Por Tristán Grimaux (@tristangrimaux)
De ninguna manera me animo a medir la cantidad de dolor que debe sentir nadie ante la muerte. Eso es terreno estrictamente personal, el imperio de lo privado. No se discute.
Claro que cuando se conduce, cuando se lidera, cada acción que se ejecuta se piensa desde otro modo. Lo que se hace público se calibra como un mensaje.
Es por eso y nada más que por eso me pregunto: A quiénes se conduce con este mensaje de dolor después de esta sucesión de caídas? Me imagino que posiblemente sólo se reafirme a los más radicalizados, a los que endurecen su mensaje y acompañan la idea de ese luto con un «hasta la muerte».
En algún momento la campaña propondrá un cambio –quizás cuando el fantasma de la derrota proyecte su propia oscuridad sobre el futuro incierto– y en algún momento de reflexión o de pánico mortuorio se planteará la necesidad de volver a enamorar, de conquistar los variados estratos que ya no acompañan.
Y el luto, reflejo del dolor, oscuro, triste, será otra forma de mostrar debilidad y miedo.
.