Por Luciana Sabina
De la virulencia crítica del mosquito, tolerada por el poder de la época, hasta el bloqueo a los diarios de gran circulación en la actualidad, la Conocida twitera @kalipolis nos da su visión de la libertad de prensa.
“… Don Bartolo me molesta por los medios imaginables, y él se ha encargado de cuanta cuestión desmoralizadora puede presentarse. La Nación, usted recuerda, fue la que sacó los fusilados de Sandes para herirme…” (Carta de Sarmiento a Rivas, junio de 1869)
La llegada de Sarmiento al poder materializó un quiebre definitivo en su antigua alianza con Mitre, cuyo candidato presidencial había sido el Canciller Elizalde. Desde entonces, el fundador del diario “La Nación”, se colocó a la cabeza de la oposición política, haciendo uso de su periódico y medios afines para atacar al gobierno. Mitre, encontró respuesta en la mordaz pluma del presidente y la condescendiente prosa de hombres como Vélez Sarsfield. Esta puja periodística desatada entre ambas facciones, configuró una de las etapas más apasionantes de la historia de la prensa nacional. Los recientes bloqueos sufridos por diversas publicaciones, nos lleva a mirar con ojos más atentos la relación siempre incómoda entre el poder político y el poder mediático.
Por entonces los principales diarios eran «El Nacional», dirigido por Dalmasio Vélez Sarsfield, donde solía escribir Sarmiento, antes, durante y después de su presidencia; «La Prensa», dirigido por José C. Paz; «La Tribuna», de Héctor Varela; «La Nación», fundado por Mitre y «El Siglo», a cargo de Federico de la Barra. A estos, se sumaría «El Pueblo Argentino» de Lucio V. Mansilla.
Párrafo aparte merece «El Mosquito», periódico semanal, independiente y de virulenta ironía, ente cuyos principales caricaturistas estaban H. Meyer, Adam Monniot, Faría y Demócrito; destacándose a partir de 1868 Enrique Stein, un parisino que ingresó a la publicación como redactor gráfico y terminó siendo propietario de la misma. Amigo y partidario de Bartolomé Mitre, Stein, se ensañó especialmente con Domingo Faustino.
Los conflictos comenzaron cuatro días después de la llegada de Sarmiento a la Argentina, sabiéndose ya presidente electo. Volviendo de visitar la tumba de Dominguito, una de las víctimas de la Guerra del Paraguay, el primer mandatario fue sorprendido por un reportero del diario “La Nación”, quien escribió poco después: “El Rey se divierte. Antenoche, el futuro magistrado de este pueblo honró con su presencia la bellísima quinta de Don Mariano Varela, de la cuál regresaron a esta población en la mañana de ayer, después de haber celebrado una larga francachela” (La Nación, 5 de septiembre de 1868). Para Gálvez, célebre detractor del padre del aula, el cronista no sabía de dónde venía y se trató de un comentario insignificante, carente de gravedad; sin embargo Sarmiento no pensó lo mismo y tras ser defendido desde “La Tribuna”, aclarándose que venía del cementerio, no dejó de referirse a este incidente durante años. Eso sí, cambiando ligeramente el contenido de aquella nota: dirá que ocurrió en el aniversario de su hijo y que se lo había acusado de venir de una orgía y borracho.
También en 1868, el diario mitrista dio un hábil golpe a la figura presidencial, publicando bajo el título de “El Cuerpo del Delito”, un artículo escrito por Sarmiento en el exilio, donde sostenía los derechos de Chile sobre el Estrecho de Magallanes.
En defensa del Presidente, Vélez Sarsfield acotó desde su periódico que “esa cuestión de Magallanes la hizo para atacar a Rosas” y recordó que Florencio Varela y Valentín Alsina llamaron a las armas francesas contra Buenos Aires, e invitó a “La Nación” a considerar como traidores a esos “venerables argentinos”, aclaró además que Sarmiento no entregaría la zona de Magallanes a Chile. En respuesta “La Nación” se preguntó: “¿Son acaso de Rosas o de la República Argentina las tierras de Magallanes?” Sobre Varela y Alsina, no negaron que hubiesen llamado a Francia, pero recordaron que no habían ofrecido tierras argentinas. . Al respecto señala magistralmente Gálvez: “¡Como habrá gozado en Southampton don Juan Manuel, al saber que sus antiguos enemigos se llamaban traidores unos a otros!”.
