Por Sergio Serrichio
Un analisis en profundidad del comportamiento histórico de los empresarios de Brasil y de la Argentina arroja que el abismo que hoy separa a una y otra burguesía ha sido el rol del Estado en cada país. Y tambien el prestigio: en Brasil, la oligarquía terrateniente no dudó en hacerse industrial. Y así Brasil evitó caer en “excesos neoliberales”.
Se puede argumentar que Maradona fue mejor que Pelé, y sin dudas es mucho más divertido. Tampoco hay duda de que Messi es superior a Kaká o a lo que fue el mejor Ronaldinho.
Pero en economía y proyección internacional, las cosas son diferentes. El PBI brasileño, medido en dólares, quintuplica al argentino, igual que las reservas internacionales. En exportaciones la relación es de tres a uno. Y en el renglón de inversiones extranjeras directas (destinadas a producción y puestos de trabajo) la diferencia es simplemente abismal: en 2010 Brasil recibió 48.700 millones de dólares, más de siete veces la que ese mismo año entró a la Argentina.
Esas disparidades se reflejan en la vidriera global. Brasil no sólo será sede del Mundial de Fútbol 2014 y de las Olimpíadas 2016, sino que tiene una intensa agenda internacional. En menos de un mes, su presidenta, Dilma Rousseff, recibió al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, visitó China y asistió a una nueva cumbre del grupo BRIC (acronismo pergeñado en 2002 por Goldman Sachs para señalar las potencias emergentes: Brasil, Rusia, India y China), ahora pluralizado con la “S” de Sudáfrica, invitada por iniciativa de Itamaraty, la activísima cancillería brasileña.
DE SHOPPING POR ARGENTINA
A nivel de empresas, mientras las de Brasil parecen dispuestas a comerse la cancha, las argentinas lucen apichonadas, como si su mejor alternativa fuese venderse al mejor postor. Que a menudo es brasileño.
Pruebas al canto: en 2003, Petrobras compró el 58,6 por ciento de Pérez Companc, por entonces la segunda petrolera argentina, y el grupo brasileño Ambev se quedó con la cervecería Quilmes. En 2005 Camargo Correa, otro grupo brasileño, engulló Loma Negra, la principal cementera argentina. De paso, también compró Grafa e hizo de Alpargatas, marca argentina si las hay, una empresa brasileña; su sede central está ahora en San Pablo.
También en 2005 se inició el copamiento brasileño del sector frigorífico local. El grupo JBS-Friboi compró las plantas de Swift Argentina (también las de Consignaciones Rurales y algunas de CEPA y Col-Car), anticipando una movida de escala mundial, la compra en Estados Unidos de Swift, a secas. Su competidora (en Brasil y en el mundo) Marfrig no se quedó atrás; en 2007 compró Quickfood, lo que le permitió hacerse de varios frigoríficos y de la marca Paty, título nobiliario de la hamburguesía nacional, y recientemente colarse, con sus Patynesas, en el plan oficial “Milanesas para todos”. Ahora, también las milangas son brasileñas.
Además, Marfrig compró los frigoríficos ABP, Estancias del Sur, Best Beef y Mirab, y para acompañar tanta carne adquirió una planta de elaboración de vegetales de Arcor, una de las escasas multinacionales exitosas de la Argentina.
En el sector financiero, el año pasado el Banco do Brasil compró el 51 por ciento de las acciones del Banco Patagonia, y empezó a competir con el ya extendido Itaú, que había entrado a mediados de los noventa y dado un salto en 1998, al adquirir la red del Banco del Buen Ayre, de la familia Garfunkel. Sumadas, esas dos entidades financieras bajo control brasileño cuentan con 755 cajeros automáticos en todo el país, no muy lejos de las 944 del Banco de la Nación Argentina , el más grande del país.
En minería, en septiembre pasado la gigante minera Compahia Vale do Rio Doce (Vale, para los amigos) anunció que invertirá más de 4.000 millones de dólares en el proyecto Potasio Río Colorado, en Mendoza, activo que había adquirido a la británica Río Tinto. “Ellos tienen mejores recursos para oponer a los ambientalistas: basta con que Brasil sugiera que comprará menos ajo para que a los mendocinos les tiemblen las piernas”, dijo no sin cinismo un observador de la operación.
