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Los cazadores y la 125

Por Gabriel Levinas

Otra visión del conflicto por las retenciones móviles es planteada a tres años de la lucha que enfrentó a nuestra sociedad.

 

Durante el mes de marzo de 2008 viajé al Chaco para hacer una nota sobre la desnutrición infantil. Durante el trayecto tuve que sortear en no menos de diez oportunidades los piquetes de los sectores agrarios que enfrentaban al gobierno nacional por la resolución 125.

En todos los cortes de ruta, desde Zárate hasta Formosa, fue bien clara la heterogeneidad de los manifestantes. No había ninguna duda de que estaba frente a un hecho sin precedentes.

Al llegar al cruce de la ruta 12 con el desvío a Mburucuya, a menos de 100 km de la capital de Corrientes, decidí detenerme ante un nuevo corte, saqué la cámara de video y me dirigí hacia el lugar en donde estaban los dirigentes. Me presenté como periodista; se acercó en primer término el presidente de la Sociedad Rural, un joven de pelo rubio rizado, vestido con un pantalón caqui, camisa polo celeste, alpargatas de carpincho y boina acomodada de lado. Me contó que tenía 3000 hectareas, no todas aptas para el cultivo —aclaró— aunque en parte de ellas había plantado soja. Acotó que sus rindes no podían compararse con los de la pampa húmeda, e hizo una defensa efusiva del sector. Luego me presentó a un pequeño productor y nos dejó a solas para que conversáramos. A las claras este señor era de condición humilde, pero tenía un lenguaje amplio y desenvuelto. Narró que había participado de encuentros en Bolivia donde se reivindicaba el derecho a la tierra para los más necesitados; en esa oportunidad había conocido personalmente a Evo Morales. No era propietario de las 3 hectareas que ocupaba para una plantación de zapallos, tenía además una pequeña huerta para consumo familiar.

Aún perdura en mí la sorpresa que me causó la confraternidad de esos dos personajes en el medio del conflicto. Durante meses me dio vuelta por la cabeza qué había pasado en la Argentina para que personas de extracción y posiciones económicas tan disímiles —y hasta antagónicas— se mostraran como pertenecientes a un mismo bando. ¿Qué unía a personajes como jamás antes? Eran casi enemigos de clase. Traté, sobre todo, de buscar en mi archivo analógico (fondo de mi cerebro) en qué condiciones o en qué situación era factible encontrar semejante alianza.

Seguí mi viaje más al norte hasta encontrarme con los asentamientos aborígenes del Chaco y de Formosa —ése era el verdadero propósito de mi escalonado viaje— para visitar comunidades cazadoras que aún sobreviven en los montes chaqueños donde sabía de la existencia de niños en avanzado estado de desnutrición.

Estas comunidades conservan, en gran medida, un modo de vida absolutamente distinto del conocido por nosotros: son cazadores-recolectores. El cazador tiene una relación con el tiempo estrictamente coyuntural; es decir, cuando la familia tiene hambre sale a cazar. Una vez conseguido el alimento vuelve a su hogar hasta que el hambre vuelve a ponerlo en actividad para buscar una nueva presa. A veces, en lugar de cazar sale a recolectar frutos o miel y, si es la temporada adecuada, se acerca al río, fabrica rápidamente una red individual o una lanza de punta fina llamada la “fica” para ensartar un dorado o un sábalo. La planificación no forma parte de su vida y solamente piensa estrategias de caza para sobrevivir un día más.

La presencia de otros tipos de explotaciones, desde el petróleo hasta la soja, produjeron un cambio tan drástico y repentino en su entorno que ya no consiguen sobrevivir adecuadamente de lo que el monte chaqueño solía proveer.

En cambio, el agricultor necesariamente tiene que planificar; sabe que al plantar las  semillas sólo meses después obtiene el resultado. Mientras tanto debe consumir lo que guardó durante la cosecha pasada y, además, cuidar de sus cultivos para que no sean atacados por malezas o alguna plaga. Asimismo, el ganadero sabe, por ejemplo, que el ternero recién nacido tarda tres años en tener el peso necesario para poder ser faenado. Si quiere mejorar la calidad de su tierra de pastoreo debe recortar el pasto malo antes de que florezca para que no se reproduzca; de ese modo, después de varios años de seleccionar qué pastura deja crecer y cuál no, consigue una pradera apta para soportar una mayor carga de ganado.

Por otro lado, un productor que se dedique a la forestación tiene que esperar períodos aún más largos para obtener una ganancia de ello.

Esta cultura productora es la base de muchas de las civilizaciones dominantes. La planificación representa el aspecto vital de ellas.