Sarmiento se refirió al tema un par de años después, en cierta carta a Félix Frías, quien por entonces ocupaba el cargo de embajador en Chile, diciéndole que de ninguna manera se hacía cargo de ese escrito porque eran muchos los que escribían y el responsable es el diario chileno. Evidentemente, Sarmiento sufría el tipo de amnesia característica de la clase dirigente argentina.
La violencia del diario mitrista, llegó a asumir caracteres personales. Así, cuando en cierta oportunidad el sanjuanino se alabó a si mismo, señalando que estaba seguro de “ser, sin duda, entre los americanos, el que mejor conoce las reglas del buen gusto y de la sociedad culta”, “La Nación” comentó de este modo dichas palabras: “… Hasta ahora Sarmiento había sido todo lo contrario, de lo cual se jactaba, encargándose él mismo de contar sus extravagancias en sus libros. Esto prueba que Sarmiento empieza a decaer. Sarmiento patán, era un tipo, Sarmiento modelo de cultura y buen gusto, es una caricatura…” Por esos mismos días se publica, en dicho periódico, una famosa broma fundada en el apellido del presidente: “Sarmiento sin Mitre era un asno [Sarmiento = Asno]”. Y aunque nos cueste creerlo, el Presidente no encabezó actos a los que el pueblo asistió llevando pancartas, milagrosamente idénticas, con leyendas como “La Nación engaña” o “Mitre embustero”; por el contrario, fiel a su condición de educador, decidió dar una lección de tolerancia política. Claro está, que no se quedó de brazos cruzados pero, como especificamos, decidió utilizar las mismas armas: la pluma y la palabra; las que mejor sabía esgrimir.
Particularmente simpático resulta el siguiente entredicho, descripto magistralmente por Gálvez:
“…Se ha inaugurado el 31 un nuevo carruaje presidencial, regalado por los ministros. Criticase a Sarmiento porque no va a pie por las calles, democráticamente, como iba Mitre. No sólo utiliza un coche, sino que es ostentoso; y tiene un cochero de sombrero galoneado, un lacayo de pié y una escolta armada de sable y carabina. La gente considera eso como expresión de autoritarismo. Para Sarmiento es expresión de autoridad. Pero él se equivoca en los medios. La ridiculez del armatoste y el lujo de los lacayos hacen reír al criollo del pueblo y sonreír irónicamente al aristócrata.
Con motivo del nuevo coche, el diario mitrista, que ahora es del propio Mitre y se llama LA NACIóN a secas, publica el 2 de enero un comentario harto malévolo para el presidente. Allí se critica a Sarmiento por su vanidad y por haber enviado a pasear en el coche presidencial a varias “Chimangas de su familia”. Chimangas significa aquí mujeres del pueblo, de baja estofa. A Sarmiento le irrita de tal modo la frase, que publica dos artículos. En el del 7 de enero dice que las damas no eran de su familia sino de la del general Emilio Mitre, jefe de las tropas que desfilaban y hermano del director de LA NACIÓN…”
Mientras tanto, unos a otros se arrojaran la responsabilidad sobre fusilamientos, diversos atropellos y el cadáver del Chacho Peñaloza. En privado el presidente lapidaba a su contrincante, así es como en una carta a García afirmó sobre Don Bartolo “se ha presentado tres veces ebrio en el Senado, siendo esta la mayor disculpa de su condición” y alguna vez se refirió a la Biografía de Belgrano escrita por Mitre como “la historia de un zonzo, escrita por otro zonzo”. Sin embargo, también sin dar muestras públicas, sentía cierto pesar a causa la oposición de Mitre, con quien supo compartir ideales y acciones concretas, como la sangrienta “pacificación del interior”.
Cada tanto la lucha era surcada por pactos fugaces, fruto de efímeros acercamientos que respondían a la satisfacción de necesidades mutuas y momentáneas; durante estos lapsos los diarios no molestan tanto a Sarmiento, ni lo llamaban “el loco”, ni se burlaban de su doctorado en Michigan. Mientras que él, no pasea su altivo talante por las publicaciones y limitaba sus, siempre polémicas, declaraciones públicas. Sin embargo, “El Mosquito” nunca se plegó a las treguas y continuó burlándose del Presidente sin reparos.
