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En lo de Jacobo

Por José Alberto Ochagavía

Poema publicado en CARAS Y CARETAS en otoño de 1918.

Es el cambalache que tiene Jacobo

de objetos ajenos, culpable muestrario,

y en los anaqueles, intranquilo, el robo

duerme su angustioso sueño carcelario.

 

Brinda a los viandantes la vidriera ambigua

en un desconcierto de distribución:

el busto de Wágner – marmórea estantigua –

junto a un Cristo exangüe sobre un bandoneón.

 

En vieja levita Jacobo se envuelve;

la borla del gorro le llega a la barba

que, cuando intrincado problema resuelve,

con manos nerviosas aliña y escarba.

 

Su figura típica de enjuto judío

no la doblegaron en las discuciones

airadas habidas en su montepío

con los habituales clientes: los ladrones.

 

En la rápida frase da fin al tumulto;

en términos suaves rechaza los “clavos”;

tras la blasfemia recibe el insulto

pero regatea los viles centavos.

 

Mediando el dinero transigir no puede;

tan vana es súplica como la amenaza;

y no hay silogismo sutil que lo enrede:

…¿ignoran, acaso, la ley de su raza?

 

La lúgubre tienda le ha costado tantos

brutales reveses, tantos sinsabores,

que ya no lo apiadan quejumbrosos llantos:

¡blindado se encuentra contra los dolores!

 

¿Será -cual presume- que porque le cupo

nacer en la fría cuidad de Varsovia,

de mimos maternos su niñez no supo

ni su adolescencia de besos de novia?

 

Al margen del mundo, sin paz, sin familia,

sumido en las sombras del húmedo encierro,

soñaba en las crueles horas de vigilia

llenar de billetes la caja de hierro.

 

Mas súbidamente la mágia brisa

barrió sus espesas nubes de dolor;

gustó el suave encanto de encantada risa…

¡al saberse amado se creyó mejor!

 

Después … esa noche que olvidar no sabe

le volcó de golpe tal ira satánica

que dentro del pecho no siempre le cabe,

fluyendo a sus ojos en sangre vesánica.

 

La alcoba vacía…; los rotos cajones…;

la puerta entornada…; partido el remache…;

aquellos pervesos finales renglones…:

¡Me venció el hastío de tu cambalache!

 

 

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