Por Gareth Porter, desde Washington*
Las recientes demandas de los militares pakistaníes a Estados Unidos para frenar los ataques aéreos drone (aviones no tripulados) y reducir el número de espías norteamericanos que operan en Pakistán, han recrudecido la tensión entre ambos países. El reclamo es una respuesta a los programas militares y de inteligencia impulsados por EE.UU, que excedieron los límites acordados con los pakistaníes en los últimos años.
Los líderes militares de ambos países habían realizado acuerdos privados para los ataques aéreos drone y para las actividades la inteligencia estadounidense en Pakistán, pero aquellos acuerdos cambiaron dramáticamente, vulnerando los intereses de Pakistán.
Las Fuerzas Armadas pakistaníes -que poseen un enorme poder en los asuntos de seguridad nacional en su país- están insistiendo por primera vez para que Washington establezca límites estrictos a la implementación de los ataques aéreos drone y a la cantidad de militares, contratistas y personal de Inteligencia estadounidense en el país.
El pedido fue respaldado con otra medida: la suspensión de las operaciones de inteligencia conjuntas con Estados Unidos – un programa que fue muy buscado por la administración de Barack Obama.
Las nuevas exigencias de Pakistán para restringir las operaciones estadounidenses están siendo seriamente consideradas por los Estados Unidos, ya que fue el propio jefe del Ejército de Pakistán, el general Ashfaq Kayani, quien comunicó las demandas a los funcionarios americanos, según informó el New York Times.
La detención de Raymond Davis, espía contratado que asesinó a tres ciudadanos pakistaníes el pasado mes de enero, marcó un punto de inflexión en la relación entre Estados Unidos y Pakistán. Fue la oportunidad para que el liderazgo militar pakistaní y sus Inter-Services Intelligence (ISI) tomaran una posición más fuerte con respecto a las grandes cuestiones que los afectan, según expresa Kamran Bokhari, un especialista en Pakistán de la consultora Stratfor.
«Lo que estamos viendo es al ISI y el Estado pakistaní aprovechándose del caso Davis para renegociar las reglas del juego con Estados Unidos «, dijo Bokhari en una entrevista.
El primer paso del ejército pakistaní y del ISI tras la detención de Davis fue la suspensión de las operaciones conjuntas de inteligencia entre el ISI y la CIA, que habían resultado exitosas en la captura de varios líderes talibanes de alto rango a principios de 2010.
Pakistán y EE.UU. mantuvieron en silencio aquella suspensión durante meses, hasta que fue filtrada por un oficial del ISI la semana pasada a Reuters. Los funcionarios norteamericanos interpretaron esta medida como una estrategia de los pakistaníes para forzar cambios profundos en las actividades encubiertas de EE.UU. en suelo pakistaní.
Pero la dura posición de Pakistán respecto al asunto Davis y a las operaciones de inteligencia conjunta llamó la atención de la administración Obama. Los ataques drone de EE.UU. fueron suspendidos durante enero y febrero, mientras los funcionarios norteamericanos intentaron resolver ambas cuestiones.
Durante el gobierno de Musharraf, el ejército pakistaní había logrado un acuerdo privado con el gobierno de George W. Bush, sobre el uso de aviones teledirigidos contra Al Qaeda y sus aliados pakistaníes.
Sin embargo, los militares y funcionarios de inteligencia vieron con creciente preocupación cómo el programa de aviones no tripulados modificó su objetivo de ataque a líderes de Al Qaeda y funcionarios talibanes pakistaníes, a miembros de base y simpatizantes de las organizaciones talibanes, afganas o pakistaníes
En privado, las autoridades pakistaníes intentaron convencer a la administración de Obama para que reduzca sus objetivos. Altos funcionarios pakistaníes se quejaron de que la CIA estaba cada vez más dedicada matar a «soldados rasos», según se informó en un artículo de Greg Miller publicado el 21 de febrero en el Washington Post.
A pocas horas de la liberación de Davis, los ataques drone continuaron dejando claro que Estados Unidos no tenía intención algunade modificar su estrategia respaldada en la utilización de los aviones teledirigidos.
