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Los intelectuales “K”, PAGINA/12 Y Vargas Llosa

Por Carlos Alberto Kreimer

¿Habrían chillado igual algunos intelectuales si el invitado a inaugurar la feria del libro en lugar de Vargas Llosa hubiera sido Neruda ? Una interesante y documentada postura respecto de la polémica reciente.

El tratamiento conferido por los periodistas e intelectuales del kirchnerismo a Mario Vargas Llosa es cuanto mínimo sorprendente. Comencemos por un recuerdo de perogrullo: el peruano es un escritor de lengua castellana que obtuvo el Premio Nobel de Literatura (ni de Economía, ni de Ciencia política que aún no existe). Donde todo análisis ideológico debería comenzar por sus novelas. No es precisamente un escritor pasatista, ni descriptor de la vida bucólica, ni siquiera integrante del selecto grupo de la corriente del realismo mágico; por el contrario toda su literatura se caracteriza por el hoy-aquí o sea con un fuerte compromiso como les agrada decir a los sartreanos. Valgan unos mínimos ejemplos en un rápido paneo que no pretenden, ni mucho menos, acabar con el análisis. Tanto en La ciudad y los perros como en Pantaleón y las visitadoras produce, desde la realidad, la ficción y la ironía, una feroz la crítica al militarismo y a los militares peruanos. Las sangrientas dictaduras de  Odría y Trujillo, son tratadas con un acabado conocimiento de los hechos en Conversaciones en la catedral y La fiesta del chivo. La izquierda y la guerrilla peruanas son abordadas profunda y magistralmente en La historia de Mayta y Lituma de los andes. La vida de la trasgresora feminista Flora Tristán, utopista y militante precoz  como mujer (que a favor de tal actividad incineró sus cuarenta años de vida)  de principio del siglo 19  (autora de los sorprendentes libros para la época Unión Obrera y Peregrinaciones de una paria) es descripta con lujo de detalles producto de una seria investigación, al igual que la de su nieto Paul Gaugin (compartiendo ambos una vida desmesurada a contrapelo de todas las convenciones de su tiempo) en el apasionante relato en El paraíso en la próxima esquina. La trayectoria de Roger Casement desde la denuncia de la brutal explotación de los caucheros (descripta con lujo de detalles en su horripilante tratamiento y denunciando la mentira del pseudo filántropo Leopoldo II) en el Congo y en el Perú, hasta su rebelión como irlandés que, junto con su homosexualidad, lo llevan a la horca, son considerados en una investigación rigurosa y acabada en El sueño del celta. ¿Ninguno de los libros y los personajes allí tratados –que es lo que en definitiva importa y perdura de un escritor- conduce a los intelectuales K a cuestionar a Vargas Llosa? Caben solo dos conclusiones: o no los leyeron, o desde el progresismo K a la obra del peruano –que es el motivo del Nobel y no sus  simpatías políticas- no le entra una sola bala. Salvo que lo descalifiquen como Feinmann y algún otro compinche afirmando que “solo escribió novelitas” (les doy a ambos cinco años para que en conjunto como Bustos Domecq –salvando las abismales distancias- produzcan una “novelita” como El sueño del celta o La guerra del fin del mundo).

Se lo lapida –o se lo pretende descalificar- porque pertenecía a una entidad que integraban Milton Friedman y Friedrich von Hayek que apoyaron la dictadura de Pinochet (cabe una disgreción: Hayek fue el ídolo del Capitán Alvaro Alzogaray fundador de un partido al que perteneció Amado Boudou) Para Martín Granovsky y Silvina Friera toda la literatura de Vargas Llosa sobre la que nada objetan, parece que poco importa y solo es relevante la Sociedad Mont Pelerin y las ideas del peruano sobre el liberalismo y la no intervención estatal. Mario Wainfel nos habla del Escritor y el otro , pero sola circunstancialmente trata al escritor al que llamaVarguitas como así lo nominó la Tía Julia (la vida privada y las opiniones políticas evitan considerar la obra literaria a la que, parecería, no le cabe un reproche). También Luis Bruschtein solo critica al liberal (ni un renglón sobre sus novelas de fuerte compromiso). 

El parangón que efectúa Horacio González entre Vargas y Scalabrini Ortiz ya como enunciación es disparatado. ¿Qué tienen que ver un literato premiado por su actividad como narrador de ficción con un analista de historia, economía y política? Desde luego los dos son intelectuales como podrían ser Einstein y Tolstoi. En la narrativa Scalabrini solo incursionó con unos relatos de juventud no significativos (La manga), y en el ensayo con El Hombre que está solo y espera (el de Corrientes y Esmeralda), pretensión que hoy no aguanta el cross, no ya del cajetilla Newbery, sino de un sociólogo riguroso y se queda esperando el tranvía para su arrabal.

