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Fabricando complots

Por Gareth Porter*

EE.UU. difunde falsa información de inteligencia para respaldar sus acusaciones de un complot terrorista.

WASHINGTON, 17 de octubre, 2011 – Durante los últimos días, funcionarios del gobierno de Barack Obama han filtrado en forma masiva información supuestamente basada en material de inteligencia, con el objetivo de respaldar su acusación de que dos agentes de alto rango de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC) de Irán estuvieron implicados en un complot para asesinar al embajador saudí Adel al-Jubeir en Washington D.C.

 

 

Los artículos periodísticos generados a partir de las filtraciones ayudaron a desviar la atención de la prensa del hecho de que no existe evidencia verificable de cualquier implicación iraní en el presunto plan criminal, contrariamente a la versión ampliamente difundida por el gobierno.

 

 

Pero la información sobre los dos funcionarios iraníes filtrada a NBC News, el Washington Post y Reuters era inequívocamente falsa y engañosa, tal como lo confirman documentos oficiales en un caso y un ex agente de inteligencia y anti-terrorismo en el otro.

 

 

El principal blanco de las filtraciones oficiales fue Abdul Reza Shahlai, quien fue identificado públicamente por el gobierno de Obama como “subcomandante en las fuerzas de Al Quds” de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC). Shahlai era considerado desde hace tiempo por agentes de los EE.UU., como una figura clave de la relación de Al Quds con el ejército de Moqtada al-Sadr’s de Irak.

 

El objetivo principal de la operación montada por el FBI con el iraní-americano Manssor Arbabsiar y un informante de la DEA, comenzada a fines de junio, parece haber sido el de usar a Arbabsiar para implicar a Shahlai en un complot terrorista.

 

Agentes de los EE.UU. supieron a través del informante de la DEA que Arbabsiar dijo que Shahlai era su primo.

 

En septiembre de 2008, el Departamento del Tesoro señaló a Shahlai como un individuo “que proporciona apoyo financiero, material y técnico para actos de violencia que amenazan la paz y la estabilidad de Irak”, y por lo tanto, sujeto a sanciones financieras específicas. El anuncio indicaba que Shahlai había proporcionado “apoyo material” al Ejército del Mahdi en 2006 y que había “planeado el ataque del 20 de enero de 2007” por parte de los “Grupos Especiales” del Ejército del Mahdi sobre tropas norteamericanas, en el Centro de Coordinación Provincial de Karbala, Irak.

 

 

Según la confesión de Arbabsiar, Shahlai lo abordó a comienzos de la primavera de 2011 y le pidió que encontrase a “alguien en el negocio del narcotráfico” para secuestrar al embajador saudí en los Estados Unidos, según la versión del FBI. Arbabsiar involucra a Shahlai señalando que le facilitó miles de dólares para sus gastos.

 

Pero la acusación de Arbabsiar contra Shahlai era interesada. Arbabsiar se había convertido en la piedra angular de la acusación gubernamental contra Shahlai para aliviar los cargos que pesan contra él.

 

En la versión del FBI no hay ningún indicio de que exista evidencia independiente que sostenga la acusación, sostenida por Arbabsiar, de que Shahlai haya estado implicado en un plan para matar al embajador.

 

El gobierno de Obama difundió noticias sugiriendo que Shahlai tenía un pasado terrorista, y que por lo tanto era creíble que pudiera ser parte de un complot para un asesinato.

 

 

Sentando las bases para los artículos periodísticos sobre el tema, el Departamento del Tesoro anunció el pasado martes que sancionaría a Shahlai, junto con Arbabsiar y otros tres agentes de Al Quds, incluyendo al líder de la organización, Mayor General Qasem Soleimani, por estar “conectados” con el complot criminal.

 

 

Pero Michael Issikof de NBC News informó el mismo día que Shahlai “había sido acusado previamente de planificar un ataque altamente sofisticado que mató a cinco soldados estadounidenses en Irak, de acuerdo a fuentes del gobierno de los Estados Unidos y documentos publicados el martes por la tarde”.

 

Isikoff, a quien se menciona como “corresponsal de investigación nacional” de NBC News, informó que el Departamento del Tesoro había designado a Shahlai como “terrorista” en 2008, a pesar de que el anuncio hecho por el Tesoro sobre la designación no había utilizado la palabra “terrorista”.