El 17 de marzo, un ataque drone realizado durante una reunión en Waziristán del Norte, asesinó a más de 40 personas, incluidos algunos miembros talibanes, aunque la mayoría eran ancianos tribales y miembros de la fuerza pública de las milicias locales. Según funcionarios locales, los miembros de la tribu y los ancianos estaban reunidos en una loya jirga (asamblea afgana) para discutir sobre el pago por la venta de una mina de cromita de la tribu Madda Khel.
Un anciano de la tribu que perdió a cuatro parientes durante el bombardeo, dijo que 44 personas fueron asesinadas, de los cuáles 13 eran niños.
El ejército pakistaní no pudo ignorar el pedido de venganza de los líderes tribales de Waziristán del Norte contra Estados Unidos, después del baño de sangre del 17 de marzo. «Somos un pueblo que puede esperar 100 años para vengarse. Nunca perdonamos a nuestros enemigos», dijo uno de los ancianos en un comunicado emitido inmediatamente después del bombardeo.
El hecho indignó a la opinión pública en todo Pakistán, donde la guerra de aviones drone ha generado una creciente ira hacia Estados Unidos.
El mismo Kayani emitió una fuerte declaración condenando el ataque y calificándolo de «intolerable», resaltando que complicaría el trabajo de las fuerzas armadas para combatir al terrorismo. Durante mucho tiempo, tanto en público como en privado, las autoridades pakistaníes expresaron lo “contraproducente” que había resultado el programa, pero era la primera vez que Kayani hacía pública una declaración tan contundente.
Anteriormente las quejas del gobierno y los militares pakistaníes sobre los ataques aéreos eran «hipócritas», dijo Anatol Lieven, un especialista en el Kings College de Cambridge, y autor de un libro sobre Pakistán.
Según Lieven, sin embargo, la cúpula militar de Pakistán parecía estar «realmente molesta» por el ataque aéreo de marzo y la gran cantidad de bajas civiles, porque se trató de «un insulto público».
«Los pakistaníes están en una posición profundamente humillante» en lo referido a los ataques drone, dijo Lieven. Además aseguró que la cúpula militar ya no confía en la sensatez de los estadounidenses sobre el programa, debido a lo sucedido en Waziristán del Norte, donde los ciudadanos están dispuestos a llegar a un acuerdo para finalizar la lucha contra el ejército y el gobierno.
La demanda del ejército pakistaní tras la detención Davis provocó una reducción de entre el 20 y el 40 por ciento de agentes de la CIA y del personal de las Fuerzas de Operaciones Especiales de Pakistán, según informó el New York Times. Lieve sostiene que fue una respuesta al dramático aumento de la cantidad de personal norteamericano que ingresó al país sin un acuerdo explícito con los militares pakistaníes.
«Lo que los pakistaníes están exigiendo es revertir la enorme afluencia que se ha producido en los últimos meses», dijo Lieven. «Quieren retornar al status quo del año pasado”. El reclamo específico tiene que ver con la cantidad de personal estadounidense que ingresó al país sin un permiso explícito, según Lieven.
Estados Unidos aumentó el número de personal «unilateral» de inteligencia – aquellos que no participaron concretamente en las operaciones de inteligencia conjuntas- al menos en varias centenas, entre finales de 2010 y principios de 2011.
Lieven dijo que algunos funcionarios de Estados Unidos habían acordado en que el espionaje norteamericano en Pakistán «se había ido seriamente de las manos», de acuerdo a declaraciones privadas.
El investigador del Kings College, dijo que oficiales de inteligencia pakistaní le aseguraron su compromiso para ayudar aprevenir cualquier ataque desde el territorio pakistaní contra Estados Unidos, ya que «las consecuencias serían desastrosas para Pakistán si alguna vez hubiese un ataque».
Pero ese compromiso no se aplica a la presencia de talibanes afganos en Pakistán: «Los pakistaníes han ayudado muy poco en Afganistán». Y esa es una de las razones por las cuáles Estados Unidos aumentó el número de agentes de inteligencia en Pakistán.
* Gareth Porter es historiador y periodista especializado en política de seguridad nacional de Estados Unidos. Su último libro, «Peligro de dominio: Desequilibrio de poder y el camino hacia la guerra en Vietnam», fue publicado en 2006.