Hasta allí, sólo las movidas más visibles. Desde el grupo LIDE, una red de lobby armada por empresarios y altos gerentes de Brasil, computan más de 300 empresas brasileñas operando activamente en la Argentina.
EL POSICIONAMIENTO INTERNACIONAL
Pero las firmas del gigante del Mercosur no se atreven sólo aquí. Hace rato que detentan un claro liderazgo regional y entraron en las grandes ligas globales. El más reciente ranking de mayores empresas de América Latina publicado por la revista América Economía muestra que, en 2009, de las 500 más grandes de la región, 226 eran brasileñas. Su facturación había aumentado 42%, contra un promedio regional de 4,5%, casi diez veces más. Claro indicio de que seguirán ganando espacio.
Mientras, las firmas argentinas se van cayendo del listado de las 500 más grandes de la región. Eran 36 en 2008 y pasaron a ser 33 en 2009, apenas por encima de las 30 colombianas, pero lejos no sólo de las brasileñas sino también de las 119 de México y de las 55 de Chile.
Además, de las 50 mayores empresas latinoamericanas, ordenadas por valor de sus activos fijos, 30 son brasileñas y sólo dos argentinas: Tenaris-Siderar, la acería del grupo Techint enfrentada al gobierno, e YPF. Y entre las 50 que más exportan, 16 son brasileñas y sólo 3 “argentinas”, dudosa condición que incluye a la multinacional Cargill, a la más brasileña que argentina Bunge y a la aceitera AGD, propiedad de la familia Urquía. Las tres están siendo investigadas por la AFIP por presunta evasión impositiva.
LA CUESTION DEL PRESTIGIO
El contraste entre el aparentemente imparable avance de las firmas brasileñas y la situación de las argentinas hizo resurgir un cuasi-clisé sobre el desempeño comparado de la Argentina y Brasil desde la segunda mitad del siglo XX hasta nuestros días. A saber: que Brasil tiene una clase empresarial (o, en formulación socio-política, una “burguesía nacional”) pujante, creativa y dispuesta al riesgo, que no tuvo o no tendría la Argentina. La tesis resuena en varios libros y autores y en charlas de café, cuando los argentinos contrastamos lo que pudimos con lo que no llegamos a ser.
Pero ¿hasta qué punto es válida una explicación que exculpa a la clase política, a los militares, a los intelectuales y a la sociedad en general y carga las tintas sobre la presunta falta de espíritu emprendedor prohijada por lo que Sarmiento llamó “una aristocracia con olor a bosta”?
“Es en parte cierta, pero debe verse de manera dinámica”, responde Daniel Larriqueta, economista e historiador, autor de libros como “ La Argentina renegada» y » La Argentina imperial» y de los ensayos «La maquinaria del poder» y «Manual para gobernantes».
Según Larriqueta, una diferencia clave es que en Brasil, desde la presidencia de Getulio Vargas (1930), “hubo una alianza del poder político y de las Fuerzas Armadas con un modelo de desarrollo industrial que no ha tenido desde entonces ningún hiato y que permitió que los excedentes del sector agropecuario, sobre todo del cafetalero, donde se habían hecho grandes fortunas, se invirtieran en el desarrollo industrial”.
Esa alianza implicó transferencias clave. “Los barones del café se asociaron al desarrollo industrial y le transfirieron recursos económicos y prestigio social; ser industrial pasó a ser motivo de orgullo”, explica Larriqueta. Fue una relación virtuosa sin paralelo en la Argentina , donde la tensión agro-industria nunca logró resolverse.
Además de menos brutales que los argentinos, los gobiernos militares brasileños fueron invariablemente industrialistas. “Fue algo más que de una política pública, fue la continuidad de un pacto político”, dice Larriqueta, e insiste en la cuestión del prestigio. “No es que en la Argentina no haya habido industriales ricos, sino que antes que con sus empresas y el orgullo de ser industriales, prefirieron quedarse con el dinero”, dice. Por qué, pregunta, Amalita Fortabat buscó prestigio a través del arte, los Gruneisen (de la petrolera Astra) se pasaron al comercio (librerías Yenny) y los Pérez Companc vendieron su petrolera y sus industrias para concentrarse en emprendimientos agropecuarios, una cadena de heladerías integrada a su producción láctea (Munchi’s) y un paseo zoológico (Temaikén). “No hubo sucesión a los grandes constructores –responde- porque no había prestigio social”.
