Una investigación de Pablo Calvo* sobre la cacería de vagabundos comandada por Bussi en Tucumán
En el invierno de 1977, policías de Bussi barrieron a los mendigos de Tucumán. Los llevaron en camión hasta Catamarca y los tiraron en un descampado, al acecho de la muerte. Lo que sucedió después estuvo oculto durante tres décadas.
El libro “Los mendigos y el tirano”, del periodista Pablo Calvo, revela qué pasó tras esa noche sin abrigo ni misericordia, en una metáfora elocuente de lo que fue la noche de la dictadura.
La cacería duró tres días, fue ejecutada por los policías de la comisaría 11, que estaba bajo el control político y militar de Bussi, y terminó en una “siembra humana” de vagabundos en zonas inhóspitas y heladas, entre el Bañado de Ovanta y la Cuesta del Totoral. Una mente desquiciada pensó que la deportación de los miserables iba a disimular la pobreza de una provincia bajo fuego.
La memoria de los tucumanos, sin embargo, logró rescatar del olvido a personajes entrañables como “El loco Vera”, “Pacheco” y “El loco Perón”, miserables con dignidad, secuestrados y humillados por el régimen que inauguró la represión ilegal en la Argentina.
El libro –basado en una investigación periodística de siete años realizada en Buenos Aires, Catamarca y Tucumán- tiene como un eje central el juicio que el general Antonio Domingo Bussi entabló contra el escritor Tomás Eloy Martínez, que había tenido la valentía de acusarlo por el episodio.Fue una guerra memorable entre la pluma y la espada, en la que el gobernador de facto no quería que lo llamaran “tirano” y exigía una indemnización de 100 mil pesos por su “honor” manchado.
La foja secreta de Bussi, inédita hasta aquí, queda al descubierto y completa una biografía que transitó por el adoctrinamiento en Vietnam, la formación en Estados Unidos, los planes tramados junto al dictador Jorge Rafael Videla, las victorias electorales y la reputación destruida por haber ocultado una cuenta en Suiza, de entre 120 mil y 150 mil dólares.
Un recorrido que llega hasta hoy, con Bussi condenado por violaciones a los derechos humanos, a punto de ser degradado y preso en su propio cuerpo enfermo.
La vida de su “rival”, Tomás Eloy Martínez, se despliega en “Los mendigos y el tirano” como la contracara exacta del “exterminador”. Sin más armas que su imaginación, el hombre que noveló la pasión de Evita y Perón fue perseguido por la Triple A, sus libros fueron quemados y tuvo que exiliarse entre 1975 y el retorno democrático. Pero volvió y escribió el artículo “La expulsión de los mendigos”, que despertó la ira del general.
El duelo tiene un vencedor y un derrotado. Pero también un fruto: la resurrección de la historia de 25 vagabundos que un día desaparecieron.
A continuación, un fragmento de “Los mendigos y el tirano”:
Ni muertos ni vivos, tampoco desaparecidos. La operación requería inventar una nueva categoría de eliminación física.En la mente de los verdugos, la crueldad era como la noche, una cosa de todos los días. Pero esta nueva orden los había descolocado: háganlo en silencio, no quiero ver más mendigos por aquí, que sean invisibles para siempre.Un policía de la comisaría 11 empezó a armar la lista. Tanteó sus bolsillos en busca de una birome, pero no la encontró. Acudió a un lápiz, “es mejor para borrar la hoja cuando esto termine”, pensó. Y comenzó a anotar: José Feliciano Pacheco Cabrera, Joaquín Sáez, Juan Silvestre Salguero, Carlos Gutiérrez, Ramón Antonio Guzmán…El patrullero volvía de la razia con más nombres. Sobrenombres en realidad. Mannix, la Alemana, Julito, Satélite, el Loco Plaza, el Granadero, el Loco Perón. La identidad suprimida dejaría menos huellas, trató de animarse el oficial, mientras sus manos temblaban.Había aceptado las instrucciones, pero ahora dudaba. A medida que los mendigos se amontonaban en los calabozos, su conciencia le impedía respirar.
*Pablo Calvo es periodista y editor del Equipo de Investigación del Diario Clarín