Estaba llegando el fin de su presidencia y Don Domingo no encontraba tranquilidad, ni satisfacciones relevantes. Los levantamientos o rebeldías en el interior, los malones, la falta constante de dinero en la administración, una opinión pública indiferente a sus innovaciones liberales y hasta un atentado fallido hacia su persona se sumaban, a las ya descriptas, críticas sistemáticas de sus antiguos aliados; embestidas que laceraban, con la efectividad que sólo poseen aquellos que nos conocen bien. Aún así, el viejo estadista se encargó de colocar en el poder a su “delfín” Avellaneda, provisto de un Congreso adicto. Para esto, Sarmiento hizo uso de la herramienta a través de la cuál habían accedido al poder, tanto él como Mitre: el fraude electoral.
Esta jugada dejó a Mitre sin su segunda presidencia y llevó la disputa a lo concreto: una revolución armada contra el gobierno, apoyada por ciertos sectores de la prensa. A raíz de esto, fueron clausurados los diarios “La Nación”, “La Prensa”, “La Pampa” y “El Nacional”, no por pensar diferente, sino por estimular de forma directa a una sublevación contra el gobierno; como vemos, “prensas golpistas” eran las de antes.
En el marco de la revuelta y con Mitre en el exilio, Sarmiento lo desmanteló a través de una carta publicada por “La Tribuna”, en la misma se burló de su trayectoria, lo trató de tibio por no escribir cosas como “Facundo”; lo acusó de lanzarse a esta revolución por no haber sido electo; dijo que de Chile trajo varias malas costumbres, como la de falsificar votos; que después de Caseros el ascendió a Coronel porque en realidad ascendieron a todos; que durante la elección en la que triunfó, había organizado “la multiplicación de los votos, como los siete panes y los cinco pescados”, cuyos cestos guardó para elecciones futuras; lo describió como un corrupto y llamó “gato escaldado en Cepeda”, por último, ninguneó su movimiento revolucionario.
Finalmente, Avellaneda pudo acceder a su cargo y se condonó a la mayoría de los sediciosos, fundamentalmente a Don Bartolo. Como se puede observar, en Argentina, echar mano al olvido y al perdón fue vista, en muchas oportunidades, como una solución viable y sobre todo cómoda para nuestros funcionarios.
Entonces, los diarios, dejaron de lado al ex presidente; aunque ante su alejamiento de la crónica diaria “El Mosquito” le fue fiel y cada tanto hizo un espacio entre sus páginas para ridiculizarlo.
Sarmiento volverá a ocupar las primeras planas de la prensa Nacional al conocerse la noticia de su fallecimiento, y como no hay nada que redima más a un hombre que la muerte, sus antiguos adversarios, lo despidieron como a un amigo. El día 16 de septiembre de 1888 la portada de “El Mosquito” tuvo su retrato, sin ningún epígrafe y la semana siguiente, fueron reforzados los honores con una ilustración que invadía la totalidad de las páginas centrales. En la misma, se representó el Cielo, donde San Martín, junto a otros forjadores de la historia nacional como Belgrano, Moreno, Rivadavia, Alsina y Avellaneda, invitaba a Sarmiento a unirse con ellos: «Venga, Don Domingo, sea Ud. bienvenido, que aquí hay lugar para los que como Ud. han servido bien a la patria y al progreso”.
Sin lugar a dudas se podrán hacer miles de críticas a la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento, contradictoria, apasionante, bárbara y civilizada. Sin embargo, tanto exponer los errores, para no volver a caer en ellos, como descubrir inspiradores aciertos pretéritos, es el aporte de la historia para aquellos que se preocupan por lo sucesivo; ciencia de la hacen uso los verdaderos estadistas quiénes, en palabras de Churchill, no piensan en la próxima elección, sino en la próxima generación. A esta Argentina, donde disentir ideológicamente va tornándose estigmatizante, le hace bien recordar que hubo una Argentina donde, aún con enormes falencias, no se bloqueaba a la prensa por contestataria.