PERON: INTENTO FALLIDO
El peronismo intentó romper el esquema previo al ‘45, pero no hizo la alianza social con la vieja dirigencia ni la supo sustituir, lo que acentuó la tendencia a la expatriación de recursos (fuga de capitales) o una reinversión insuficiente del excedente agropecuario. “Hay que recordar que en la primera mitad del siglo XX la gran inversión todavía estaba ligada al agro: los ferrocarriles, los frigoríficos”, destaca Larriqueta.
El primer Perón habilitó un mercado interno para la industria liviana. A su retorno, en los setenta, estableció una alianza con la Confederación General de la Empresa (CGE, una gremial patronal “Nac & Pop” que llegó a subsumir a la Unión Industrial Argentina, UIA, de cuño liberal. En la CGE estaban Julio Broner (Wobron) y Manuel Madanes (que concretaría el polémico proyecto Aluar), pilares del Pacto Social diseñado por José Ber Gelbard. Lo que logró, dice Larriqueta, “fue una inversión advenediza e insuficiente para impulsar el desarrollo industrial”, resume Larriqueta.
UN FALSO LUGAR COMUN: LAS DIFERENCIAS “CULTURALES”
El politólogo Carlos Acuña, titular del Departamento de Humanidades de la Universidad de San Andrés, rechaza abiertamente el clisé “cultural”.
Acuña, cuya tesis doctoral, supervisada por Adam Przeworski, apuntó al rol político de las burguesías industriales, es también autor de “Empresarios y política, los casos argentino y brasileño”, en la que sostiene: “que la burguesía argentina se comporte de manera diferente a la brasileña no implica que sea ‘menos’ burguesía y no tiene que ver con propiedades diferenciales”.
No hay sociedades con burguesías “verdaderas” y empresarios “heroicos”, explica Acuña. En todos lados, los empresarios buscan maximizar sus ganancias, conseguir subsidios y prebendas y tener la menor competencia posible. Y cita pasajes en los que Marx critica a la burguesía francesa como tal, Engels describe a la inglesa como una “casta ornamental de zánganos” y Churchill ironiza sobre la industria de su país como una “actividad exclusiva de ladrones emprendedores“.
“Los factores culturales no pueden haber determinado una conducta de los capitalistas argentinos diferente de la de los ‘verdaderos’ de las sociedades industriales desarrolladas, pues el comportamiento efectivo histórico de ambos grupos ha sido en gran medida similar hasta no hace mucho”, escribió Acuña en su trabajo original, publicado en 1988.
Veintitrés años después, sostiene esa tesis. La gran diferencia entre las trayectorias de la Argentina y Brasil, dice, no se debe a la “cultura” del empresariado de uno y otro país, sino fundamentalmente al funcionamiento del Estado, a la calidad y continuidad de las políticas públicas y en no menor medida al hecho de que Brasil evitó los excesos neoliberales.
No hay que olvidar, dice Marcelo Rougier, profesor de la Universidad de Buenos Aires, investigador del Conicet y autor de varios estudios de historia económica, que hasta la década del setenta las trayectorias industriales argentina y brasileña fueron similares.
“Hasta los ‘50s, incluso a principio de los ‘60s, el país industrial líder de América Latina era la Argentina ; SIAM (de la que sólo queda la marca de heladeras, que fabrica la empresa Aurora) llegó a tener 14.000 empleados y a ser superada en tamaño sólo por las grandes petroleras de la región. No existe ningún lugar del mundo en el que la burguesía esté ‘interesada en el desarrollo nacional’; lo que siempre buscan es maximizar sus ganancias en un determinado contexto político, económico e institucional”, enfatiza. En materia de industrialización, Brasil empezó más tarde y fue más rápido que la Argentina , “pero hasta los setenta el rumbo fue más o menos el mismo”, explica Rougier, cuyo último libro, sobre el “caso Aluar”, fue presentado en la reciente Feria del Libro.
