Cómo percibimos a los candidatos, qué factores inciden en el voto, en qué medida basamos nuestras decisiones políticas en argumentos racionales. Todas preguntas que parecían indescifrables hasta el momento. Sin embargo una nueva disciplina se encarga de estudiarlas.
La neuropolítica indaga sobre los procesos biológicos, químicos, actitudinales y emocionales del cerebro aplicados a las decisones políticas. Ya en 2007 el investigador en psiquiatría Drew Westen publicó un trabajo pionero titulado “El cerebro político”, que demuestra cómo las emociones juegan un papel decisivo para determinar la vida política de un país. El trabajo de Westen mostraba a través de un recorrido por las elecciones presidenciales americanas de los últimos 50 años, que los votantes no respondían favorablemente a argumentos racionales y que en buena parte, ese era el motivo de los fracasos re electorales del partido demócrata de ese país.
En Argentina como en el mundo, la neuropolítica, junto con otras neurociencias que cruzan los límites tradicionales de las ciencias duras, surge durante la última década. Como explica Ezequiel Gleichgerrcht, Investigador en Neurociencias Cognitivas de «INECO» (Instituto de Neurología Cognitiva): “Tenemos varias preguntas importantes para responder desde las neurociencias aplicadas a la política. Por un lado, dónde en el cerebro se procesan ciertos aspectos de la política. Otra pregunta interesante es cuánto tardamos en procesarla. Y estas dos preguntas se han respondido especialmente con respecto a un fenómeno que es cómo percibimos la imagen de un político. Principalmente cómo es que percibimos en nuestro cerebro su cara y eso puede influenciar el voto. Una forma de estudiar esto fue mostrarle caras de políticos -en este caso se estudiaron especialmente políticos americanos que estaban postulándose para el Congreso en el 2004- de un grupo, republicanos, y de otro grupo, demócratas, a personas que no eran de los Estados Unidos, es decir, era gente que por lo general no conocía a estos políticos: se le mostraba a chicas en el secundario de Nueva Zelanda, y lo que se vio es que solo juzgando la cara, estas niñas en Nueva Zelanda que no conocían a estos políticos, predijeron en un 70% los resultados de la votación. Entonces esto generó una pregunta importante: qué es lo que está haciendo que estas chicas sin conocer nada sobre política, especialmente americana, estén prediciendo tan efectivamente los resultados de la votación y lo que se vio es que la pregunta de quién va a ganar la votación, se condecía mucho con la pregunta: ‘¿cuál de los dos tiene más cara de bebé?’ Aquel que seleccionaban con más cara de bebé era el que consistentemente perdía las elecciones. Y entonces empezó una línea de investigación para indagar qué era, a partir de la cara, lo que uno percibía y cómo podía condicionar el voto. Y lo que se vio es que cuando la cara era percibida como más madura, la gente percibía que esa persona era más competitiva para su puesto político. Este efecto se veía bien marcado cuando las personas no sabían nada de política, y el efecto se atenuaba cuando las personas sí sabían de política. Es decir, tener cara de bebé no iba a ser que un republicano no deje de votar por ese republicano.
– ¿En qué medida actúa la parte racional del cerebro a la hora de decidir un voto?
– Esta es una gran pregunta porque en realidad, el voto como cualquier otra decisión, es una decisión humana. Lo que hoy sabemos es que la toma de decisiones humana es absolutamente emocional, por encima que racional, Muchísimas veces creemos que estamos tomando decisiones racionales cuando en realidad estamos tomando decisiones que tienen una gran carga emotiva. En el voto por supuesto que cuenta todo lo que sea emocional, además del componente cognitivo y un ejemplo de esto es el juego del ultimátum, donde yo por ejemplo te digo: “me han dado mil pesos, yo los voy a dividir con vos, si vos aceptás mi oferta, los dos nos llevamos la parte que nos corresponde, si vos rechazás mi oferta, ni vos ni yo nos llevamos un peso”. Entonces yo te digo: “tengo mil pesos te doy cinco ¿aceptás?” Y si vos decís que sí, te llevás 5 y yo me llevo 995. Ahora a la mayoría de las personas, esta oferta les parece injusta y termina rechazando la oferta: aún sabiendo que se están llevando cinco pesos más de los que tenían, la oferta les parece injusta y entonces la rechazan porque tienen un humano enfrente. Si la misma oferta se las hace una máquina, la aceptan. Ahí se demuestra el rol de la emoción en la toma de decisiones.