Pero hagamos un juego de ficción. ¿Qué habría pasado si en la primera Feria porteña del Libro de 1975 (con el peronismo en el poder) el invitado a inagurarla hubiera sido otro indiscutible Nobel de la lengua castellana: Pablo Neruda?. Los intelectuales/K y periodistas de PAVDA/12 a no dudarlo se habrían bañado en agua de rosas. No le reprocharían su Oda a Stalin a quién llamó “el más grande de los hombres sencillos” –que forma parte de su obra poética galardonada por los suecos y no de sus adhesiones políticas- elogiando obsecuentemente a quién comparte el trágico privilegio de ser junto con Hitler el mayor genocida del siglo XX y tremendo antisemita (me remito para ello a Vasili Grossman); constituyendo para el chileno los versos mas tristes de su noche dejando al lector cansado de ser hombre. Es más, podría invitarse en años próximos a inagurar la Feria a Gabriel García Márquez –otro galardonado con el Nobel- que adhiere fanáticamente a un régimen dictatorial como el de Cuba (descripto sin misericordia por Claudia Hilb en Silencio Cuba, que ningún reproche serio ha merecido de los pensadores K). Ni siquiera reculó Gabo cuando el fusilamiento de los balseros que motivó a otro Nobel literario –José Saramago- a decir “yo llegué hasta aquí”. Salvo que lo entrevisten Granovsky y Friera y nada le pregunten sobre los hermanos Castro sino si  prefiere a Friedman o a Krugman.

Sometamos al  Forjista-Peronista-Frigerista, destacado autor  de Política Británica en el  Río de la Plata y de La Historia de los Ferrocarriles al mismo escrutinio que los muchachos de Página/12 le hacen al peruano. Como habría explicado que su Hombre que está solo y espera obtuviera y él lo aceptara un premio estatal en 1931 durante la dictadura del introductor de la picana eléctrica y fundador de la “década infame” General Uriburu. Como explicaría que optando por la salida del país –ya que fue detenido y no trasladado luego de una revoluta radical del 33 y así lo benefició la “coma de Melo”- se fue a la Alemania de Hitler donde estuvo todo el año 1934 y nada, absolutamente nada, dijo de lo que pasaba en ese país. Como justificar su neutralismo en la contienda del 39/45 cuando, si bien no quería ayudar el sometedor imperialismo inglés, el martín pescador era Churchill o Hitler. Vale destacar todos los descendientes de los fascistas de los 40 dicen que sus antepasados solo eran neutralistas. La mayoría de los integrantes de la “oligarquía vacuna entregada al imperialismo inglés” también fue neutralista porque entendía que así se protegía a los barcos que llevaban a la rubia Albión el chillet, que era su negocio –denunciado por Scalabrini- garantizado a partir del pacto de la entrega firmado por Julito Roca; pero su corazón estaba con el eje y así lo demostraron concurriendo en gran cantidad al cementerio alemán para llorar por las víctimas del Graf Spee.

La Feria pudo haber sido inagurada por Georgie Borges que elogió en entrevistas personales a Pinochet y Videla, y de los peronistas dijo “ni buenos ni malos, incorregibles”. En ese caso ¿le habría pedido el director de la Biblioteca Nacional a los organizadores que cambien de intelectual?

Debe quedar claro que quién estas líneas escribe admira y respeta a Neruda, Scalabrini, García Márquez y Borges, cuatro notables intelectuales cada uno en lo suyo.

La historia contrafáctica es un ejercicio lúdico sin prueba empírica, pero en ocasiones ayuda a desentrañar la fáctica.

Solo resta agregar que no comparto todas las ideas políticas de Vargas Llosa –y menos aún las bobadas de su hijo Alvaro- pero es de bien nacido reconocer: cuando ejerció en Cambridge en los 70 la cátedra Simón Bolivar invitó como profesores a montoneros y tupamaros; jamás elogió sino que censuró a las dictaduras; se opuso siempre a toda discriminación por religión, género, raza, o conducta sexual o la que fuere; abogó por el aborto y la total despenalización de la droga; y tuvo los cojones de lapidar a los artistas e intelectuales que se oponían a la extradición de Román Polanski, perseguido por dos delitos aberrantes como son la violación y el estupro, que pretendió purgar comprando el silencio de la niña que con solo 13 años de edad drogó y abusó. Salvo que todas estas conductas sean secundarias para quién adhiere a una entidad liberal y librecambista.

 

 

 

 

Comments

  1. María Inés Díaz says:

    Toda tu argumentación está buena si no fuera porque en realidad González salta, casi inocentemente, por la «intención» de quienes hicieron la invitación y vos y todos los opinólogos juegan a las escondidas comos si no entendieran de qué se trata el tema «editorial» y quiénes lo comandan. Vargas Llosa fue una excusa perfecta para meter la cuña y el presidente de la biblioteca les dejó la bandeja servida. En lo personal tomé, por primera vez la decisión de no asistir a la Feria, no por Vargas LLosa sino por las empresas editoriales, sabiendo que no todas se merecían idéntico trato. Creo que el tema está terminado y no me gusta el oportunista ataque a intelectuales que usted llama despectivamente K.
    Atentamente