EL ROL DEL ESTADO
Larriqueta coincide. La gran diferencia, dice, fue el daño industrial que hicieron el Proceso y el menemismo. La dictadura disolvió la CGE e intervino la UIA , a cuyo frente designó a un empresario yerbatero, anticipo de la primarización que se venía y que se acentuó durante la presidencia de Menem.
Entre 1975 y 1982, precisa Acuña, “el producto industrial argentino cayó más del 20 por ciento, la ocupación de personal fabril “de producción” un 35 por ciento y la participación de la industria en el PIB pasó del 28 al 22 por ciento. De la mano de la caída de la productividad y de la tercerización de la economía, la participación de los asalariados en la economía se redujo del 49 por ciento en 1975 a 32,5 por ciento en 1982.
Brasil nunca tuvo un ciclo similar. “Ellos también tuvieron la crisis de la deuda y una etapa neoliberal, pero no liquidaron su industria ni su banco de Desarrollo”, señala Rougier, que estudió los casos del BNDES (Banco Nacional do Desenvolvimento) brasileño y el BANADE (Banco Nacional de Desarrollo) argentino, cuyo precursor había creado el peronismo.
El BANADE fue presa de presiones políticas, inestabilidad burocrática y políticas crediticias erráticas. De entrada, el grueso de sus préstamos fue a firmas textiles y de alimentos y bebidas, en vez de a la industria básica, supuestamente su objetivo inicial, al que apuntó recién en los 60s, cuando impulsó empresas como Propulsora Siderúrgica, Siderca (ambas del grupo Techint), Acindar, Somisa, Aluar, Papel Prensa, Petroquímica Bahía Blanca, Álcalis de la Patagonia. Anque su Carta Orgánica fijaba mandatos de entre 4 y 6 años para el presidente y los directores, tuvo 5 presidentes y 37 directores entre 1944 y 1955, 7 presidentes y 43 directores entre 1956 y 1966, y 8 presidentes y 55 directores entre 1967 y 1970. Una veintena de presidentes pasó en un lapso en el que debió haber habido cinco. Y de los 135 directores, cuatro de cada cinco no llegaron a tres años en su cargo. La falta de estabilidad de la línea técnico-gerencial (hubo 9 gerentes generales, precisa Rougier) completa un cuadro caótico, que terminó como terminó.
En 1993, Menem liquidó el BANADE. Tres años después, su cartera incobrable era aún de 5.700 millones de dólares, les enrostró en 2005 el entonces ministro de Economía, Roberto Lavagna a los popes industriales que le pedían un “nuevo” BANADE, reclamo que mantiene el nuevo presidente de la Unión Industrial (UIA), Ignacio De Mendiguren.
El BNDES brasileño, fundado en 1952, tuvo una burocracia meritocrática y consolidada y un mejor vínculo de la gerencia con la cúspide institucional, preservada en los cambios políticos. Además, dice Rougier, tuvo política claras, líneas crediticias específicas y pudo canalizar, mucho más rápidamente que el BANADE, líneas de crédito externo (BID, Eximbank) y orientar la inversión extranjera directa (nuevas plantas o compra de empresas) de modo de aumentar la base de capital de la industria brasileña.
En una primera etapa en BNDES apostó a la infraestructura (energía, caminos) y a fines de los ’60, en pleno «milagro brasileño», apuntaló el segundo «Plan Nacional de Desarrollo» mediante la ayuda crediticia en los sectores de insumos y maquinarias. De allí surgieron gigantes como la estatal Petrobras, que hoy es la mayor empresa de América Latina, tercera petrolera del mundo y líder en exploración en aguas profundas. También fue el inicio de la constructora aeronáutica Embraer y el gigante siderúrgico Gerdau, cuyo presidente, Jorge Gerdau, es ahora asesor de la presidente Rousseff en la Cámara de Gestión y Planificación, que agrupa a los ministros de Planificación, Hacienda e Industria.
Esa relación Gobierno-Industria es otra diferencia entre los casos argentino y brasileño. “Desde el varguismo, en Brasil hubo mayor imbricación entre el Estado y el empresariado”, destaca Rougier.
Pero volviendo a los bancos de desarrollo, lo cierto es que hoy los activos del BNDES superan a los del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y de la Corporación Andina de Fomento (CAF), los dos entes multilaterales de crédito de la región. Más aun, en 2009, los desembolsos del BNDES superaron a los que hizo el Banco Mundial en toda América Latina: 24.900 vs. 5.250 millones de dólares del BM, según datos de Joao Carlos Ferraz, economista del BNDES.