– En una situación de crisis en un país, ¿qué mecanismos entran en juego a la hora de elegir un candidato?
– La tristeza es una emoción negativa y, como decíamos antes, la toma de decisiones es emocional, entonces es lógico pensar que en un estado de hiperemocionalidad, la decisión se vea influenciada y la ansiedad también es una emoción. La ansiedad que nos genera la incertidumbre, la inestabilidad, las crisis, modifican la forma en que tomamos decisiones. Tanto es así que en modelos de patologías ansiosas, cuando uno estudia por ejemplo, los procesos cognitivos en pacientes con ansiedad, encuentra algunos déficit sutiles como por ejemplo, en la toma de decisiones. Esto nos demuestra que estados de emoción, como la ansiedad, el miedo, el terror, el pánico; todo esto está generando un efecto de activación cerebral en las áreas emocionales, que al cumplir un rol en la toma de decisiones, seguramente influyan en la forma en que, por ejemplo, decidimos nuestro voto.
– ¿Los políticos hacen uso durante las campañas a estos estudios?
– Yo la verdad que desconozco si dentro del tema campañas políticas hay alguna mirada a estos estudios y además preferiría no hablar de campañas locales, especialmente en épocas de elecciones.
– Pero observando las campañas políticas, especialmente los spots, apelan a lo emocional y no a lo racional.
– Tiene que ver con que los seres humanos somos seres emocionales, entonces muchas veces, aún sin quererlo, uno apela a lo emocional porque es la forma en que los seres humanos interaccionamos entre nosotros, entonces tiene que ver, con trasladar a una campaña por ejemplo, la forma en que día a día nos manejamos, que es a través de las emociones.
– ¿El voto influencia la percepción que podemos llegar a tener de un candidato?
– Sí absolutamente. Esto se ha visto en estudios en los cuales a personas que ya habían decidido su voto, se les mostraban distintas caras de un mismo candidato y la diferencia entre estas caras era que con Photoshop habían modificado el color de la piel del candidato. Entonces, tomamos un ejemplo muy claro que es el de Obama: a personas que eran del partido demócrata, les mostraban caras con el color de piel de Obama, unas con el tono un poco aclarado y otras un poco oscurecido. Y cuando ya habían decidido su voto por Obama y hacían este experimento, elegían la foto de color de piel más clara, como si fuera algo positivo. El efecto opuesto se veía en los republicanos, cuando ya habían decidido su voto por su partido: la cara que elegían de Obama era del color de piel oscurecido. Es decir que, de alguna forma, el voto y la afiliación política de uno, también cambian la forma en que percibimos a los candidatos. En otro estudio, por ejemplo, se vio que cuando se ponían a participantes en el resonador magnético funcional, que es este aparato que nos permite ver la actividad del cerebro in vivo, es decir, en el momento en que se presentan los estímulos, se mostró que cuando veían a un candidato, por ejemplo presidencial, contradecirse en algún argumento político, juzgaban cerebralmente hablando -se activaban las áreas de juzgamiento más emocionales- contra el candidato opuesto y no contra el candidato del mismo partido, aún cuando las contradicciones eran similares. Eso demuestra que cuando uno está convencido por un partido, es difícil incluso que los argumentos más racionales puedan modificar la decisión. Ese rol tan emocional de la filiación por un partido, modifica la forma en que percibimos, no solo físicamente, sino también actitudinalmente a nuestros candidatos.
– ¿Cuáles son los factores que determinan una filiación a veces tan extrema -que puede llegar hasta el fanatismo- con un candidato o cuadro político?