Por motivos complejos y  contradictorios, las sociedades de nuestras metrópolis, sobre todo en Buenos aires, han ido adoptando una forma de vida más parecida a la de los cazadores que a la de los agricultores. Basta advertir la escasa o nula capacidad de planificación de la clase política argentina que sólo atina a responder a la coyuntura cada vez que ésta se le revela a través de los medios de comunicación.

Como un cazador en la selva, recién cuando “las papas queman”, cuando el hambre se hace insoportable, mata un jabalí, cambia alguna ley, sale a pescar, hace algún anuncio por televisión o saca algún decreto de necesidad y urgencia.

Y no sólo los políticos parecen funcionar sin planes sino también los empresarios, las universidades y otros organismos de los cuales se espera, por sus funciones, que participen en el diseño de nuestro porvenir. No, no existen proyectos a futuro. Viven el día a día como verdaderos cazadores.

Al llegar a esta conclusión me resultó más comprensible todo lo acontecido durante los enfrentamientos por la resolución 125. Por un lado, la cultura del agricultor unía en un solo frente a gente con intereses diversos y posiciones económicas distintas. En el otro frente, el cazador de la ciudad, habituado a actuar impulsado por la necesidad, no entendía por qué ese grupo del campo les arrebataba el acceso a su presa.

A la distancia, a tres años del inicio del enfrentamiento, parece claro que la oligarquía vacuna ya no es la de antes. Los grandes terratenientes —cuyos apellidos ya no son Pueyrredón o Alvear sino Urquía, Ezquenazy o Werthein— arreglaron por afuera su disputa con el poder del cual forman parte. Mientras tanto un montón de políticos, intelectuales y militantes no percibieron que no estaban luchando por lo que deberían haber luchado, que el enemigo estaba desdibujado, demonizado simplemente por nuestra ignorancia.

No dejo de imaginar al señor Dreyfus tomando una copa de champagne con el señor Monsanto, su competidor Cargill, y hasta algún otro exportador de granos, en un hotel 6 estrellas de Nueva York, riéndose a carcajadas por haber tenido la impensada colaboración de parte del progresismo argentino para continuar con el saqueo.

Con esta reflexión no pretendo evadir, por supuesto, todo lo que además se juntó. Como pasa en todo conflicto, detrás de cada bando estaban los más variopintos explotadores y sinvergüenzas, los pooles sojeros, etc. No eludo tampoco la utilización perversa de algunos sectores para sacar rédito político del entuerto. Pero unos y otros estaban simplemente en época de caza. Algunos mezclados para beneficiarse con los sectores agrarios; otros tratando denodadamente de imponer la 125.

Está por verse ahora si los agricultores bajarán la guardia y se dedicarán a producir, o si los cazadores sofisticarán sus estrategias. Lo que es seguro es que el conflicto por la 125 fue también —aunque como una contienda virtual— una verdadera batalla cultural.

 

Comments

  1. avallay says:

    Desde luego es un gusto leer a Levinas y las metáforas propuestas. Lo que no comparto es la simplificación de «en Argentina no se planifica nada, todos los políticos hacen las cosas a último momento, etc.» Menos aún creer que la «cultura» agraria une a grandes propietarios con pequeños, porque la 125 los junto y el resto de la historia los mantiene separados, como puede verse hoy claramente en la disgregación de la mesa de enlace. Si el gobierno perdió en el conflicto por la 125, evidentemente se equivocó. Ahora, de allí derivar todas las conclusiones sobre la clase política argentina, etc., me parece parte de la liviandad para señalar que los malos siempre serán los políticos.

    Me encantaron el homenaje al pluralismo del sr. Longoni llamando imbéciles al gobierno.

    Saludos

  2. Mariano T. says:

    Muy bueno lo de leonardo F., y muy interesante como para que lo escuche el minifundista. «No me vengan con detalles melodramáticos, nos hace falta la plata que producen para hacer otras cosas,y un sociólogo me dijo que la «fertilidad» esta en peligro (con eso el flujo de fondos de lo que te quiero quitar en el futuro). Ponete y callate»
    El sector agropecuario en su conjunto, chicos, medianos y grandes, tiene enemigos, predadores que solo dejarían de poner atención en él si estuvieran todos en la miseria, sin capacidad de extraerle plata. En ese caso, Leonardo ni opinaría sobre el tema, saldría de su campo de interés.

  3. LeonardoF says:

    Coincido con que es dificil para un citadino saber los bemoles de la vida en el campo, pero acá no veo más que una anécdota melodramática del pobre chacarero que no le guarda rencor al oligarca de la sociedad rural. Poco análisis sobre la necesidad de regular la explotación sojera, nadie habla ni de casualidad de la pérdida de fertilidad del suelo, ni de sacarle plata a la fiebre sojera para subvencionar las otras industrias y asegurar abastecimiento interno.

