas a 200 grados bajo cero, el gas qatarí llega en costosos barcos “metaneros” y se “regasifica” en las estaciones flotantes de Bahía Blanca y Escobar (inaugurada en junio pasado). Pero como se comprará cada vez más (Enarsa ya firmó con Qatar Gas un preacuerdo de provisión de un valor estimado en 50.000 millones de dólares), el gobierno proyecta construir una tercera estación de regasificación en San Antonio Oeste, Río Negro, y acordó con el gobierno uruguayo para construir otra en Montevideo (2).

 

Todo debido a que, cortesía de los subsidios, la Argentina se fumó sus reservas de gas. En 2003, cuando Néstor Kirchner asumió la presidencia, el país producía más gas que Qatar. Hoy produce menos de un cuarto. Entre 2003 y 2010 el volumen físico de reservas del fluido cayó aquí a la mitad y, en términos de producción, de 20 años a cerca de 8 (y no cayó más porque la producción también declinó).

 

Las importaciones de gas (y de energía en general) tienen así el doble efecto de menguar el superávit comercial y engrosar la cuenta de subsidios. La presidenta ya aceptó la inevitabilidad de lo primero, por eso cuida los dólares que necesitará para pagar el gas qatarí, pero no puede convalidar lo segundo, lo que explica la decisión de empezar a recortar los subsidios.

 

La medida es lógica e inevitable. Los subsidios han sido una fuente de inequidad geográfica (un informe de la Defensoría del Pueblo de la Nación calculó, por caso, que el subsidio por pasajero transportado en Capital Federal era once veces más altos que por pasajero transportado en Santa Fe o Córdoba) y distributiva: las zonas opulentas, provistas de gas por red, pagan mucho menos por el gas que las personas más pobres que deben recurrir a gas de garrafa (3).

 

La cuestión es hasta qué punto ese recorte impactará sobre las tarifas, y éstas sobre los costos de las empresas y el poder adquisitivo de los consumidores.

 

La cuenta, por de pronto, es salada. El presupuesto oficial estima en 75.000 millones la suma de subsidios para 2012, sin incluir subsidios directos como la Asignación Universal por Hijo u otros planes sociales.

 

Además de 41.735 millones de pesos para Cammesa y 21.802 millones para Enarsa, allí se incluyen 2.488 millones para Aerolíneas Argentinas y 4.255 millones para los concesionarios de trenes y subtes (aparte del FFCC Belgrano, que solito se lleva 2.128 millones) y tiene partidas como una de 712 millones para Radio y Televisión Argentina y otra de 181 millones para Télam (sólo estos dos canales de propaganda oficial insumen dos millones y medio de pesos por día), amén de curiosidades como un aumento de 68 por ciento en subsidios a la Operadora Ferroviaria Sociedad del Estado (empresa estatal creada en 2008, pero que aún no opera línea ferroviaria alguna) y de 767 por ciento en fondos a “otras empresas”. ¿Para qué molestarse en identificarlas, si demandan apenas 946 millones de pesos?

 

 

 

NOTAS
(1)   La “energía barata” es una ventaja, pero no una panacea ni un atajo al desarrollo. A menudo genera derroche y deterioro ambiental. Y es muy desventajosa si tiene bases artificiales. Un caso paradigmático de “valor agregado negativo” es el de Polonia, que llegó a exportar flores tropicales, que producía en invernadero gracias a la energía ultrabarata que le proveía la entonces Unión Soviética. El valor de esas flores en el mercado mundial era inferior al de la energía que Polonia consumía para producirlas.
(2) La diplomacia kirchnerista del gas involucró a Julio Grondona, quien aportó el voto de la AFA y operó para que la FIFA apruebe la realización del Mundial de Fútbol 2022 en Qatar. La propia presidenta recibió a fines de  2009 a una delegación encabezada por el Emir de Qatar y en enero de este año retribuyó la visita. Meses después, Enarsa firmó con Qatar Gas un preacuerdo de provisión de 20 millones de toneladas de gas. En su visita a Doha, la capital de Qatar, Cristina se reunió tres veces con la esposa del Emir, la “jequesa” Mozah bint-Nasser al-Missned. Mozah preside la multimillonaria Qatar Foundation, cuyo logo reluce en la camiseta del Barcelona a cambio de módicos 165 millones de euros, e integra, junto al Emir y uno de sus hijos, el trípode del poder qatarí. La dinastía al-Thani rige Qatar desde 1868 (lo hizo tanto bajo protectorado inglés como, desde 1971, bajo la forma de “Estado independiente”), pero Cristina no se privó de compartir cuitas de pobres con el Emir. En un tramo de un discurso durante un agasajo oficial, lo miró y dijo: “Él me contaba algo que me impresionó mucho; que cuando era muy pequeño venía al colegio en su camello o en su caballo y venía descalzo y me miró a mí y me dijo: Y usted, seguramente, cuando iba también al colegio en su país, no había democracia, había dictadura, y mire lo que hemos avanzado y lo que ha hecho cada uno de nuestros países'». Nubes de gases que le dicen.
(3) Juan Bautista Marcheschi, quien fue durante varios años subsecretario de Energía Eléctrica del gobierno de Néstor Kirchner, comentó una vez el caso de un empresario amigo suyo que había resuelto el problema de pasar en Punta del Este la mayor parte del verano y tener a sus dos Doberman en Buenos Aires, para que le cuiden su departamento de 300 m2 sobre Avenida del Libertador: como los perros sufren mucho el calor, mantenía el sistema de aire acondicionado prendido todo el verano, salvo una breve pausa dos veces a la semana, cuando una sirvienta iba a renovarles la comida y el agua. El gas es el principal combustible de las centrales térmicas, es decir, de la mayoría de la energía eléctrica que se produce en la Argentina.

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