En tanto, aquí se habla de “recrear” el BANADE, usando como base los fondos de la ANSES (en breve, el dinero de los jubilados) “En todo caso, habría que crear una institución nueva, porque del BANADE no quedó ni la biblioteca”, acota Rougier.
PETROBRAS E YPF
Otro contraste se da en el manejo de las empresas públicas. El caso paradigmático es comparar la suerte de YPF con la de Petrobras. La petrolera argentina fue privatizada y vendida a Repsol en los ’90, cuando Petrobras aceleraba su proceso de internacionalización, que lo tiene hoy actuando en 24 países, en los cinco continentes del mundo y con una facturación anual que ya superó los 110.000 millones de dólares.
En ese conglomerado, del “sistema Petrobras”, un conglomerado de ocho filiales, Petrobras Energia Participacoes (PEPCA) que tiene sus oficinas en Buenos Aires y maneja los activos de la empresa en la Argentina , Bolivia, Perú y Ecuador, es una de las más pequeñas. Ese organigrama, detalla Raquel Magalhaes Neiva Santos, que estudió el rol de Petrobras en la política exterior del gobierno de Lula da Silva, incluye a Transpetrol, la principal empresa de logística de Brasil y la mayor naviera de América Latina.
YPF fue achicada y vendidas en la Bolsa a mediados de los años ’90, luego, en 1999, su control accionario fue transferido a la española Repsol. Hace pocos años fue parcialmente “reargentinizada” con el ingreso del grupo Eskenazi, que gracias a sus vínculos con los Kirchner logró un arreglo para comprar un 15%, casi sin desembolsar una moneda de su propio bolsillo. Ahora acaba de ejercer una opción para comprar un 10% adicional.
El economista Francisco Mezzadri, ex presidente de la Cámara de Inversores en el sector eléctrico, ilustra el diferente manejo de Petrobras e YPF cuando en los ’70, en medio de los shocks petroleros, la estatal brasileña hizo una búsqueda internacional para conseguir el mejor ejecutivo petrolero posible. Aquí, la elección del presidente de YPF (el elegido fue Raúl Ondarts, un ex interventor de ENTEL) se subordinó a la condición de que su salario no excediese al de un general de división. “En un caso se buscó la excelencia; en el otro, alguien que aceptase ganar no más de 3.000 dólares por mes”, resume Mezzadri.
En los ’80, YPF llegó a los 54.000 empleados, de los cuales 24.000 eran de maestranza. Hoy, tiene 7.500 empleados. ¿Hubiera podido el Estado hacer semejante reducción?”, se pregunta Larriqueta.
Por otro lado, no hay que olvidar que para desarrollar sus fabulosas reservas de aguas profundas y mar adentro (a más de 500 kilómetros de la costa, en lo que los muy marketineros brasileños ya llaman “ la Amazonía azul”), Petrobras necesita que el barril de petróleo no baje de los 97 dólares. Algo que, en un horizonte de diez a veinte años, dista de ser una certeza.
Según Acuña, la aparente “invasión” de inversiones brasileñas no dice nada nuevo de conducta empresarias cuya lógica no ha variado ni en Brasil ni en la Argentina. El vecino mayor del Mercosur ha sostenido la coherencia y continuidad de su política industrial, en la que el apoyo crediticio del BNDES ha sido clave en el proceso de regionalización y transnacionalización de las empresas brasileñas, en tanto aquí Menem avanzaba la obra iniciada por Martínez de Hoz.
EL CAMBIO RECIENTE
Pero en la primera década del siglo XXI sí ha habido, explica Acuña, un cambio estructural en la Argentina : por primera vez en décadas hay una comunidad de intereses del agro, la agroindustria y algunos sectores de manufactura industrial en la conveniencia de un dólar relativamente dólar alto, que les permite cierta defensa del mercado interno y a la vez una buena proyección externa.
Gracias a eso el grado de apertura (exportaciones más importaciones en porcentaje del PIB) es históricamente alto y alienta un aceptable nivel de inversión, porque entre el mercado interno y los altos precios internacionales redondean una muy buena rentabilidad. A diferencia de otros momentos históricos, dice, la mala relación con el gobierno no lleva a estos sectores a “vetar” la política económica por vía de la desinversión.