 

 

El sábado, el Washington Post publicó un artículo que iba virtualmente en paralelo con el de Issikof, pero yendo aún más lejos en aducir pruebas documentales de la responsabilidad de Shahlai en el ataque de enero de 2007 en Karbala. El periodista del Post, Peter Finn escribió que Shahlai “era conocido como la mano que movía los hilos detrás de la milicia de elite del clérigo Moqtada al Sadr”, que había llevado adelante un ataque sobre tropas de los Estados Unidos en Karbala en enero de 2007.

 

 

Finn citaba el hecho de que el Departamento del Tesoro nombraba a Shahlai como “la autoridad coordinadora y aprobadora final”, para entrenar a los milicianos de Sadr en Irán. El hecho no sería en sí mismo evidencia de participación en un ataque específico contra fuerzas de los Estados Unidos. Por el contrario, sugeriría que no estaba implicado en aspectos operacionales del ejército Mahdi en Irak.

 

 

Finn luego se refirió a un “memo de 22 páginas que detallaba los preparativos de la operación y la vinculaba a las fuerzas de Al Quds…” Pero no se refirió a ninguna evidencia de que Shahlai en persona hubiera tenido algo que ver con la operación.

 

 

De hecho, funcionarios de los Estados Unidos reconocieron en los meses posteriores al ataque de Karbala que no habían encontrado evidencia de ninguna participación iraní en la operación.

 

 

Hablando con la prensa sobre el memo del 26 de abril de 2007, varias semanas después de su captura, el general David Petraeus admitió que no mostraba que ningún funcionario iraní estuviese conectado con la planificación de la operación de Karbala. Cuando un periodista le preguntó si había evidencia de participación iraní en la operación de Karbala, Petraeus contestó: “No, no, no… no tenemos vínculo directo con participación iraní en este caso particular”.

 

 

En una conferencia de prensa en Bagdad el 2 de julio de 2007, el general Kevin Bergner confirmó que el ataque de Karbala había sido autorizado por el jefe iraquí de la milicia en cuestión, Kais Khazali, y no por un funcionario iraní.

 

 

El coronel Michael X. Garrett, que había sido comandante del equipo de combate de la Cuarta Brigada de los EE.UU. en Karbala, le confirmó a este cronista en diciembre de 2008 que el ataque de Karbala “fue definitivamente un asunto interno”.

 

 

El mayor general Qasem Soleimani, líder de la fuerza Al Quds, está en la lista de esos funcionarios iraníes “vinculados” con el presunto complot terrorista”, porque “supervisa a los agentes del IRGC-QF que estaban implicados en este complot”, según explica el comunicado del Departamento del Tesoro. Pero un artículo de Reuters del viernes citaba una versión de inteligencia de los EE.UU. indicando que dos transferencias por un total de 100.000 dólares a instancias de Arbabsiar hacia una cuenta bancaria controlada por el FBI implican a Soleimani en el complot para el asesinato.

 

 

“Si bien los detalles siguen clasificados”, escribieron Mark Hosenball y Caren Bohan, “un funcionario dijo que las transferencias aparentemente tenían algún tipo de marca que indica que fueron aprobados personalmente” por Soleimani.

 

 

Pero la sugerencia de que un examen forense de las transferencias podría de alguna manera mostrar quién las aprobó es engañosa. Las transferencias provenían de dos bancos distintos, no iraníes, en un país extranjero, de acuerdo a la versión del FBI. Sería imposible deducir quién aprobó la transferencia observando los documentos.

 

 

“No tengo idea de qué tipo de ‘marca’ podría ser”, dijo Paul Pillar, un ex jefe del Centro de Anti-Terrorismo de la CIA que también fue agente nacional de inteligencia para el Medio Oriente hasta su retiro en 2005.

 

 

Pillar señaló que la noción de “marca” “aparece con frecuencia en comentarios posteriores a ataques terroristas”, pero el concepto se invoca por lo general “en el sentido de ‘el método usado en este ataque tenía la marca de tal o cual grupo’”.

 

 

Esa idea de “marca” “asume la propiedad exclusiva de cierto método de ataque que no existe realmente”, dice Pillar. “Creo que lo mismo puede decirse de los métodos de transferencia de dinero”.

 

 

*Gareth Porter es un historiador y periodista de investigación especializado en políticas de seguridad nacional de los EE.UU. La edición rústica de su último libro, Perils of Dominance: Imbalance of Power and the Road to War in Vietnam, fue publicada en 2006.

 

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