Por Gareth Porter
Estados Unidos gasta mas de 1.2 millones de dólares por cada soldado que tiene en el extranjero, y la cifras de efectivos en distintas partes del mundo supera el medio millón. Obama aseguró que quiere reducir el gasto en 400.000 millones de dólares. Pero Gareth Porter demuestra que la promesa de Obama se acerca más a un fraude contable que a un recorte efectivo.
La semana pasada, Barack Obama, anunció su intención de recortar $400 mil millones de dólares del presupuesto de las Fuerzas Armadas y aseguró que trabajaría con el Secretario de Defensa, Robert Gates y los Jefes del Estado Mayor Conjunto en una «profunda revisión» de las «misiones militares, sus capacidades y el papel de Estados Unidos en un mundo cambiante», antes de tomar una decisión.
El portavoz de la Secretaría de Defensa, Geoff Morrell, expresó que Gates, a quien no le agradó la idea de tener que recortar gastos, fue informado sobre la medida el día anterior a que se hiciera pública: “Éstos recortes podrán ser realizados correctamente solamente si se los acompaña con recortes futuros en la estructura de las Fuerzas y en su capacidad militar”
Es difícil creer que la tensión pública entre Obama y Gates no haya sido guionada. Una enorme maniobra política se esconde en las declaraciones, en la que ambos vienen trabajando desde el año pasado: el Pentágono recibió un gran incremento en su financiación para la próxima década, mientras recibía el mérito de haber reducido gastos pequeños o inexistentes respecto a ese aumento.
El plan original de gastos militares –que excluye los costos de las guerras- creado por Obama y Gates para el año fiscal 2011 y hasta el 2020, requería un gasto de US$ 580 mil millones por año, señaló en enero el ex oficial del Pentágono Lawrence Korb. Esa cifra representaría un aumento real del 25 por ciento sobre el gasto medio anual de los militares -excluidos los costos de guerra- durante el gobierno de George W. Bush.
Es más, el programa Obama-Gates significaba un aumento del 45 por ciento sobre el promedio anual del nivel de gasto militar durante el período 1992-2001; como se refleja en los datos oficiales del Departamento de Defensa (ver pdf en ingles).
El proyecto de presupuesto de Obama para año fiscal 2012, apenas redujo el aumento total -162 mil millones de dólares durante los cuatro años, desde 2017 hasta 2020, como indica una minuciosa investigación del Proyecto de inversión en Defensa Alternativas (PDA-ver nota en inglés);- lo que dejó un promedio anual de gasto militar de US$ 564 mil millones – un 23 por ciento superior a la media anual de Bush y un 40 por ciento por encima del nivel de gasto en la década del `90.
La afirmación de Obama sobre el supuesto ahorro de 400 billones de dólares por parte de Gates durante su administración, fue el punto fundamental de la semana pasada: «En los últimos dos años, el Secretario Gates puso, valientemente, un freno al derroche innecesario, ahorrando US$ 400 mil millones en gastos actuales y futuros. Estoy convencido de que podemos hacerlo de nuevo. »
Esa reducción presupuestaria de US$ 400 mil millones se justificó con los US$ 330 mil millones que Gates afirmó haber ahorrado (ver nota en inglés) tras detener, reducir o modificar los 31 programas sobre armas. Pero, contrariando la percepción de Obama, ese número no refleja ningún recorte proyectado por el Departamento de Defensa; el ahorro fue utilizado para aumentar el gasto en operaciones e inversión para el presupuesto militar.
Además, las cifras son el resultado de unos métodos contables engañosos, que bordean la estafa y el fraude. Fue basado en suposiciones arbitrarias sobre la supuesta cantidad de dinero que habrían costado los 31 programas de armas a lo largo de toda su duración, extendiendo los programas a décadas futuras (ver nota en inglés), asumiendo que todos serían consumados. Tal metodología ofrece un sinfín de posibilidades para inflar las cantidades ahorradas.
La PDA señala (ver nota en inglés) que otros mil millones de dólares de gastos en servicios militares, que en enero Gates anunció haber reducido, se utilizaron para aumentar el gasto de las operaciones y en el nuevo programa de armas que los servicios querían. Eso deja un saldo de 78 mil millones en recortes por más de cinco años, algo que también fue anunciado por Gates en enero, pero gran parte de ese saldo pudo haber sido agregado al presupuesto militar y destinado a «operaciones de contingencia en el extranjero» en lugar de contribuir a la reducción del déficit, según la PDA (ver nota en inglés).
Incluso si los $ 400 mil millones en recortes fuesen, como Obama pretende mostrar, genuinos, el Pentágono seguiría proyectando un aumento total del 14 por ciento por encima del nivel de despilfarro en gasto militar que hubo durante el gobierno de Bush. La semana pasada, el Boletín oficial de la Casa Blanca informó sobre la reducción del déficit, reconociendo que Obama tiene como objetivo «mantener el crecimiento de los gastos de seguridad por debajo de la inflación.»
La «revisión fundamental» que Obama realizará en conjunto con el Pentágono y las burocracias militares será un capítulo más de esta enorme maniobra política. Es muy probable que Gates vuelva a sacar de su galera de trucos contables, una nueva cifra que coincida con la cantidad del ahorro deseado.
A pesar del carácter engañoso, inherente al llamado de revisión por parte de Obama, éste tiene un aspecto positivo: les otorga a los críticos del sistema de Seguridad Nacional, una oportunidad para señalar que dicha revisión debería ser hecha por un panel de analistas independientes del presupuesto militar, cuyos intereses no se vean afectados por los resultados financieros – a diferencia de lo que sucede si los oficiales del estado hacen el trabajo.
El panel independiente podría organizar un listado de todas las misiones militares que no favorezcan, o incluso perjudiquen, la seguridad del pueblo estadounidense, y de los planes cuya financiación debería ser reducida sustancialmente debido a las innovaciones tecnológicas u otros cambios. También se podría calcular qué cantidad proyectada para el gasto militar total debería ser reducida, sin tener en consideración si resulta aceptable para el Pentágono o por la mayoría en el Congreso.
El panel no requeriría de la aprobación de la Casa Blanca o del Congreso; podría ser convocado por una organización privada o, mejor todavía, por un grupo de miembros del Congreso que estén al tanto de la cuestión. Los datos que surjan podrían utilizarse como base para la creación de una alternativa legislativa a la actual política de Seguridad Nacional y podría ser presentada como una resolución conjunta; lo que le daría a millones de estadounidenses que hoy sienten que no se puede hacer nada con las interminables guerras de Estados Unidos, un motivo para vigilar el camino que recorren los recursos presupuestarios de la Seguridad Nacional.
Tres fuerzas políticas convergentes están hoy contribuyendo al debilitamiento de la Seguridad Nacional: la creciente oposición a una guerra fallida, el apoyo popular para que se dé prioridad presupuestaria a la economía nacional en lugar de dársela a la seguridad y la presión para reducir el déficit fiscal y la deuda pública. Sin embrago, mientras la ciudadanía no actúe en conjunto, podrían pasar varios años hasta encontrar resultados decisivos. Sin duda, una revisión independiente del estado sobre los gastos y las misiones militares, aceleraría el proceso.
* Gareth Porter es historiador y periodista especializado en política de seguridad nacional de Estados Unidos. Su últimolibro, «Peligro de dominio: Desequilibrio de poder y el camino hacia la guerra en Vietnam», fue publicado en 2006.