    • Anónimo says:

      No se puede en cada nota nombrar todo, seria en todo caso un libro, mi opinión sobre la utilización de la soja transgencia de manera descontrolada es absolutamente contraria y creo que el Estado no cumple con su función de cuidar nuestros recursos.
      La nota, como se aclara al final , no elude otras problemáticas que también juegan, solo me atreví a agregar un elemento mas que en general no fue tomado en cuenta
      Saludos
      LEVINAS

  4. Mariano T. says:

    Otra diferencia grande es el punto de vista ante una buena campaña, y eso también incluye a chicos y grandes.
    Un asalariado ve a un incremento en sus ingresos como algo permanente, no dice «la pegué» dice «mejoré».
    Un agricultor ve una buena campaña como un resultado algo fortuito, que compensa fracasos climáticos o de mercado anteriores. Una oportunidad para salir de deudas si lo esta, hacer inversiones postergadas, o amarrocar para cuando venga la mala. Es parte de la diferencia cultural. El de la ciudad habla de «ganancia extraordinaria» y se olvida del «quebranto extraordinario» de otros años(como 2009 para la mayoría).
    Para emparentalo con algo, es como si se le reprochara a un jugador cuando mete un pleno.

  5. Mariano T. says:

    Excelente. Siempre sostuve que había una diferencia cultural, pero no podía precisarla.
    Yo pensaba más vale en la solidaridad inter-clases ante un predador, como campesinos y señores feudales en la edad media yendo juntos a cazar un lobo que los perjudica a todos.
    Pero tu enfoque me parece más profundo.

  6. jekan_oeste says:

    En gran parte de la nota concuerdo, de lo que estoy seguro es que no podes polarizar el conflicto entre supuestos cazadores y productores siempre los agentes de una sociedad son muchos , los medios oligopolios formaron parte importante del conflicto ya que fueron fiscales y partes del el entuerto , es conocido que el grupo clarin es dueña de expoagro y socio de monsanto y de todo garca latifiundista que da vuelta x el continenente y creer que se puede hablar de economia sin caer inexorablemente en la politica como lei en comentarios que me anteceden es cuanto mas inocente ? todo es politica con politicas de estado a largo plazo como vos bien marcaste , es importante que para esas politicas a largo plazo es necesario el «ESTADO» el cual jamas puede ser depredador , el ESTADO ( TODOS NOSOTROS) debe ser responsable , regulador y recaudador la figura de la fiera hambrienta que se come todo !!! es muy facha un abrazo y feliz con wwww.plazademayo.com JEKAN_OESTE

    • plazademayo.com says:

      El estado es confundido por los políticos con el gobierno y utilizan el aparato para su beneficio en perjuicio de políticas estables y a largo plazo.
      Aclaré ademas que esta era otra visión, que no eludía otros motivos presentes en el conflicto, de los cuales ya se habló suficientemente. Solo sostengo aquí que ADEMAS fuimos testigos de un enfrentamiento cultural.
      abrazo
      Levinas

  7. Gustavo Mercader says:

    Gabriel:
    Muy buena la anécdota y el análisis.
    Lo primero define la alianza policlasista inédita dentro del sector productivo del agro, habría que agregar los sectores sociales de las ciudades del interior que también se volcaron a la protesta.
    Lo de los cazadores es algo más profundo, cultural. La impericia del gobierno en el tema, que lo llevó al fracaso político (no por lo del voto de Cobos), quizás haya sido motivada por su pertenencia a una provincia cuyo principal recurso es extractivo (cazador). Otro tema es el marco ideológico que desde la metrópoli (recaudadora) pretendieron encuadrar al conflicto los intelectuales procupados por la gobernabilidad; ignoraron la realidad social del sector, para nada comparable a la de la primera mitad del siglo XX. Lo malo es que no haya autocrítica al respecto.

  8. Fabeluke says:

    Muy buen análisis. Gracias por compartirlo.

  9. Matías Longoni says:

    Gabriel. Comparto plenamente. El de la 125 fue un conflicto creado por la imbecilidad de la política citadina, quizás ni siquiera por sus urgencias (no tenían entonces hambre de agrodivisas), más bien por sus impulsos (aquello tan K de inventar enemigos de barro, como la iglesia, el campo, el ejercito).
    Todavía creen que entonces se discutía sobre economía. La discusión fue y sigue siendo de política.
    Abrazo y me reconfortó leer este análisis. Ya no me siento tan solo.