Ni la alta inflación ni el retraso relativo del dólar en los últimos dos años cambiaron demasiado el escenario, gracias a que el real brasileño se revaluó extraordinariamente frente al dólar. Por ahora, dice Acuña, el esquema se mantiene.
EN TODAS PARTES SE CUECEN HABAS
Brasil, acota Larriqueta, también tiene sus problemas. Debido a la excesiva apreciación del real, sus exportaciones se están primarizando aún más rápido que las argentinas (expresión de lo que los economistas llaman “la enfermedad holandesa”, lo que acentúa su crónico déficit de balanza de pagos y lo pone en riesgo de “insostenibilidad” externa.
Además, su tasa de ahorro e inversión es bastante inferior a la argentina, 17 vs. 23 por ciento para 2010, lo que echa dudas sobre su capacidad de crecimiento. En un escenario adverso, el gigante sudamericano puede sufrir la salida abrupta de los capitales que ahora lo están inundando. Y no debe olvidarse que gran parte de las inversiones de las firmas brasileñas en la Argentina y en otros países tiene como contrapartida un importante nivel de endeudamiento en su propio país.
Porque así como aquí se critica el espíritu prebendario de la burguesía argentina, el “éxito” brasileño también esconde cadáveres en el ropero, y montañas de subsidios.
Larriqueta, que fue secretario de Producción para la Defensa del gobierno de Alfonsín, recuerda que en los ’80 Brasil empezó a vender tanques de guerra en Africa, a precios imposibles de empardar. Pero los tanques servían para poco más que los desfiles y varios de los gobiernos y dictadores que los adquirieron se olvidaron de pagarlos. Y quienes se deslumbran con la estatal aeronáutica brasileña Embraer soslayan que el componente local de su producción es de apenas un 20 por ciento.
“Brasil está muy colgado del flujo internacional de capitales y del precio de las materias primas, más todavía que nosotros”, concluye Larriqueta, quien recuerda una anécdota del arte brasileño de venderse bien. “En 1982 el Financial Times publicó un suplemento especial sobre Brasil titulado ‘El despertar de un gigante’; cinco días después, Brasil declaró el default”.
Un argentino en Brasil
Conocido como “el rey de la soja”, Gustavo Grobocopatel es un referente del “nuevo” capitalismo agrario. Más que tierras y capital fijo, el grupo “Los Grobo” se maneja con redes, know-how y capital circulante. Lo suyo son los fideicomisos, los pools de diferente tipo, el expertise agrario.
Hace tres años “Los Grobo” puso proa a Brasil. A partir de una inyección de capital de “Vinci Partners” (ex dueños del Banco Pactual y grandes inversores en energía y real estate) compró dos empresas en Brasil, las fusionó y ya en 2010 su facturación, de unos 700 millones de dólares, se dividió en partes casi iguales entre la Argentina y Brasil.
”Las sociedades en general, y los empresarios dentro de ellas, responden a determinados ambientes”, explica Grobocopatel del otro lado de la línea. ”En Brasil hay una sociedad que mira el éxito como objetivo; en la Argentina , en cambio, el éxito es penalizado, casi da vergüenza. Y no solo entre los empresarios. Lula, que fue un trabajador, tuvo un mensaje pro-empresa. Aquí los trabajadores y la sociedad no reciben ese mensaje”, dice.
Según Grobocopatel, Brasil tiene una elite “de elevada y creciente sofisticación” en los puestos de gestión privados y públicos. “Sus gobernadores –apunta- son más modernos y sofisticados que los nuestros, y sus empresarios también”. Brasil, aclara, “tiene todavía desafíos enormes de educación de las clases medias y bajas, pero está avanzando en eso.
Grobocopatel cree que la “ola” de inversiones brasileñas en la Argentina es resultado de una estrategia, tanto pública como privada, que apunta al mercado global y tiene como primer la regionalización. ¿Qué mejor que comenzar por la Argentina ? Además, dice, “el tipo de cambio (real sobrevaluado) y la diferencia de riesgo-país, que penaliza la valuación de las empresas argentinas, hace que a los brasileños les sea muy apetecible invertir aquí”.
