Por Gareth Porter*
El ataque unilateral de Estados Unidos que terminó con la vida de Osama Bin Laden generó un aumento de recriminaciones entre los políticos norteamericanos y paquistaníes, aunque el conflicto fundamental por los intereses de los dos países en Afganistán ya conducía a una grave confrontación.
El suceso que desvió las relaciones entre el gobierno de Barack Obama y Pakistán fue la decisión de Obama de intensificar la guerra en Afganistán en 2009, a pesar de estar al tanto del compromiso de Paquistán de apoyar a los talibanes insurgentes, como parte de una política estratégica en su conflicto con India.
Obama intentó desesperadamente conseguir a último minuto algún tipo de compromiso por parte de los paquistaníes, para que disminuyeran su apoyo a los talibanes, antes de tomar la decisión de intensificar la guerra. Pero una vez que el pedido a los paquistaníes fracasó, Obama tampoco reconsideró dar marcha atrás en su decisión.
Puertas adentro, los miembros del gobierno de Obama supieron siempre que cualquier reconocimiento público sobre el apoyo de Paquistán hacia los talibanes podría ser políticamente peligroso para la voluntad bélica. Finalmente, el equipo de seguridad nacional de Obama decidió negar la complicidad del jefe del Estado Mayor paquistaní Ashfaq Parvez Kayani y del director de la agencia de servicios inteligencia de Paquistán (ISI), ShujaPasha, a sabiendas de que estaban completamente detrás de la política de apoyo.
El 26 de marzo de 2009, un artículo del New York Times muestra el informe más completo hasta la fecha, sobre asistencia a los talibanes por parte de Paquistán. Sin embargo, el artículo cita a funcionarios estadounidenses anónimos culpando » a los agentes de nivel medio de la ISI» y dudando sobre la coordinación de altos funcionarios paquistaníes en Islamabad durante los operativos clandestinos de la ISI para ayudar a los talibanes.
Lo anterior no se reflejó en el informe que Obama recibió del Director de Inteligencia nacional de George W. Bush, Mike McConnell, después de las elecciones. De las comunicaciones interceptadas, McConnell aprendió que Kayani consideraba a la red Haqqani, que en ese momento era calificada como la amenaza más grave para las tropas de Estados Unidos en Afganistán, como un «complemento estratégico».
Cuando Obama llegó a una decisión sobre el pedido del General Stanley A. McChsrystal de realizar otro aumento de tropas de hasta 40.000 soldados, la determinación del ejército de Paquistán de utilizar a los talibanes y a la red de Haqqani para promover sus intereses Afganistán significó un asunto importante en el debate sobre políticas.
El vicepresidente Joe Biden y otros opositores a la solicitud de aumento de tropas, como el diputado y asesor de seguridad nacional Tom Donilon y el coordinador de la guerra en Afganistán Douglas Lute, afirmaron que los paquistaníes no iban a modificar su política sobre Afganistán, relata Bob Woodward en «Las guerras de Obama».
En una reunión el 13 de septiembre de 2009 Biden sostuvo que Pakistán estaba decidido a evitar un gobierno afgano que esté “dirigido por un pashtún (sultán) que simpatice con India» – es decir, por el presidente afgano, Hamid Karzai. La conclusión fue que los paquistaníes seguirían prestando ayuda a la insurgencia de Estados Unidos trataba de derrotar.
A pesar del argumento, ya que la el proceso de formulación de políticas entraba en sus últimas semanas, Obama trató de ejercer una presión de alto nivel sobre Pakistán.
El 11 de noviembre 2009, en una carta al presidente paquistaní, AsifAli Zardari, Obama sostenía que el uso que Paquistán hacía de «grupos de poder» como Haqqani y los talibanes ya no sería tolerado, relata Woodward. El Consejero de Seguridad Nacional, James Jones y el asesor de contraterrorismo John Brennan, fueron enviados a Islamabad para entregar aquel mensaje.
Obama quería que Paquistán entendiera que se iban a tomar medidas unilaterales contra los talibanes y los paraísos Haqqani, incluyendo ataques aéreos e incursiones de comandos, salvo que las fuerzas paquistaníes los combatieran.
Ese mensaje fue claramente recibido. Un funcionario paquistaní le dijo al New York Times que «el mensaje de Jones decía que si Pakistán no concretaba, Estados Unidos tendría que hacer el trabajo por sí mismo».
La semana del 17 de noviembre, el director de la CIA, Leon Panetta, se reunió con Pasha y otros funcionarios paquistaníes de alto rango, y se quejó por la presencia de una sede de liderazgo talibán en Quetta, Baluchistán, según cuenta Woodward. Comunicó a la inteligencia que las bombas se estaban haciendo en esa zona para después » ser llevadas a través de la frontera y hacer volar por el aire a los estadounidenses».
Panetta presentó una propuesta de operaciones conjuntas de Estados Unidos y Pakistán, destinadas a la Quetta Shura, pero Kayani la rechazó.