– Hay muchísimos factores. Hoy se cree que esto es una suma, incluso de algunos genes de personalidad, de estructura cerebrales y, por supuesto, del ambiente: de todo lo que vamos experimentando en nuestra vida que, a la vez va modificando ciertas redes en nuestro cerebro. Hay estudios -que hay que tomarlos con mucha cautela- , que muestran diferencias anatómicas en el cerebro de gente de un partido y de otro. Otros incluso, han encontrado genes: por ejemplo, genes más liberales y genes más conservadores. Todo esto hay que tomarlo con pinzas porque, por lo general son estudios chicos que no han sido replicados, pero cuando tomamos todos los estudios lo que nos demuestra, es la complejidad de este tipo de fenómenos. Son fenómenos multifactoriales que dependen de cuestiones biológicas y la suma de cuestiones culturales y sociales.
– En Argentina tenemos una cultura política de un personalismo muy fuerte, ¿ocurre lo mismo en otros países?
– Es difícil desde las neurociencias dar una respuesta concreta principalmente porque la mayoría de los estudios se hicieron en un sistema que es bien bipartidista, además no nos tenemos que olvidar que se hace en un sistema en donde el voto no es obligatorio, es decir que de por sí, los estudios están sesgados a aquellos que tienen una motivación política, porque el que es absolutamente indiferente en Estados Unidos, no vota. Entonces esto muestra la necesidad que tenemos de hacer estudios locales y estudios transculturales que aumenten nuestro conocimiento sobre, principalmente, cuán universales son estos fenómenos.
– ¿Ustedes comenzaron a realizar algún estudio de campo sobre estos fenómenos?
– En realidad nuestros estudios, hasta ahora han estado un paso previo, que es entender al nivel de la población argentina, tres cosas que terminan después influyendo en el voto: hemos estudiado todo lo que es toma de decisiones humana, nuestro laboratorio es uno de los principales del mundo en entender cómo es que nuestro cerebro procesa las emociones, hemos investigado cómo es que procesamos caras y cómo es que juzgamos caras: y esto lo hicimos evaluando cómo es que se juzga de manera inconsciente, las caras de personas de otros grupos éticos y cómo eso puede procesarse a nivel cerebral. Además hemos estudiado todo lo que sea, empatía y moral, que también están asociadas a las cualidades que tiene que tener un político para poder conquistar a un grupo importante de personas para llevarlas a votar por él.
– ¿Cuáles son los valores de empatía y moral que pueden incidir a la hora de elegir un candidato?
– En realidad el estudio no lo hemos hecho sobre candidatos, sino cuál es la relación de la empatía con otras variables de la cognición social, que es este grupo de acciones que nos ayudan a interactuar socialmente de manera saludable. Entonces, por ejemplo, hemos encontrado que personas que tienen valores disminuidos en la empatía emocional, en la capacidad por preocuparse por los sentimientos del otro, son personas que a la hora de juzgar algunas acciones que tienen una transgresión moral, por ejemplo, salvar a cinco personas a expensas de matar una, lo que vimos es las personas con menos empatía emocional, tienen una mayor expresión de una moral utilitarista: maximizan el beneficio para las mayorías. Estamos cruzando de las neurociencias a la filosofía y es un estudio sobre la neurofilosofía, es decir, cómo es que desde el cerebro podemos entender cosas tan profundas como un dilema moral.
tope con la pagina de casualidad, por twitter…muy buena los felicito! aparte a guido bercovich lo escucho en la radio y me cae bastante bien, no se si escribe habitualmente. Bueno lo que queria decir es q en METRO95.1 con andy K…los jueves hay una seccion q habla de tods estos estudios…y la verdad es muy interesante como es q nos movemos para tomar decisiones! el chico q tiene esa columna es estanislao bachrach! un genio!
¿¿»genes más liberales» «genes más demócratas»?????
¿Quien realiza esta adjetivación de los genes y bajo qué parámetros? ¿O son verdades autoevidentes?
El entrevistado habla de «genes liberales y conservadores», no demócratas. Te comento que, buscando más información sobre el tema di con un artículo que hace referencia a dos estudios de las universidades de Harvard y California sobre la constitución genética y su relación con conductas políticas. Tal parece que el gen DRD4 está asociado a conductas menos conservadoras y esto condice, de alguna manera con una orientación política más liberal. Desde ya que se trata de algunas observaciones preliminares y, como el mismo entrevistado aclara, deben tomarse con pinzas.
Espero que esto pueda servir para clarificar tus dudas.
Saludos,
Marina.