¿Cuánto puede extenderse ese impulso? ¿Es sustentable? “No lo sé”, responde el rey de la soja. En cualquier caso, alerta, las empresas que triunfen a uno y otro lado de la frontera serán las que encaren procesos “de integración, no de asimilación cultural”. Quienes no asuman esa premisa, dicen, van a fracasar, porque la clave del éxito de las empresas del futuro es el conocimiento local y la integración a las redes globales.
Nuestras comparaciones con el Brasil terminan de manera similar y resultan absolutamente conformistas: después de todo, ellos también tienen problemas. Por otra parte, no es seguro que nuestro actual fracaso no tenga raíces culturales. Basta con recorrer los mitos fundacionales que empujan el desarrollo de las naciones para ver que algo nos falta.
Excelente reportaje.
Y no solo eso, el PBI per capita nuestro es mayor que el de Brasil, la diferencia es poca pero es asi, a menos que los datos que leí tengan errores… entonces en relacion a Brasil le falta mejor asignacion?
Pero por supuesto que Brasil tiene PBI mayor, tiene mas habitantes y geograficamente es mas grande que nosotros, 200 millones de habitantes vs 40 millones…
Excelente Post, profundo el análisis, y toca unos de los puntos neurálgicos del presente y futuro Argentino. Que rumbo tomar para ser una nación desarrollada.
El mundo nos enseña que los paises que progresaron en general hicieron eje en democracia, desarrollo burguesía nacional, sistema de convivencia republicanos, etc, aquí , nuestra izquierda y derecha, en un pensamiento herederas del pensamiento monárquico clerical de la vieja España, tiene en común el desprecio a la burguesía , al empresariado, al estado de derecho, la vida republicana. No resulta extraño que el pensamiento Hobbiano es punto de contacto entre las izquierda, derechas y progresias locales, que odian el modelo desarrollo burgues y viven en su forma nostalgias del modelo feudal estatista, la patria contratista como extensión de el . En definitiva el capitalismo de amigo como sucesor del viejo modelo , al cuan con tanta fuerza adhiere en Kirchnerismo.
Este post esta ligado al anterior,(soft libre) crear las condiciones para el desarrollo significa políticas de estado progresista, que creen seguridad jurídica, que el estado invierta ( y tenga planes concretos ) en energia, transporte. Que revalorice la educación y ponga las pilas en generar nuevos paradigmas sociales, alejados de la cultura clientelar y ligados a que el conocimiento y el desarrollo nos hará libre y es el camino del progreso social.
El desafío del estado que ayuda a crear un ambiente propicio para el desarrollo de miles de nuevas empresas y mejoramiento y potenciación de las existente .
Ese estado orquestador del desarrollo sin duda deberá contar con esas políticas relacionadas al pensamiento estratégico de la Argentina, y tener políticas de alianza y promisión a un empresario innovador y transformador, de organizaciónes sindical que sienta que el progreso de las empresa se relaciona con el progreso de los trabajadores y la Argentina general.
Si no hay un empresariado nacional
EL campo Argentino y la grandes redes que relacionan investigación y desarrollo con producción,(la agrouindustria relacionada, maquinas agrícolas , biotecnologias , estaciones experimentales, etc ) las pocas grandes empresas Argentinas que aun quedan como Techint, Pescarmona, Arcor, etc Y todos los sectores son parte o deberián serlo de una estragegia de desarrollo nacional. Y también el estado jugando un rol empresario cuando los privados no pueden como ejemplo Invap , es parte de la nueva Argentina, el estado corrupto e inepto de Aerolineas es parte de la vieja el demágico e igualmente corrupto de Futbol para Todos menos.
Lenin le escribia hace casi un siglo a Rosa Luxemburgo que cuide que el ataque a la burguesia de su pais , no termine siendo solo un favor a la burguesia extranjera.
Mal que le pese a nuestra retardataria progresia al igual que a la derecha e izquieda vernácula, nuestro desarrollo esta ligado mucho a la posibilidad de potenciar al empresariado o burguesia nacional . Generar ese clima para para la creación de miles de nuevas empresas..- Sino mientras destruimos lo poco que queda , veremos como la extranjera desembarca en las posiciones que aquella debería ocupar.