Luciana Sabina
Muy buena la nota. Sin embargo, yo opino, y esto lo digo sin ser oficialista, para nada, que es un error decir que el gobierno bloquea a Clarín por contestataria cuando se sabe que fue por un conflicto gremial, y en esta misma página hay un exelente artículo que cuenta todo el proceso. Más allá de compartir o no los métodos y los acompañamientos de ciertos personajes nefastos, creo que es legítimo el reclamo. Por otro lado, lo que habría que resaltar es que en aquella época a la que se refiere el artículo, siglo XIX, los periódicos no eran tanto empresas sino más bien tribunas partidarias para la confrontación pública, cosa que con el correr del tiempo y la mercantilización esto quedará velado y el slogan de prensa independiente comenzará a ser lo dominante. De hecho aquí en Mendoza el centenario Diario Los Andes aparece por primera vez con el fin de lanzar y apoyar la candidatura a diputado de un político de la época. Es decir, en esos años ningún periódico ocultaba su parcialidad bajo el rótulo de «periodismo independiente», eran órganos de agitación y propaganda, el objetivo era ganar la agenda y la disputa era por el sentido común más que ganar dinero, cuestión que luego comenzará a tener más peso entrado ya el siglo XX y mediante un proceso complejo y largo de explicar. Saludos
Hola Nico, en ningún momento se acusa al gobierno directamente de bloquear a Clarín, por otra parte, este gobierno no se pronunció en contra del bloqueo de la prensa y algunos funcionarios hasta lo justificaron, al menos en la oportunidad anterior. Lo que deja mucho que pensar. Saludos y gracias por tu comentario.
Muy interesante Luciana lo que planteas. Estoy estudiando Periodismo en ETER y en una materia (Comunicación y Análisis de los Medios), tenemos que presentar un breve ensayo sobre la relación entre prensa y política en la etapa de fines del S.XX hasta el primer peronismo. Así que además del elogio por la buena prosa, es sugerente tu escrito como fuente para el trabajo.
Gracias Sebastián, es muy interesante la biografía de Gálvez sobre Sarmiento cita mucho a la prensa, tomándolo con “pinzas” es bastante útil para esta época. Saludos y éxitos con el trabajo.
Excelente nota!
Muy detallada y muy instructiva para los que no conocemos la historia argentina en profundidad y en particular la relacion entre la politica y los medios, me entere de muchas cosas que no conocia.
Mas alla de las tendencias politicas tanto de Sarmiento como de sus adversarios y de sus propias falencias y mezquindades personales que la nota describe tan bien, lo primero que se me viene a la mente es ver como se ha degradado en la actualidad la clase dirigente en lo que se refiere a calidades intelectuales y morales, salvo honrosas excepciones.
Eso si, descubri que se han mantenido a lo largo de la historia viejas practicas de intolerancia política, de amnesia por conveniencia y que palabras como la «pacificacion» o las «despedidas a un amigo» ya eran usadas en el pasado.
No me gusta ser pesimista pero a este paso dificilmente tengamos algun dia a verdaderos estadistas discutiendo con altura y consensuando proyectos de pais pensando en el bien comun.
Por ultimo, me parece muy acertada la reflexion final de un articulo … impecable e implacable sobre nuestra historia, felicitaciones a la autora!
Gracias por tu comentario. Saludos
kali, me he criado en la epoca en que a belgrano, moreno, saavedra, san martin, sarmiento se nos hablaba en la escuela como nuestros heroes de la patria, nuestros padre de la patria y grandes hacedores de la misma. hoy nos encontramos con que son juzgados y denostados en cuanta oportunidad le cabe al gobierno que hoy tenemos y su corte de aplaudidores, no releyendo la historia en el contexto en que ellos se desarrollaron y se desarrollaron los hechos en si, sino tomando esas acciones en la actualidad lo que no hace mas que confundir al zonsaje. sin temor a equivocarme siguen siendo los padres de nuestra patria, con sus errores y aciertos, y aseguro con la autoridad que me dan los años y los conocimientos que con tu relato, siguen agrandando su imagen, y mostrandonos su grandeza tomando las palabras de sus contrincantes pero sin cercenarles los derechos
atentamente