En respuesta a la carta de Obama de noviembre, Zardari expresó el motivo del uso militar de insurgentes afganos y la protección de sus intereses en Pakistán. Denunció que «las agencias de inteligencia de países vecinos – es decir, India- están utilizando el territorio afgano para perpetuar la violencia en Pakistán.»
Zardari no respondió a la invitación de Obama para planificar operaciones conjuntas contra esas fuerzas.
Cuando Obama se reunió con su equipo de seguridad nacional el 29 de noviembre, era consciente de que la estrategia de presión había fracasado. Lute, coordinador de Obama en Afganistán, ya había advertido que la política paquistaní representaba uno de los cuatro riesgos principales, si se decidía aumentar la cantidad de tropas.
De todos modos, Obama aprobó un plan de 30.000 soldados adicionales, lo que sugiere que la decisión fue tomada por un impulso político-burocrático de guerra y no como resultado de una evaluación racional de costos, riesgos y beneficios.
En 2010, el ejército paquistaní siguió mostrando su negativa a ceder sus intereses en Afganistán. A fines de enero, las autoridades de Estados Unidos y Paquistán detuvieron el mulá Ghani Baradar, funcionario de segundo rango en la Quetta Shura talibán, en una redada en Karchi – al parecer, sin darse cuenta de que Baradar estaba ahí también.
Pero cuando Estados Unidos intentó extraditar Baradar a Afganistán, los paquistaníes se negaron. Finalmente Baradar y los miembros de la Quetta Shura, que habían sido detenidos por los paquistaníes, fueron liberados en octubre de 2010.
En una entrevista en enero de 2011 con el programa “Frontline (Primera Línea)” del Sistema de Transmisión Pública, al general David Petraeus, por entonces comandante en Afganistán, le preguntaron sobre la liberación de los líderes talibanes en Pakistán: “Hemos tenido una conversación sobre este asunto recientemente”, dijo Petraeus débilmente, “de hecho hay una pedido de información…»
En diciembre del año pasado, dos estimaciones de Inteligencia Nacional sobre Afganistán y Pakistán señalaban una vez más la importancia de la política paquistaní para el resultado de guerra de Estados Unidos en Afganistán.
El NIE en Afganistán llegó a la conclusión de que es poco probable que Estados Unidos tenga éxito en Afganistán, salvo que Paquistán modifique su política de emprender acciones militares contra los santuarios insurgentes en su territorio. De igual modo, el estudio de inteligencia dejó claro también que no puede esperar que tal cambio ocurra en la política paquistaní.
A mediados de diciembre de 2010, el gobierno de Obama emitió un resumen de cinco páginas de revisión mensual sobre la guerra en Afganistán. El informe concluyó que las «ganancias» eran «frágiles y reversibles» y que para consolidar esos logros, «será necesario que progresemos con Paquistán en eliminar los santuarios de las redes extremistas violentas».
Inmediatamente después de esa evaluación, el New York Times informó sobre una propuesta militar para incursionar a través de la frontera en Paquistán y capturar a los comandantes talibanes para que sean interrogados en Afganistán.
A fines de 2010, los estadounidenses infiltraron cientos de agentes de inteligencia unilateral en Paquistán, lo que sugiere una intención de realizar nuevos ataques a través de la frontera.
Esos movimientos alarmaron a los líderes militares de Paquistán, incluso antes de la incursión de Estados Unidos contra bin Laden en Abbottabad.
En un informe confidencial enviado al Congreso a principios de abril, el gobierno de Obama criticó duramente el fracaso de Paquistán en el ataque de tres años consecutivos a los refugios insurgentes en Mohmand, ubicados al noroeste del territorio paquistaní, según informó New York Times del 5 de abril.
Moeed Yusuf, el asesor para el Sur de Asia en el Instituto de Paz de Estados Unidos, lideró un estudio de opinión de la élite paquistaní sobre las relaciones con Estados Unidos. Yusuf cree que la responsabilidad de la crisis es de los dos gobiernos, por no reconocer explícitamente la existencia de un conflicto fundamental de intereses.
«Si hay una discrepancia de intereses estratégicos, pienso que Paquistán necesita ponerla sobre la mesa», dijo Yusuf. Y agregó que los líderes de Paquistán «necesitan ser muy francos por qué no está en sus intereses» hacer lo que Washington quiere.
Yusuf sugirió: “Si los intereses en juego son traídos a la luz pública, una ruptura es posible».
* Gareth Porter es historiador y periodista especializado en política de seguridad nacional de Estados Unidos. Su últimolibro, «Peligro de dominio: Desequilibrio de poder y el camino hacia la guerra en Vietnam», fue publicado en 2006.
es muy buena la nota ilustra el equilibrio que intenta hacer pakistan entre India, Afghanistan y Usa, lo peor que todo lo que pase en Pakistan es secreto y los centros de inteligencia de pakistan y usa dan miedo.