Por Paloma Navarro Nicoletti (@pily0)
Fueron muchos años reclamando justicia, muchos años en que los implicados caminaron campantes delante de los ojos de la honestidad, mientras eran culpables y cómplices de muertes, secuestros y torturas.
La megacausa de la ESMA, implicó tres investigaciones por separado sobre 79 desapariciones que nunca llegaron a ser juzgadas por las leyes de impunidad, el caso de Rodolfo Walsh, el caso de las fundadoras de las Madres de Plaza de Mayo, y el de las dos monjas francesas, Alice Domon y Leonie Duquet. La tan esperada condena a perpetua de algunos de los culpables se transfiguró en festejo y en una jornada que seguramente quedará impregnada como una escena más de memoria colectiva.
La causa que tuvo su inicio en el 2009, demandó más de 22 meses de debate y los testimonios de más de 200 testigos. El tribunal integrado por los jueces Daniel Obligado, Ricardo Farías y Germán Castelli se había atrevido sentar en el banquillo de los acusados a 18 represores, entre ellos, Alfredo Astiz, Jorge “Tigre” Acosta y Ricardo Cavallo, tres protagonistas cuyo mito de “intocables” se desvanecía mientras pasaban los minutos. Sentenciados a cárcel común; nada de prisión domiciliaria, nada de 15 años, y muchos menos absolución.
Taty Almeyda, Madre de Plaza de Mayo – LÍnea fundadora -, se conmueve: “Ayer fue uno de los tantos días históricos que estamos viviendo las Madres, que sinceramente, por la edad no pensamos que íbamos a vivir para poder compartir esta justicia tan esperada. Justicia legal, jamás justicia por mano propia. Y les llegó a éstos que eran amos de la vida y de la muerte porque pensaban que con la impunidad que había en el país por las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, jamás iban a ser juzgados”
Otros sentados en el banquillo: Antonio «Rata» Pernías, Adolfo Miguel Donda, Alberto «Gato» González, Carlos «Tomy» Capdevilla,Raúl «Mariano» Scheller, Pablo «Dante» García Velasco, Oscar Antonio Montes, Jorge «Ruger» Radice, Manuel García Tallada, Julio Coronel y los policías “220”Weber y Juan Carlos «Lobo» Fotea y el prefecto Juan Antonio «Piraña» Azic. Hubo otro acusado, el ex integrante del Servicio Penitenciario Federal, CarlosOrlando Generoso, pero el tribunal decidió suspender el proceso por «motivos de salud».
Hasta ayer, Astiz nunca había sido condenadoen el paísporque fue beneficiado por las leyes de Punto Final y Obediencia Debida dictadas durante el gobierno de Raúl Alfonsín (1983-89), que eximieron de responsabilidad penal a los militares de menor rango. El 2003, cuando el Congreso derogó las polémicas medidas, fue un signo inequívoco de que la fiesta había llegado a su fin.
En una entrevista a Alfredo Astiz publicada en la revista “Tres puntos” por Gabriela Cerruti, titulada: “Dos horas frente a un asesino”, el Ángel de la Muerte sorprende a la periodista con una frialdad implacable cuando afirma: “la cifra no pasa de muchos más de los 6500, están locos los que dicen que eran 30,000”.
– ¿A cuantos mató usted?
– Nunca le hagas esa pregunta a un militar.
– ¿Por qué?
– Por que preferimos no saberlo.
Ayer por la noche al ex marino seguía sin temblarle el pulso. La sincera declaración sobre su naturaleza, lo obligaba a catalogarse como hombre de destrucción. Y esa misma condición hacía imposible para él pensar lo que para todos era un deber; un arrepentimiento del que nunca se jactó y que era tan necesario como el pedido de justicia que llevaba años enmudecido.
Por el motivo del secuestro y asesinato de las monjas francesas, en 1990 Astiz había sido condenado en rebeldía por el Tribunal en lo Penal de París, a la pena de reclusión criminal a perpetuidad y desde entonces no pudo salir de Argentina debido a la demanda de arresto por parte de Francia. En la entrevista con Cerruti, Astiz admite, “A una ni la conocía. A la otra, nunca pudieron probarme nada hasta que apareció un tipo que dice que me vio entrar a una habitación con ella y después escuchó a la monja gritar.”
Por el secuestro y asesinato de Rodolfo Walsh, Astiz afirma: “Yo no estuve en ese operativo, así que no sé. Escuché que era muy famoso, se la tenían jurada porque él puso la bomba en Seguridad, donde mataron a dieciséis” (…) “Ustedes los periodistas están convencidos de que había una persecución especial contra ustedes, y no es así. Ahora pasa lo mismo con Cabezas”. Bonino es el primer periodista desaparecido, no Cabezas”.
La sentencia de la noche de ayer concluyó con aplausos y festejos por parte de los familiares y sobrevivientes, quienes aclamaban condena desde hace décadas y perseverancia para una resolución definitiva desde siempre.